Julio César y el crucifijo de la suerte
Brasil, AFP
Víctor corrió hacia Julio César para entregarle el crucifijo de la buena suerte. El tercer portero de Brasil lo guardaba en el banquillo. El crucifijo se lo había regalado un aficionado del Atlético Mineiro en la semifinal de la Copa Libertadores ante el Newells Old Boys para que le diera suerte en la tanda de penaltis. Víctor abrazó a Julio César y le entregó el crucifijo que colocó el portero de Brasil a su izquierda. Jara envió el último penalti justo en el poste donde estaba el crucifijo usado, el que la superstición de Víctor defiende que llevó al Atlético Mineiro a ganar la Copa Libertadores.
El 12 por superstición
Por superstición Julio César rechazó la camiseta con el número 1. Pidió el 12, como en el Internazionale de Milan, como Marcos, San Marcos, el portero con el que Brasil conquistó el pentacampeonato y que Julio César superó ayer en número de partidos con la selección: 30. El 12 le había dado suerte con José Mourinho. Levantó la Champions en el Santiago Bernabéu en la final que el Internazionale usurpó al Barça de Guardiola.
Pero ese verano cambió su estrella. En el Mundial de Sudáfrica aceptó la camiseta con el 1 a la espalda que señala habitualmente al portero titular y entre Felipe Melo y Sneijder le destrozaron en los cuartos de final del Mundial. Las vuvuzelas hacían tanto ruido que se colapsó. Salió a despejar con los puños y ni tocó el balón. Lloró tanto, lloró hasta pisar Brasil, lloró al entender que todo el pueblo brasileño le culpaba a él.
Todo salió mal a partir de entonces. El Internazionale le obligaba a reducirse la ficha a la mitad si quería continuar jugando, Julio César no aceptó y le condenaron al banquillo. Ya no estaba Mourinho para marcar las reglas, les había abandonado por el Real Madrid y ahora se sentían todos desprotegidos. El banquillo, la grada, una llamada de Luiz Felipe Scolari para recordarle que sólo si jugaba podría convocarlo para la Copa de las Confederaciones. Recibió una oferta del Queens Park Rangers y la aceptó. Mantenían su salario de cerca de 3 millones de euros anuales.
Iker Casillas se cruzó en su camino en la Copa Confederaciones y la suerte parecía cambiarle a Julio César. Ganó con Brasil la copa y recibió el trofeo del 'Guante de Oro'. Pero aún le quedaban meses de sufrimiento porque descendido el Queens Park Rangers le pedían reducir su salario y ante la negativa de Julio César le condenaron no al banquillo sino a la grada. La camiseta con el '33' quedaba siempre doblada en el vestuario. Tenía que jugar, como fuese, así que aceptó ir cedido a Toronto. Cinco meses. Lo suficiente como para no perder el ritmo. Suficiente como para que Scolari pudiera darle la titularidad.
El crucifijo vuelve a estar junto a las botas de Víctor, el tercer guardameta de Brasil. Pero si Julio César necesita el amuleto se lo volverá a prestar. Para que si llora sólo lo haga de felicidad.
Víctor corrió hacia Julio César para entregarle el crucifijo de la buena suerte. El tercer portero de Brasil lo guardaba en el banquillo. El crucifijo se lo había regalado un aficionado del Atlético Mineiro en la semifinal de la Copa Libertadores ante el Newells Old Boys para que le diera suerte en la tanda de penaltis. Víctor abrazó a Julio César y le entregó el crucifijo que colocó el portero de Brasil a su izquierda. Jara envió el último penalti justo en el poste donde estaba el crucifijo usado, el que la superstición de Víctor defiende que llevó al Atlético Mineiro a ganar la Copa Libertadores.
El 12 por superstición
Por superstición Julio César rechazó la camiseta con el número 1. Pidió el 12, como en el Internazionale de Milan, como Marcos, San Marcos, el portero con el que Brasil conquistó el pentacampeonato y que Julio César superó ayer en número de partidos con la selección: 30. El 12 le había dado suerte con José Mourinho. Levantó la Champions en el Santiago Bernabéu en la final que el Internazionale usurpó al Barça de Guardiola.
Pero ese verano cambió su estrella. En el Mundial de Sudáfrica aceptó la camiseta con el 1 a la espalda que señala habitualmente al portero titular y entre Felipe Melo y Sneijder le destrozaron en los cuartos de final del Mundial. Las vuvuzelas hacían tanto ruido que se colapsó. Salió a despejar con los puños y ni tocó el balón. Lloró tanto, lloró hasta pisar Brasil, lloró al entender que todo el pueblo brasileño le culpaba a él.
Todo salió mal a partir de entonces. El Internazionale le obligaba a reducirse la ficha a la mitad si quería continuar jugando, Julio César no aceptó y le condenaron al banquillo. Ya no estaba Mourinho para marcar las reglas, les había abandonado por el Real Madrid y ahora se sentían todos desprotegidos. El banquillo, la grada, una llamada de Luiz Felipe Scolari para recordarle que sólo si jugaba podría convocarlo para la Copa de las Confederaciones. Recibió una oferta del Queens Park Rangers y la aceptó. Mantenían su salario de cerca de 3 millones de euros anuales.
Iker Casillas se cruzó en su camino en la Copa Confederaciones y la suerte parecía cambiarle a Julio César. Ganó con Brasil la copa y recibió el trofeo del 'Guante de Oro'. Pero aún le quedaban meses de sufrimiento porque descendido el Queens Park Rangers le pedían reducir su salario y ante la negativa de Julio César le condenaron no al banquillo sino a la grada. La camiseta con el '33' quedaba siempre doblada en el vestuario. Tenía que jugar, como fuese, así que aceptó ir cedido a Toronto. Cinco meses. Lo suficiente como para no perder el ritmo. Suficiente como para que Scolari pudiera darle la titularidad.
El crucifijo vuelve a estar junto a las botas de Víctor, el tercer guardameta de Brasil. Pero si Julio César necesita el amuleto se lo volverá a prestar. Para que si llora sólo lo haga de felicidad.