El fútbol gana por goleada
El Mundial avanza con buen juego, un duelo estelar Messi-Neymar, una catarata de goles, emociones, controversias, tregua en las calles y fiesta en las gradas
José Sámano
Rio de Janeiro, El País
En el bullicioso Brasil nada es anodino, y mucho menos este Mundial con sobrecarga de emociones, sorpresas, despedidas, goles y más goles, controversias y hasta mordiscos. El fútbol se ha impuesto al caos que se vaticinaba. Hasta hoy, tregua en las calles y festividad en los estadios, donde se dejan notar las hinchadas sudamericanas, siempre tan febriles, que tienen motivos de sobra para tirar cohetes. América, de momento, se impone con creces a Europa, y ya se anuda la garganta al vislumbrar un reto en la cumbre entre Neymar y Messi, protagonistas con cuatro goles ya cada uno. Tras el despegue de Leo ante Nigeria, un reclamo mundial para el torneo, un duelo soñado por los rectores del tinglado y toda la periferia de negociantes. Un pulso al que no daría la espalda la gente en general, localismos al margen. Brasil ya tiene un aliciente universal. Neymar está y Messi llegó ayer.
No hay jornada indiferente y las grandes estrellas, incluidos Benzema y Robben, copan portadas en la misma medida que emergen héroes imprevistos, como el costarricense Bryan Ruiz, el griego Samaras o el colombiano Jackson Martínez. Cristiano Ronaldo, del que no hay surcos, tiene hoy su tercera oportunidad y lo mejor que ha hecho Rusia es empatar con Corea del Sur. Al frente de los rusos, Fabio Capello, el seleccionador mejor pagado del mundo, 8,2 millones de euros, según Forbes, el doble que el brasileño Luiz Felipe Scolari. El último de la lista es Miguel Herrera, el triunfal agitador de México con 153.000 euros. El fútbol no tiene precio.
Abunda la diversidad y mientras unos pelean por el gran trono y otros disfrutan de su gloria puntual, un puñado de clásicos se ha tenido que ir por el sótano. Xavi se ha retirado como suplente y Villa, con bronca; Pirlo y Buffon, con la rabia desatada por una supuesta dentellada arbitral y otra con todas las de la ley del uruguayo Luis Suárez; Lampard salió descompuesto con la peor Inglaterra de la historia; y Eto’o y Drogba se han despedido de puntillas y por un oscuro atajo. También entre los dinosaurios hay confetis: el central mexicano Márquez, de 35 años, ya marcó en los Mundiales de 2006 y 2010 y ha repetido en Brasil, mientras el excelente tránsito de Colombia ha facilitado que su portero Mondragón batiera el martes el récord de longevidad del camerunés Roger Milla, que jugó en Estados Unidos 94 con 42 años y un mes. Mondragón se puso bajo palos ante los japoneses con 43 años y tres días.
En este campeonato de trama en trama, el juego ha estado por encima de las expectativas y —sin el Francia-Ecuador y Honduras-Suiza, en juego al cierre de esta edición—, los 126 goles en 42 partidos (tres de media) merecen un brindis. La mayoría de los equipos se han alejado de la especulación, han decidido exponerse sin trampas, a pecho descubierto. No importa el cartel. Irán se lo puso crudo a Messi, Costa Rica despachó a Italia, Ghana fue un hueso para Alemania y México le bajó la persiana a Brasil. El caso azteca es tan sintomático como el de la imponente Francia de estos días. Ambas selecciones llegaron al Mundial con el gancho, con el desapego de sus gentes por su calamitosa fase de clasificación. En Brasil han liberado sus angustias, lo contrario que Portugal, que sigue igual de gripada que cuando tuvo que acudir a la repesca con Suecia. Eran tiempos de plenitud para Cristiano, que hoy necesita una tromba de goles para no irse de otro Mundial como si no hubiera estado. CR y los suyos no solo precisan invadir la portería ghanesa, sino que Alemania y Estados Unidos no firmen un tratado previo para un empate que clasificaría a los dos. En los banquillos, dos germanos, Jürgen Klinsmann con los americanos, y Joachim Löw con sus compatriotas. El segundo fue ayudante del primero cuando aquel tuvo el mando de la Mannschaft. El duelo será espiado al segundo y estos días se han multiplicado las suspicacias. Resulta imposible no rebobinar a lo sucedido en El Molinón en 1982, en aquel vergonzoso Alemania-Austria del que ayer se cumplieron justo 32 años. Un partido lacerante en el que ninguno se quiso hacer ni cosquillas y la pagana fue Argelia. Un tongazo reconocido tiempo después por muchos de sus actores.
Quien ya quedará para siempre como foto fija de este Mundial es Luis Suárez, que se ha comido el campeonato de un mordisco y puede que hasta el contrato de su vida. Un crack con arrebatos caníbales. El fútbol tiene de todo y en Brasil no hay un segundo para el descuido. Para lo bueno, que es mucho por ahora, y lo malo, que también hay algún bocado.
