ANALISIS / Brasil sobrevive en los penaltis
Venció por 3-2 en la tanda de penaltis. Decisivos Julio César y Neymar, que marcó el último lanzamiento de Brasil. Pinilla remató al larguero en el 120'.
Belo Horioznte, As
La crueldad del fútbol se alió con Brasil con la misma intensidad con la que castigó a Chile. En un partido de alta intensidad y paupérrimo fútbol, Brasil se clasificó para los cuartos de final en la tanda de penaltis a costa de acabar toda la suerte que el destino le debe tener reservada de aquí al 2096, por lo menos. Los milagros también son crueles. Chile jugó mejor ante un Brasil de vergüenza futbolística, pero estaba escrito que a La Roja ayer no le iban a salir las cosas. El destino, a veces, es un cabrito.
Chile lo planteó todo bien y no le pudieron salir peor las cosas. Ni un rayo de esperanza se apiadó de los de Sampaoli. Cuando Dios aprieta, ahoga pero bien. El destino fue cruel con un equipo en el que dos de sus jugadores, Medel y Vidal, se jugaron la pierna y quien sabe si la carrera, para aguantar sobre el césped el máximo tiempo posible a pesar de estar lesionados; tampoco respetó el fútbol a Jara, jugador que se marcó en propia meta en la primera parte y que quiso arreglarlo tirando el último penalti, que estrelló en la madera. Una madera que en el último minuto de la prórroga ya había escupido un tiro sensacional de Pinilla que le dejó a centímetros de la gloria eterna.
Lo de Chile fue un constante romperse la cabeza contra un muro y volver a levantarse para volvérsela a romper. Fue una tragedia griega en toda regla. Brasil, en cambio disfrutó de un premio del que no se puede alardear. Una cosa es la lógica explosión de júbilo de todo país entero y otra muy diferente no reconocer que a Brasil le ha abandonado el desodorante del buen juego. O mejor dicho, lo han tirado a la basura con toda la intención. Ojalá que el partido ante Chile haga reflexionar a los brasileños que este camino únicamente lleva a la indiferencia del mundo que no hace tanto les idolatraba. Muchos aficionados del fútbol, brasileños de espíritu por razones emocionales, sintieron el fallo de Jara como si lo hubiera cometido un jugador de su propia selección. En cambio, Chile se va a casa con el alma rota, pero con la cabeza bien alta.
Si la moneda hubiese caído del otro lado, muchos se habrían referido a la eliminación de Brasil como un ‘Mineirazo’ en referencia al famoso Maracanazo del 50. No hubiese sido correcto. El Maracanazo sólo se explica desde la superioridad futbolística de un equipo que era sensacional y que perdió. Este equipo de Scolari el día que pierda lo hará con todo merecimiento. Incluso, visto lo visto, ya está tardando en llegar esa derrota. Y a diferencia de aquella ante Uruguay, será una derrota más, vulgar y merecida. Si alguien tiene derecho a hablar de Maracanazo si por tal entendemos una injusticia, esos son los chilenos.
Chile se repuso al gol en propia puerta de Jara, empató gracias a un Alexis tremendo y le metió el miedo en el cuerpo a Brasil, que llegó a la prórroga en estado de pánico mientras los guerreros chilenos caían desfallecidos. En los penaltis, Brasil acabó imponiéndose de milagro. Pero los milagros también son crueles.
Belo Horioznte, As
La crueldad del fútbol se alió con Brasil con la misma intensidad con la que castigó a Chile. En un partido de alta intensidad y paupérrimo fútbol, Brasil se clasificó para los cuartos de final en la tanda de penaltis a costa de acabar toda la suerte que el destino le debe tener reservada de aquí al 2096, por lo menos. Los milagros también son crueles. Chile jugó mejor ante un Brasil de vergüenza futbolística, pero estaba escrito que a La Roja ayer no le iban a salir las cosas. El destino, a veces, es un cabrito.
Chile lo planteó todo bien y no le pudieron salir peor las cosas. Ni un rayo de esperanza se apiadó de los de Sampaoli. Cuando Dios aprieta, ahoga pero bien. El destino fue cruel con un equipo en el que dos de sus jugadores, Medel y Vidal, se jugaron la pierna y quien sabe si la carrera, para aguantar sobre el césped el máximo tiempo posible a pesar de estar lesionados; tampoco respetó el fútbol a Jara, jugador que se marcó en propia meta en la primera parte y que quiso arreglarlo tirando el último penalti, que estrelló en la madera. Una madera que en el último minuto de la prórroga ya había escupido un tiro sensacional de Pinilla que le dejó a centímetros de la gloria eterna.
Lo de Chile fue un constante romperse la cabeza contra un muro y volver a levantarse para volvérsela a romper. Fue una tragedia griega en toda regla. Brasil, en cambio disfrutó de un premio del que no se puede alardear. Una cosa es la lógica explosión de júbilo de todo país entero y otra muy diferente no reconocer que a Brasil le ha abandonado el desodorante del buen juego. O mejor dicho, lo han tirado a la basura con toda la intención. Ojalá que el partido ante Chile haga reflexionar a los brasileños que este camino únicamente lleva a la indiferencia del mundo que no hace tanto les idolatraba. Muchos aficionados del fútbol, brasileños de espíritu por razones emocionales, sintieron el fallo de Jara como si lo hubiera cometido un jugador de su propia selección. En cambio, Chile se va a casa con el alma rota, pero con la cabeza bien alta.
Si la moneda hubiese caído del otro lado, muchos se habrían referido a la eliminación de Brasil como un ‘Mineirazo’ en referencia al famoso Maracanazo del 50. No hubiese sido correcto. El Maracanazo sólo se explica desde la superioridad futbolística de un equipo que era sensacional y que perdió. Este equipo de Scolari el día que pierda lo hará con todo merecimiento. Incluso, visto lo visto, ya está tardando en llegar esa derrota. Y a diferencia de aquella ante Uruguay, será una derrota más, vulgar y merecida. Si alguien tiene derecho a hablar de Maracanazo si por tal entendemos una injusticia, esos son los chilenos.
Chile se repuso al gol en propia puerta de Jara, empató gracias a un Alexis tremendo y le metió el miedo en el cuerpo a Brasil, que llegó a la prórroga en estado de pánico mientras los guerreros chilenos caían desfallecidos. En los penaltis, Brasil acabó imponiéndose de milagro. Pero los milagros también son crueles.