La Liga de la meritocracia
La unanimidad se impone para reconocer al campeón, el Atlético, que abre la puerta a un estilo opuesto al imperante en la última década
Valverde, Emery y Marcelino se consagran
Cayetano Ros
Madrid, El País
La caída ayer de una valla en El Sadar tras celebrar un gol osasunista, que dejó 40 heridos leves, sacó a la superficie las grietas del fútbol español, no tan moderno en algunos terrenos como dan a entender sus éxitos internacionales y una Liga vibrante y acabada en un suspense prodigioso.
La unanimidad se ha abierto paso a codazos entre propios y extraños para reconocer los méritos del campeón, el Atlético de Madrid. Al desafiar el poderío financiero del Barça y del Madrid, el cuadro de Simeone se ha colado entre las rendijas de la motivación y del deseo, abandonado por los azulgrana ante un autoproclamado fin de ciclo y por los madridistas al desinflarse tras alcanzar la final de Champions, precisamente ante el Atlético el próximo sábado en Lisboa. Esta Liga ha sido una anomalía en el marco de los últimos 25 años, cuando el Barça (12) y el Madrid (8) se han repartido 20 títulos y las migajas las atraparon el Valencia (en 2002 y 2004), el Atlético (1996 y 2014) y el Deportivo (2000).
Más allá de la heroicidad de infiltrarse como un Robin Hood entre los dos gigantes, y la simpatía despertada entre la mayoría de los aficionados, el triunfo del Atlético viene acompañado de otro estilo, como subrayó El Cholo pocas horas después de proclamarse campeón en el Camp Nou, consciente de ofrecer otra manera de entender el juego casi opuesta al modelo imperante en España en el último decenio, impulsado por los éxitos del Barça y de la selección española desde la Eurocopa de 2008, siempre alrededor de la posesión del balón. Simeone nunca ha sido dogmático en eso, sino plural para interpretar cada cual el fútbol como lo sienta. Tanto si es alguien de su cuerda, triunfante Joaquín Caparrós en un Levante muy fiero, casi hasta tambalear la Liga rojiblanca en la antepenúltima jornada (2-0); como si es de la contraria, Paco Jémez, fanático de la pelota hasta salvar contra pronóstico al Rayo del descenso. Entre medias, un sinfín de gustos y propuestas.
La temporada ha consagrado a tres entrenadores españoles, capacitados los tres para un aprovechamiento máximo de los recursos. Ernesto Valverde, de 50 años, ha devuelto al Athletic (cuarto) a la Champions y ha demostrado estar preparado para entrenar en cualquier escenario (sea el Espanyol, el Olympiacos, el Valencia o en San Mamés). Emery, de 42, acabó adaptándose a un perfil más rocoso en el Sevilla (quinto); y Marcelino, de 48, recuperó la frescura de un Villarreal (sexto) regresado a Primera en verano pasado.
Les sigue en el podio de los méritos Luis Enrique, que ha usado el Celta como trampolín para aterrizar en el Camp Nou. Pese a clasificarse para la Liga Europa, la Real Sociedad (séptima) ha dejado fríos a sus seguidores. Fracasó Miroslav Djukic en el Valencia y Juan Antonio Pizzi no supo corregirlo a tiempo (octavo). Y los nervios traicionaron a la directiva del Betis, condenada al prescindir de Pepe Mel y cambiar dos veces de entrenador (Juan Carlos Garrido y Gabriel Calderón) antes de acabar el primero en Segunda. Le siguieron Osasuna y Valladolid.
Ha sido el curso del adiós de Puñal y Puyol, dos leyendas iguales en la profesionalidad y tan distintas en el la repercusión de su trabajo en Osasuna y el Barça, respectivamente. Llegó la despedida también de Víctor Valdés hacia otras fronteras. Y la decadencia de dos colosos, Xavi y Villa, mientras se plantean interrogantes sobre el rendimiento de Messi la temporada que viene. Las decepciones proceden de Neymar e Illarramendi, dos jóvenes fichados a precio de oro.
Aparecieron Rafinha (Celta) y Alcácer (Valencia) para escribir el futuro. Y se coronaron Koke, Gabi y Diego Costa en el Calderón así como Sergio Ramos, Modric y Di María en el Bernabéu. Mikel Rico y Aduriz encumbraron al Athletic. Y el Sánchez Pizjuán entonó su mejor himno con Rakitic y Bacca.
