La presión migratoria en la Unión Europea roza máximos

El conflicto sirio y el descontrol de Libia triplican los intentos de acceder a la UE

Lucía Abellán / Javier Casqueiro
Bruselas / Madrid, El País
África y Oriente Próximo llaman a las puertas de Europa en busca de un futuro mejor. La presión migratoria sobre las fronteras comunitarias ha aumentado fuertemente en lo que va de año, con cifras que triplican con creces las de 2013. El número de personas detectadas en las fronteras de manera irregular ascendió a 42.000 entre enero y abril de este año, según datos de Frontex, la agencia europea de control de fronteras. De esa forma, los flujos se acercan al nivel récord que registraron en 2011, con las revueltas de la primavera árabe. En todo el año llegaron al club comunitario más de 140.000 personas.


La Unión Europea invierte tiempo y dinero en reforzar sus puertas de entrada, pero las turbulencias del exterior vuelven prácticamente insignificantes los intentos por contener el éxodo. Así lo demuestra el dato sobre el origen de esos inmigrantes. Unos 25.000, más de la mitad de los interceptados, partieron de Libia, un auténtico coladero por la ausencia de Estado que controle los movimientos.

Las cifras, presentadas ayer a un grupo de periodistas en Bruselas, son preliminares y poco prolijas, pero permiten constatar la fuerza con que crecen los flujos migratorios en los últimos meses. Los números de Frontex recogen todas las entradas por fronteras marítimas y terrestres detectadas por las fuerzas de seguridad de los países comunitarios, que suministran la información.

Apenas unos días después de la última tragedia de Lampedusa, que ha dejado al menos 17 muertos y más de 200 rescatados a las puertas de Europa, el avance de Frontex atribuye a Italia la peor parte del panorama. La llamada ruta del Mediterráneo central —barcas que parten principalmente de Libia con extranjeros procedentes del Cuerno de África— concentra más de la mitad de los irregulares detectados hasta abril, explican en la agencia europea.

Muy inferior es el impacto en la ruta que impacta directamente en España, la del Mediterráneo occidental. Algo más de 2.200 personas trataron de entrar por Ceuta y Melilla, una cifra que triplica la del mismo periodo del año pasado pero que sigue siendo poco significativa en la foto global. Pese a todo, el dato muestra una notable aceleración respecto a 2013, cuando las entradas por esta vía crecían un 7%.

Más allá de factores externos, algunos expertos apuntan a la intervención europea como un factor que determina los flujos

La procedencia de quienes intentan cruzar al otro lado del mundo refleja con nitidez el origen de los problemas. Siria se convierte en el mayor emisor de inmigrantes irregulares de este registro —Frontex no precisa más la información, a la espera del informe definitivo—, seguido de otros Estados subsaharianos. Mientras Afganistán, durante muchos años principal foco de extranjeros, retrocede.

Más allá de factores externos, algunos expertos apuntan a la intervención europea como un factor que determina los flujos. Tras el naufragio de Lampedusa que sacudió a Europa el año pasado, Italia decidió establecer una misión naval de vigilancia de fronteras y salvamento de inmigrantes. “Es un debate difícil. Es una obligación humanitaria salvarlos, pero a corto plazo, esa misión actúa como un factor que estimula las salidas. Si los inmigrantes saben que van a ser salvados, pueden correr el riesgo”, argumenta Elizabeth Collett, directora para Europa de la organización Migration Policy Institute.

Un 63% de las personas desplazadas en 2013 de su país por razones de violencia, intimidación a las minorías, los menores y las mujeres y conflictos surgieron desde distintos puntos de Siria, Colombia, Nigeria, República Democrática del Congo y Sudán

Por trágico que resulte, el hambre, el miedo a la guerra y otras dificultades empujan a muchos a arriesgarse. Tras detectarlos en el mar, las autoridades deben conducir a los inmigrantes a suelo europeo, donde tienen la posibilidad de pedir asilo y esperar —en centros especiales de internamiento— a que se resuelva su demanda. Si no lo solicitan o no cumplen los requisitos, son deportados, pero el proceso es complejo, especialmente si no existe acuerdo de retorno con el país de origen. La mayoría, además, rehusa facilitar su procedencia, especialmente en España. La mitad de quienes se dirigen a la frontera española tienen nacionalidad desconocida.

Para evitar peligrosos cruces de fronteras, esta experta propone potenciar los llamados reasentamientos, que permiten a quienes necesitan huir de su país organizar el viaje legalmente, con ayuda de la agencia de la ONU para los refugiados (ACNUR). Pero esta fórmula es poco utilizada en la UE. “Es una decisión muy política. Algunos dirigentes tienen miedo del debate público. Y además no saben dónde termina el asentamiento”, razona Collett.

El mapa elaborado por el Observatorio de Desplazamientos Internos (IDMC) de Noruega, presentado también ayer en Ginebra con el respaldo de ACNUR, muestra una alarmante franja roja muy bien delimitada en el centro de África. El IDMC monitoriza estos movimientos forzados en todo el mundo con datos proporcionados por los Gobiernos, las ONG y las agencias de la ONU. En 1998, se registraron 19,3 millones de desplazamientos. La tendencia desde entonces siempre ha sido al alza. A diciembre de 2013 se llegaron a constatar 33,3 millones, con un incremento de 4,5% con respecto al año anterior.

Un 63% de las personas desplazadas en 2013 de su país por razones de violencia, intimidación a las minorías, los menores y las mujeres y conflictos surgieron desde distintos puntos de Siria, Colombia, Nigeria, República Democrática del Congo y Sudán. En este ejercicio se aportan datos por primera vez sobre Nigeria, con una cifra de 3,3 millones de ciudadanos obligados a abandonar su hábitat. En ese caso se destaca la buena colaboración de su gobierno al facilitar este trabajo en contra de lo que ocurre en Siria, donde las autoridades boicotean la ayuda humanitaria internacional y se producen secuestros de extranjeros.

Tanto Jan Egeland, secretario general del organismo noruego, como António Guterres, el alto comisionado de ACNUR, destacaron lo preocupante de las cifras y de la tendencia para alertar de que algo se está haciendo muy mal a la hora de afrontar este problema sobre el que se reclama una solución solidaria.

Específicamente durante 2013 se tuvieron que marchar de sus casas un total de 8,2 millones de personas, 1,6 más que en 2012, con una fuga que se concentró casi en un 43% en Siria. Solo el 2% (unas 108.000 personas) habitan en campos de refugiados en las fronteras con Turquía. El informe califica la crisis en Siria, en guerra interna desde 2011, “como la más grande y la que más rápido evoluciona del mundo”.

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