La amarga píldora que hay que tragar

El Bundesbank y los economistas ortodoxos alemanes restan importancia a la baja inflación y consideran que forma parte del ajuste necesario de los países en crisis

Luis Doncel
Berlín, El País
Como en tantos capítulos de esta crisis europea, las percepciones que se tienen en el norte son a veces diametralmente opuestas de las del sur. La deflación —es decir, la caída generalizada en el nivel de precios— causa sudores fríos en los despachos de economistas y gobernantes en Madrid, Lisboa o Atenas. Pero la situación se observa con más sosiego en Fráncfort, Múnich o Berlín. En primer lugar, porque el riesgo de este fenómeno peligrosísimo es mucho más remoto en Alemania que en los países del sur que tratan de salir de la crisis. Pero también porque en el Bundesbank (el banco central alemán) y entre los economistas más ortodoxos cunde la idea de que la atonía de los precios es un peaje doloroso pero necesario que han de pagar países como España, Portugal o Grecia.


"La inflación baja que atraviesa la zona euro se explica por la caída de precios de la energía y por el ajuste en los países en crisis. A medida que sus economías vuelvan a estar sanas, las presiones inflacionistas actuarán de nuevo", dijo hace un mes el presidente del Bundesbank, Jens Weidmann. Habían pasado pocos días desde la última intervención del presidente del Banco Central Europeo (BCE). Mario Draghi anunció el 3 de abril un acuerdo unánime del Consejo de Gobierno —es decir, con el voto de Weidmann incluido— para "usar instrumentos no convencionales" contra la deflación si esta continuaba amenazando con aparecer.

Pero el líder espiritual de la ortodoxia monetaria aprovechó su discurso del 8 de abril ante los mandamases de la banca alemana para avisar de que no está dispuesto a dar carta blanca a Draghi. "Todas las medidas que están encima de la mesa nos llevan a aguas desconocidas. [...] Cuanto más tiempo mantengamos bajos los tipos de interés, más riesgos habrá. Aferrarnos a esta política más tiempo del necesario no debe ser una opción para nosotros", zanjó Weidmann.

El Consejo de Gobierno del Eurobanco volverá a reunirse el próximo 8 de mayo. Mientras, el Buba se mantiene inmóvil. "El BCE ha de ocuparse de la política monetaria de los 18 países que comparten el euro, y no de la situación específica de algunos de ellos. Cuando la economía crezca en España o Portugal, entonces volverán a subir los precios y los salarios en esos países", explica un portavoz del Bundesbank.

Los datos adelantados de inflación de abril sirven de munición para uno y otro bando. Weidmann y los suyos insisten en que la situación no es tan dramática con unos precios que en la eurozona crecen al 0,7%, frente al 0,5% de marzo. Muchos analistas, sin embargo, se sintieron decepcionados ante un repunte tan tímido e interpretaron que el dato de abril legitima a Draghi a sacar la artillería pesada.

No todos los expertos en Alemania comparten el diagnóstico de su banco central. El prestigioso Instituto de Investigación Económica defiende, por ejemplo, mantener los tipos de interés bajos para ayudar al sur a sobrellevar la pesada carga de su deuda. Pero los economistas más ortodoxos, los halcones, abogan por la mano dura como única medicina para aquellos que se endeudaron más de los debido. Entre los que piensan así sobresale Hans Werner Sinn, presidente del influyente think-tank IFO.

"El problema de fondo es que el sur de Europa perdió competitividad con la burbuja de crédito que generó el euro y ahora, para recuperarla, tiene que abaratarse respecto al norte. Soy consciente de que la deflación será muy dura para los países que vivieron una burbuja antes de 2007. Pero es esencial para recuperar su competitividad", explica Sinn. Este economista considera que si Europa quiere mantener la unión monetaria sin que salga ningún miembro y, al mismo tiempo, respetar el objetivo de estabilidad de precios, la única vía es una combinación de inflación en el norte y deflación en el sur. "Una tasa de inflación muy baja, e incluso un descenso temporal de los precios de consumo, no es un problema per se", añade una portavoz de la asociación de la banca alemana.

Los precios en España cayeron el pasado mes de marzo un 0,1%; y, según los datos provisionales, subieron en abril un 0,4%. En Alemania, estos porcentajes oscilaron entre el 1% y el 1,4%. Esta diferencia se nota en los pronunciamientos de sus banqueros centrales. "Aunque la posibilidad [de deflación] sea baja, el BCE debería tomar medidas para anticiparse. Los tipos están bajos, pero podrían estarlo aún más", dijo el gobernador del Banco de España, Luis Linde, hace un mes. "El riesgo de una espiral deflacionista es remoto", repuso Weidmann. Entre uno y otro, Draghi se pronunciará la próxima semana. Y será difícil que satisfaga a todos.

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