Valverde, Emery y Marcelino se consagran
Cayetano Ros
Madrid, El País
La caída ayer de una valla en El Sadar tras celebrar un gol osasunista, que dejó 40 heridos leves, sacó a la superficie las grietas del fútbol español, no tan moderno en algunos terrenos como dan a entender sus éxitos internacionales y una Liga vibrante y acabada en un suspense prodigioso.
La unanimidad se ha abierto paso a codazos entre propios y extraños para reconocer los méritos del campeón, el Atlético de Madrid. Al desafiar el poderío financiero del Barça y del Madrid, el cuadro de Simeone se ha colado entre las rendijas de la motivación y del deseo, abandonado por los azulgrana ante un autoproclamado fin de ciclo y por los madridistas al desinflarse tras alcanzar la final de Champions, precisamente ante el Atlético el próximo sábado en Lisboa. Esta Liga ha sido una anomalía en el marco de los últimos 25 años, cuando el Barça (12) y el Madrid (8) se han repartido 20 títulos y las migajas las atraparon el Valencia (en 2002 y 2004), el Atlético (1996 y 2014) y el Deportivo (2000).
Más allá de la heroicidad de infiltrarse como un Robin Hood entre los dos gigantes, y la simpatía despertada entre la mayoría de los aficionados, el triunfo del Atlético viene acompañado de otro estilo, como subrayó El Cholo pocas horas después de proclamarse campeón en el Camp Nou, consciente de ofrecer otra manera de entender el juego casi opuesta al modelo imperante en España en el último decenio, impulsado por los éxitos del Barça y de la selección española desde la Eurocopa de 2008, siempre alrededor de la posesión del balón. Simeone nunca ha sido dogmático en eso, sino plural para interpretar cada cual el fútbol como lo sienta. Tanto si es alguien de su cuerda, triunfante Joaquín Caparrós en un Levante muy fiero, casi hasta tambalear la Liga rojiblanca en la antepenúltima jornada (2-0); como si es de la contraria, Paco Jémez, fanático de la pelota hasta salvar contra pronóstico al Rayo del descenso. Entre medias, un sinfín de gustos y propuestas.
La temporada ha consagrado a tres entrenadores españoles, capacitados los tres para un aprovechamiento máximo de los recursos. Ernesto Valverde, de 50 años, ha devuelto al Athletic (cuarto) a la Champions y ha demostrado estar preparado para entrenar en cualquier escenario (sea el Espanyol, el Olympiacos, el Valencia o en San Mamés). Emery, de 42, acabó adaptándose a un perfil más rocoso en el Sevilla (quinto); y Marcelino, de 48, recuperó la frescura de un Villarreal (sexto) regresado a Primera en verano pasado.
Les sigue en el podio de los méritos Luis Enrique, que ha usado el Celta como trampolín para aterrizar en el Camp Nou. Pese a clasificarse para la Liga Europa, la Real Sociedad (séptima) ha dejado fríos a sus seguidores. Fracasó Miroslav Djukic en el Valencia y Juan Antonio Pizzi no supo corregirlo a tiempo (octavo). Y los nervios traicionaron a la directiva del Betis, condenada al prescindir de Pepe Mel y cambiar dos veces de entrenador (Juan Carlos Garrido y Gabriel Calderón) antes de acabar el primero en Segunda. Le siguieron Osasuna y Valladolid.
Ha sido el curso del adiós de Puñal y Puyol, dos leyendas iguales en la profesionalidad y tan distintas en el la repercusión de su trabajo en Osasuna y el Barça, respectivamente. Llegó la despedida también de Víctor Valdés hacia otras fronteras. Y la decadencia de dos colosos, Xavi y Villa, mientras se plantean interrogantes sobre el rendimiento de Messi la temporada que viene. Las decepciones proceden de Neymar e Illarramendi, dos jóvenes fichados a precio de oro.
Aparecieron Rafinha (Celta) y Alcácer (Valencia) para escribir el futuro. Y se coronaron Koke, Gabi y Diego Costa en el Calderón así como Sergio Ramos, Modric y Di María en el Bernabéu. Mikel Rico y Aduriz encumbraron al Athletic. Y el Sánchez Pizjuán entonó su mejor himno con Rakitic y Bacca.