Rusia pone a prueba su control de Crimea al enfrentarse a los tártaros
Las autoridades prohíben conmemorar la deportación estalinista de la minoría
Pilar Bonet
Moscú, El País
Rusia pone a prueba su dominio de Crimea en el primer conflicto de peso con los tártaros de la península, al prohibir a última hora la manifestación de duelo en memoria del 70º aniversario de la deportación de esa comunidad, que debía celebrarse este domingo en el centro de Simferópol y que había sido autorizada previamente. En Crimea, que tiene unos 2,5 millones de habitantes, viven unos 300.000 tártaros, el tercer grupo poblacional por detrás de los rusos (58%) y los ucranios (24%).
Por orden de Stalin, el 18 de mayo de 1944 comenzó la deportación de más de 230.000 personas, enviadas en condiciones inhumanas a Uzbekistán y otros lugares de Asia Central y Siberia, acusadas de colaborar con la Alemania nazi. Muchos murieron por el camino o en el exilio. Posteriormente, los tártaros fueron rehabilitados y en los ochenta comenzaron a regresar a la península ucrania, que fue anexionada por Rusia el pasado marzo.
Cada año, miles de tártaros se manifiestan en Simferópol, la capital de Crimea, para recordar la deportación. En los 23 años transcurridos desde que desapareció la URSS y Ucrania se convirtió en un país independiente, estas conmemoraciones se han celebrado sin que “jamás pasara nada ni hubiera ningún problema”, según Refat Chubárov, presidente del órgano colegiado de autogestión tártara (Mezhlis). Esta semana, cuando ya todo estaba organizado de acuerdo con las exigencias rusas, más restrictivas que las de Ucrania, el jefe de Crimea, Serguéi Axiónov, prohibió las manifestaciones desde el 18 de mayo y hasta el 6 de junio. En su decreto al efecto, Axiónov alega que, ante la inestabilidad en el sudeste de Ucrania, es necesario “evitar una posible provocación por parte de los extremistas que pueden infiltrarse en Crimea”. Otra razón aducida es “evitar que se eche a perder la temporada turística”.
El 6 de junio se celebra la jornada de las letras rusas y ese es el motivo por el que la prohibición se levanta en esa fecha, dijo Chubárov. Según él “en los últimos tiempos el nivel de xenofobia ha aumentado mucho entre los dirigentes de Crimea”. En una sesión de urgencia el sábado, el Mezhlis decidió evitar los enfrentamientos con las autoridades de la península y sustituyó la gran manifestación por un mitin frente a la mezquita del barrio de Ak-Meshet de Simferópol, sin pedir nuevos permisos, según manifestó por teléfono Ilmí Umérov, miembro del Mezhlis. Este interlocutor dudaba de que la iniciativa prohibitiva fuera de origen local. Hace unos días, los dirigentes del Servicio Federal de Seguridad, la Policía y la Fiscalía en Crimea manifestaron a los representantes tártaros su temor a las provocaciones, según Chubárov.
Este responsable dijo que no estaba en condiciones de evitar que la gente saliera a la calle en una fecha tan señalada y se refirió a la necesidad de evitar enfrentamientos. La comunidad tártara está dividida entre los partidarios de adaptarse al dominio ruso en nombre de la propia supervivencia y los partidarios de resistirse de forma más o menos activa. En el Mezhlis domina la idea de la adaptación, pero no a cualquier precio. Para evitar posibles enfrentamientos violentos, el líder histórico, Mustafá Dzhemiliov renunció a su intento de acceder de nuevo a la península el 17 de mayo. Dzhemiliov, diputado del Parlamento de Ucrania, ya fue rechazado este mes por los guardafronteras rusos que controlan el acceso a Crimea.
El viernes el presidente Vladímir Putin se reunió en Sochi con un grupo de representantes tártaros de Crimea leales a Rusia. “La situación ha cambiado radicalmente y los intereses de los tártaros residentes en Rusia y en Crimea no se pueden defender en los Parlamentos de otros países. Esto es una tontería, es ridículo, no hay nada de que hablar”, dijo. Entre sus interlocutores había dos miembros del Mezhlis, que no habían sido autorizados por esta entidad. Las autoridades rusas han intentado atraer a los tártaros con promesas, tales como la cooficialidad de la lengua y una cuota del 20% en los organismos de poder y asignaciones y ayudas para establecerse. Además de seducir, Moscú divide y muestra una voluntad cada vez más marcada de dominio. En Sochi, Putin se mostró reacio a repartir pasaportes rusos a 5.000 familias de nacionalidad uzbeka (tártaros que regresaron de Uzbekistán y que conservan el pasaporte de aquel país) residentes en la península.
Putin calificó de “inhumana” la represión sufrida por los tártaros, pero subrayó que “los que más sufrieron” la represión “sin duda fueron los rusos”. El líder ruso dijo que no se puede permitir que “el pueblo tártaro de Crimea sea moneda de cambio” en los conflictos entre Ucrania y Rusia. En una alusión a Dzhemiliov, señaló que “los intereses de los tártaros de Crimea están hoy vinculados con Rusia”. Sus interlocutores le recordaron que está pendiente la legalización de entre 10.000 y 11.000 solares que fueron ocupados por los tártaros que regresaron a Crimea. Estas ocupaciones han sido motivo de conflicto con los rusos locales.
