Cómo superar un batacazo Mundial

Brasil, EFE
Lo primero: aceptarlo. Éramos campeones del Mundo, y ya no lo volveremos a ser; a lo peor, nunca, que esas cosas ocurren pocas veces, si ocurren. Fue bonito mientras duró, y duró 4 años, que no está mal. Todo lo que empieza, queramos o no, acaba: nació La Roja en la Eurocopa de 2008 y nos hizo felices. Ahora, con su fallecimiento inesperado y radical al inicio del Mundial de 2014, nos hemos quedado todos rojos de pura frustración.
Porque pocos confiábamos en que España renovara su condición de campeón del mundo, entre otras razones por la extrema dificultad e improbabilidad de semejante misión, pero nadie hubiera creído hace diez días que nos iban a aniquilar en solo dos partidos, en los cuales marcaríamos un único gol -de penalty- y encajaríamos siete. Eso sí que no lo tenía previsto ni el más pesimista de los seguidores.



Pero hay que superarlo porque, aunque a ratos no lo parezca, la vida sigue. Y esto es fútbol, nada más que fútbol. Sí, el verano se hace un poco más triste, el bochorno se acentúa y resulta aún más doloroso cuando ves a otras selecciones aún envueltas en un ambiente de festivo optimismo, buscando que sea su combinado el que alce el trofeo más codiciado.

Pero nuestra selección, tras el irrelevante partido del lunes contra Australia, se vuelve a casa. Fracasada, triste, rota. Es evidente que ha llegado el momento de cambiar las cosas. Tampoco hay que ser muy hábil para saberlo. Y, además, "a cojón visto: macho", como dicen en los campos de Castilla. Es una expresión un tanto violenta y demasiado gráfica, tal vez, pero certera: ahora que ya sabemos dónde estamos -eliminados y sufriendo la tortura de los días previos al insoportable partido contra Australia, contando las horas para que esto acabe de una vez-, resulta más fácil, y también más necesario, hablar de ello.

Sí, hay que aceptarlo y además ponerle el nombre y contexto y, se mire por donde se mire el fracaso de La Roja ha sido monumental. Es lo malo de crear tantas expectativas: si todo sale mal, el batacazo resulta colosal como, efectivamente, ha sido.



Causas
 En segundo lugar, hay que analizar lo que sucedió, y sus causas. Y pasó que todo estuvo mal. Desde la planificación -¿es lógico que la selección entrene en un lugar y juegue en otro cuyas condiciones climatológicas son diferentes?; ¿lo es que nuestros jugadores acaben tarde la Liga y que entrenen juntos menos tiempo que sus rivales?- a los jugadores elegidos -¿podía jugar contra los mejores del mundo Iker Casillas si no ha sido titular en su equipo, perdiendo ese plus de competitividad tan necesario?; ¿debía haberse quedado fuera de la lista Navas, uno de los pocos jugadores españoles capaces de hacer cosas diferentes?-.  

Quizá peor que esto, o menos discutible, es que resultó obvio que tanto los holandeses como los chilenos nos pasaron por encima en lo físico. ¿Por qué? ¿Qué se hizo mal en este sentido? El fútbol moderno exige absoluta frescura física junto a las mejores capacidades técnicas. Contra Chile, hasta Iniesta, desconocido como todos sus compañeros, entregaba a menudo el balón al rival.

El pasado no gana partidos. Ni la camiseta, ni el escudo, ni la estrella. Los ganan los equipos eficaces, serios en lo estratégico y portentosos en lo físico. España, en Brasil, no fue nada de eso. Hemos sido un equipo endeble, previsible e incompetente.

 Responsabilidades
 En tercer lugar, hay que asignar responsabilidades. La primera es de Ángel Villar, aunque es del todo imposible que la asuma; nunca lo ha hecho, ni es su estilo. Preside la Federación desde 1988, desde hace 26 años, y probablemente le gustaría seguir haciéndolo otros 26 más. Pocos pueden impedírselo.

La segunda, del cuerpo técnico. Del Bosque hizo un buen trabajo hasta que viajó a la tierra de Pelé, y se le recordará como un buen seleccionador, pero ha llegado el momento del cambio. Ningún mensaje, ni estímulo, ni discurso vale para siempre. Ningún entrenador es capaz de mantenerse, en España, más de cuatro temporadas con éxito. Su historial ya es suficientemente brillante, y lleva seis años en el cargo. El relevo sería lo mejor para el equipo, y también para él.

Y la siguiente y última responsabilidad, claro, es del plantel de jugadores que se mostró, como mínimo, torpe en Brasil. Todos los jugadores estuvieron muy por debajo de lo que son, y por debajo también de lo que se esperaba de ellos. En el último lustro han ofrecido a sus seguidores hazañas extraordinarias. Pero, ahora, ha llegado el momento de renovarse.

Recordó hace poco el vicedirector de El Mundo Iñaki Gil que es sabido que todo periodista lleva incorporado de serie un presidente de Gobierno y un seleccionador nacional, entre otras cosas. Y, como han visto, tiene razón.

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