Rio de Janeiro, El País
En el bullicioso Brasil nada es anodino, y mucho menos este Mundial con sobrecarga de emociones, sorpresas, despedidas, goles y más goles, controversias y hasta mordiscos. El fútbol se ha impuesto al caos que se vaticinaba. Hasta hoy, tregua en las calles y festividad en los estadios, donde se dejan notar las hinchadas sudamericanas, siempre tan febriles, que tienen motivos de sobra para tirar cohetes. América, de momento, se impone con creces a Europa, y ya se anuda la garganta al vislumbrar un reto en la cumbre entre Neymar y Messi, protagonistas con cuatro goles ya cada uno. Tras el despegue de Leo ante Nigeria, un reclamo mundial para el torneo, un duelo soñado por los rectores del tinglado y toda la periferia de negociantes. Un pulso al que no daría la espalda la gente en general, localismos al margen. Brasil ya tiene un aliciente universal. Neymar está y Messi llegó ayer.
No hay jornada indiferente y las grandes estrellas, incluidos Benzema y Robben, copan portadas en la misma medida que emergen héroes imprevistos, como el costarricense Bryan Ruiz, el griego Samaras o el colombiano Jackson Martínez. Cristiano Ronaldo, del que no hay surcos, tiene hoy su tercera oportunidad y lo mejor que ha hecho Rusia es empatar con Corea del Sur. Al frente de los rusos, Fabio Capello, el seleccionador mejor pagado del mundo, 8,2 millones de euros, según Forbes, el doble que el brasileño Luiz Felipe Scolari. El último de la lista es Miguel Herrera, el triunfal agitador de México con 153.000 euros. El fútbol no tiene precio.
Abunda la diversidad y mientras unos pelean por el gran trono y otros disfrutan de su gloria puntual, un puñado de clásicos se ha tenido que ir por el sótano. Xavi se ha retirado como suplente y Villa, con bronca; Pirlo y Buffon, con la rabia desatada por una supuesta dentellada arbitral y otra con todas las de la ley del uruguayo Luis Suárez; Lampard salió descompuesto con la peor Inglaterra de la historia; y Eto’o y Drogba se han despedido de puntillas y por un oscuro atajo. También entre los dinosaurios hay confetis: el central mexicano Márquez, de 35 años, ya marcó en los Mundiales de 2006 y 2010 y ha repetido en Brasil, mientras el excelente tránsito de Colombia ha facilitado que su portero Mondragón batiera el martes el récord de longevidad del camerunés Roger Milla, que jugó en Estados Unidos 94 con 42 años y un mes. Mondragón se puso bajo palos ante los japoneses con 43 años y tres días.
En este campeonato de trama en trama, el juego ha estado por encima de las expectativas y —sin el Francia-Ecuador y Honduras-Suiza, en juego al cierre de esta edición—, los 126 goles en 42 partidos (tres de media) merecen un brindis. La mayoría de los equipos se han alejado de la especulación, han decidido exponerse sin trampas, a pecho descubierto. No importa el cartel. Irán se lo puso crudo a Messi, Costa Rica despachó a Italia, Ghana fue un hueso para Alemania y México le bajó la persiana a Brasil. El caso azteca es tan sintomático como el de la imponente Francia de estos días. Ambas selecciones llegaron al Mundial con el gancho, con el desapego de sus gentes por su calamitosa fase de clasificación. En Brasil han liberado sus angustias, lo contrario que Portugal, que sigue igual de gripada que cuando tuvo que acudir a la repesca con Suecia. Eran tiempos de plenitud para Cristiano, que hoy necesita una tromba de goles para no irse de otro Mundial como si no hubiera estado. CR y los suyos no solo precisan invadir la portería ghanesa, sino que Alemania y Estados Unidos no firmen un tratado previo para un empate que clasificaría a los dos. En los banquillos, dos germanos, Jürgen Klinsmann con los americanos, y Joachim Löw con sus compatriotas. El segundo fue ayudante del primero cuando aquel tuvo el mando de la Mannschaft. El duelo será espiado al segundo y estos días se han multiplicado las suspicacias. Resulta imposible no rebobinar a lo sucedido en El Molinón en 1982, en aquel vergonzoso Alemania-Austria del que ayer se cumplieron justo 32 años. Un partido lacerante en el que ninguno se quiso hacer ni cosquillas y la pagana fue Argelia. Un tongazo reconocido tiempo después por muchos de sus actores.
Quien ya quedará para siempre como foto fija de este Mundial es Luis Suárez, que se ha comido el campeonato de un mordisco y puede que hasta el contrato de su vida. Un crack con arrebatos caníbales. El fútbol tiene de todo y en Brasil no hay un segundo para el descuido. Para lo bueno, que es mucho por ahora, y lo malo, que también hay algún bocado.