Pilar Bonet
Moscú, El País
Rusia pone a prueba su dominio de Crimea en el primer conflicto de peso con los tártaros de la península, al prohibir a última hora la manifestación de duelo en memoria del 70º aniversario de la deportación de esa comunidad, que debía celebrarse este domingo en el centro de Simferópol y que había sido autorizada previamente. En Crimea, que tiene unos 2,5 millones de habitantes, viven unos 300.000 tártaros, el tercer grupo poblacional por detrás de los rusos (58%) y los ucranios (24%).
Por orden de Stalin, el 18 de mayo de 1944 comenzó la deportación de más de 230.000 personas, enviadas en condiciones inhumanas a Uzbekistán y otros lugares de Asia Central y Siberia, acusadas de colaborar con la Alemania nazi. Muchos murieron por el camino o en el exilio. Posteriormente, los tártaros fueron rehabilitados y en los ochenta comenzaron a regresar a la península ucrania, que fue anexionada por Rusia el pasado marzo.
Cada año, miles de tártaros se manifiestan en Simferópol, la capital de Crimea, para recordar la deportación. En los 23 años transcurridos desde que desapareció la URSS y Ucrania se convirtió en un país independiente, estas conmemoraciones se han celebrado sin que “jamás pasara nada ni hubiera ningún problema”, según Refat Chubárov, presidente del órgano colegiado de autogestión tártara (Mezhlis). Esta semana, cuando ya todo estaba organizado de acuerdo con las exigencias rusas, más restrictivas que las de Ucrania, el jefe de Crimea, Serguéi Axiónov, prohibió las manifestaciones desde el 18 de mayo y hasta el 6 de junio. En su decreto al efecto, Axiónov alega que, ante la inestabilidad en el sudeste de Ucrania, es necesario “evitar una posible provocación por parte de los extremistas que pueden infiltrarse en Crimea”. Otra razón aducida es “evitar que se eche a perder la temporada turística”.
El 6 de junio se celebra la jornada de las letras rusas y ese es el motivo por el que la prohibición se levanta en esa fecha, dijo Chubárov. Según él “en los últimos tiempos el nivel de xenofobia ha aumentado mucho entre los dirigentes de Crimea”. En una sesión de urgencia el sábado, el Mezhlis decidió evitar los enfrentamientos con las autoridades de la península y sustituyó la gran manifestación por un mitin frente a la mezquita del barrio de Ak-Meshet de Simferópol, sin pedir nuevos permisos, según manifestó por teléfono Ilmí Umérov, miembro del Mezhlis. Este interlocutor dudaba de que la iniciativa prohibitiva fuera de origen local. Hace unos días, los dirigentes del Servicio Federal de Seguridad, la Policía y la Fiscalía en Crimea manifestaron a los representantes tártaros su temor a las provocaciones, según Chubárov.
Este responsable dijo que no estaba en condiciones de evitar que la gente saliera a la calle en una fecha tan señalada y se refirió a la necesidad de evitar enfrentamientos. La comunidad tártara está dividida entre los partidarios de adaptarse al dominio ruso en nombre de la propia supervivencia y los partidarios de resistirse de forma más o menos activa. En el Mezhlis domina la idea de la adaptación, pero no a cualquier precio. Para evitar posibles enfrentamientos violentos, el líder histórico, Mustafá Dzhemiliov renunció a su intento de acceder de nuevo a la península el 17 de mayo. Dzhemiliov, diputado del Parlamento de Ucrania, ya fue rechazado este mes por los guardafronteras rusos que controlan el acceso a Crimea.
El viernes el presidente Vladímir Putin se reunió en Sochi con un grupo de representantes tártaros de Crimea leales a Rusia. “La situación ha cambiado radicalmente y los intereses de los tártaros residentes en Rusia y en Crimea no se pueden defender en los Parlamentos de otros países. Esto es una tontería, es ridículo, no hay nada de que hablar”, dijo. Entre sus interlocutores había dos miembros del Mezhlis, que no habían sido autorizados por esta entidad. Las autoridades rusas han intentado atraer a los tártaros con promesas, tales como la cooficialidad de la lengua y una cuota del 20% en los organismos de poder y asignaciones y ayudas para establecerse. Además de seducir, Moscú divide y muestra una voluntad cada vez más marcada de dominio. En Sochi, Putin se mostró reacio a repartir pasaportes rusos a 5.000 familias de nacionalidad uzbeka (tártaros que regresaron de Uzbekistán y que conservan el pasaporte de aquel país) residentes en la península.
Putin calificó de “inhumana” la represión sufrida por los tártaros, pero subrayó que “los que más sufrieron” la represión “sin duda fueron los rusos”. El líder ruso dijo que no se puede permitir que “el pueblo tártaro de Crimea sea moneda de cambio” en los conflictos entre Ucrania y Rusia. En una alusión a Dzhemiliov, señaló que “los intereses de los tártaros de Crimea están hoy vinculados con Rusia”. Sus interlocutores le recordaron que está pendiente la legalización de entre 10.000 y 11.000 solares que fueron ocupados por los tártaros que regresaron a Crimea. Estas ocupaciones han sido motivo de conflicto con los rusos locales.