Juan Manuel Santos, el apóstol de la paz en Colombia

Bogotá, AFP
Tras liderar la mayor ofensiva contra las Farc en Colombia, el presidente Juan Manuel Santos, en liza este domingo por la reelección, aparece como el apóstol de la paz con la guerrilla, obsesión de este país que sufre un conflicto armado de medio siglo.
“Lo que más le conviene a mi país, lo que más necesita, es vivir en paz. Vivimos 50 años matándonos entre hermanos“, dijo Santos en una reciente entrevista con la AFP, en la que llamó a la rebelión marxista a “cambiar las balas por votos”.



Artífice de las negociaciones que avanzan desde noviembre de 2012 en Cuba con las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (Farc), este dirigente de centroderecha de 62 años, quien acaba de anunciar el comienzo de diálogos con el Ejército de Liberación Nacional (ELN, extrema izquierda) -segunda guerrilla del país-, recalcó que “la paz no se improvisa”.

Padre de tres hijos, este hombre de apariencia sencilla, que quedó en segundo lugar en la primera vuelta del 25 de mayo, ha resumido lo que está en juego en esta elección: “el fin del conflicto o un conflicto sin fin”.

Nacido en una influyente familia de la política y del periodismo -su tío abuelo fue presidente de la República y dueño del diario El Tiempo- Santos encabezó varios ministerios, desde Comercio hasta Finanzas, antes de ocupar el de Defensa bajo el mandato de su predecesor y exmentor, Álvaro Uribe, actual senador electo.

Desde esa cartera se convirtió en uno de los principales verdugos de las Farc. En 2008, mandó bombardear un campamento en Ecuador en el que murió el número dos de las Farc, Raúl Reyes, y dirigió el operativo para la liberación de la rehén franco-colombiana Ingrid Betancourt.

Ya presidente, Santos prosiguió su ofensiva: en 2010 ordenó el operativo en el que cayó Jorge Briceño (Mono Jojoy), entonces jefe militar de las Farc, y un año más tarde autorizó el hostigamiento en el que fue abatido el máximo comandante de esa guerrilla, Alfonso Cano, pese a que ya había contactos secretos para iniciar un proceso de paz.

Antes de instalar los diálogos en La Habana, Santos impulsó una ley de restitución de tierras a campesinos desplazados por la fuerza, y de reparación a las víctimas de un conflicto que ha dejado al menos 220.000 muertos y cinco millones de desplazados.

“Hacer la guerra, más fácil que hacer la paz”

La obsesión por la paz de Santos se ha vuelto su marca registrada.

“La paz es su objetivo desde el inicio de su carrera, hizo la guerra como un medio para lograrla: debilitar a las Farc para obligarlas a sentarse a la mesa. Después de él va a ser difícil dar marcha atrás. El ya ganó esa batalla”, comentó a la AFP su asesor y cuñado, Mauricio Rodríguez, que lo describe como “un estratega, un hombre muy analítico, poco impulsivo o emotivo”.

Su determinación queda en evidencia con una frase del filósofo romano Séneca que según sus allegados no cesa de repetir: “Si no sabes a qué puerto te diriges, todos los vientos te serán desfavorables”.

Formado en la London School of Economics, este liberal, que ha incrementado los acuerdos de libre comercio con Estados Unidos, Europa y Asia, también promueve la paz como la mejor inversión para Colombia, cuarta potencia de América Latina, donde según los expertos el conflicto cuesta al menos un punto del PIB.

“Santos se ve como un político sofisticado, un poco la tercera vía como Tony Blair, como un político del primer mundo mientras Colombia está aún en el tercer mundo”, explicó la ensayista María Alejandra Villamizar, coautora del libro “Los suspirantes”, sobre la campaña presidencial.

Su afán por poner fin al conflicto armado le ha valido el odio visceral de sus antiguos aliados de la derecha, que le reprochan haber dilapidado el legado de Uribe y a la vez haberse aprovechado del carisma del expresidente para ser elegido.

Convertido en su más feroz adversario, Uribe lo acusa directamente de “traición a la patria”.

Los detractores de Santos también pusieron el grito en el cielo cuando éste reconoció que, atento a las pláticas en La Habana, “lo pensaría dos veces” antes de dar la orden de abatir al jefe de las Farc.

“Hacer la guerra es más fácil que hacer la paz”, afirma Santos, un eslogan que se hizo popular durante una intervención en Naciones Unidas. Pero, pragmático al fin, sigue rechazando un cese bilateral del fuego antes de firmar un acuerdo definitivo.

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