HEAT: La rutina de jugar las Finales

Miami, As
Por cuarta temporada consecutiva Miami Heat disputará las Finales de la NBA. Y lo hará con todo merecimiento tras ser mejor equipo y más regular que los Pacers a lo largo de la final del Este. La paliza que le propinaron a los de Indianápolis en el sexto encuentro (117-92) evidenció las diferencias entre ambos equipos, una metáfora que ilustra las sensaciones ofrecidas por ambos a lo largo del curso. Mientras Indiana, el mejor equipo de la Conferencia en Liga Regular, se fue diluyendo conforme se sucedían los meses y las grietas en el vestuario aumentaban; Miami optó por transitar con el freno de mano echado durante la regular season para, una vez llegados los playoffs, tener intacta la capacidad de poner una marcha más cuando las circunstancias así lo requiriesen y despejar cualquier posible incógnita creada en torno su rendimiento. Ahora, los Spurs o los Thunder son el último obstáculo que queda por evitar en su camino hacia el three-peat.


Tras completar el peor partido de su carrera en la postemporada hace dos días, LeBron James demostró que es un jugador de otro planeta. Sus detractores (cada vez menos, si es que aún los hay) pueden acusarle de ser un arrogante, de pecar de prepotente, pero lo que no podrán negar es su brutal impacto en el juego del equipo. Se ha convertido en un verdadero líder, un referente para todos y cada uno de sus compañeros. El auténtico monarca de este excelente ejército de jugadores que componen los Heat. Hace unas temporadas, quizá LeBron hubiese optado por aglutinar en exceso el balón con el objetivo de completar una fabulosa actuación individual, adornada con números de escándalo, para responder a una mala actuación la noche anterior. Dar un puñetazo encima de la mesa. La gran diferencia respecto al jugador de Cleveland o al recién aterrizado en Miami es que hoy ya sabe que no tiene nada que demostrar, que para llevar a tu equipo a la victoria no es necesario querer realizar cada jugada por tu cuenta, lo que te hace llegar más agotado física y mentalmente a los minutos finales, algo por lo que fue el blanco de las críticas tiempo atrás. No era el jugador determinante que se esperaba en dichos instantes o en los partidos decisivos. Con el paso de los años, los palos recibidos y la experiencia adquirida le han permitido comprender realmente los entresijos del juego, alcanzar otro nivel. Sus 25 puntos, cuatro rebotes y seis asistencias no reflejan el abuso al que sometió a unos Pacers impotentes. Su 8/12 en tiros de campo, amén de convertir nueve tiros libres sin fallo, supone su porcentaje de acierto más alto (67%) en un partido decisivo de una eliminatoria en playoffs.

Precisamente fue ‘King’ James, esta vez la labor de desestabilización de Stephenson no surtió efecto (fue él quien acabó desquiciado y recibió una técnica tras propinarle un manotazo a Norris Cole en una disputa por un balón suelto), quien se echó al equipo a sus espaladas al inicio del duelo ante la buena salida de los de Vogel. De la mano de un gran David West (junto a Paul George y quizá Lance Stephenson los únicos en salir bien parados tras el irregular curso del equipo), los Pacers establecieron un favorable 2-9 en los cuatro primeros minutos. Ahí se acabaron sus opciones. El primer cuarto concluyó con un 22-4 de parcial. Una sangría a la que contribuyó LeBron con 11 puntos y a la que se fueron sumando los otros dos integrantes del ‘Big Three’: Dwyane Wade y Chris Bosh. De hecho fue este último el otro héroe de la jornada. Tras comenzar la serie a un nivel decepcionante, se ha rehecho para acabar contando con un papel absolutamente determinante. El ala-pívot (concluyó el encuentro con 25 puntos, ocho rebotes y sin ninguna pérdida) tomó el relevo anotador en el segundo cuarto, suponiendo un auténtico dolor de muelas en la pintura rival junto a Chris Andersen. Al descanso, el tanteo era 60-34.

Tras la reanudación, Paul George (ausente en la primera parte) despertó con dos triples consecutivos. Ya era demasiado tarde, Miami no se amilanó y respondió de inmediato, ampliando la brecha a 37 puntos (86-49) en medio del delirio de la grada del American Airlines Arena. Antes, los visitantes ya habían bajado los brazos al verse desbordados en defensa y sin ideas y desacertados en ataque, con la zaga heat incordiando en cada acción. Las caras de Larry Bird y Frank Vogel eran un poema. Al concluir el tercer cuarto, su equipo había sumado 58 tantos, por 57 del ‘Big Three’ de Florida. El resto, hasta llegar a 91, provenía de unos compañeros que esta vez sí respondieron y aportaron, destacando a Rashard Lewis.

Su inclusión en el quinteto supone un total acierto de Spoelstra ante la aparente superioridad en la pintura de Indiana. Al comprobar que incluyendo más kilos (Haslem) West y en menor medida Hibbert seguían haciendo daño, decidió reclutar al veterano ala-pívot tirador. Tú me haces daño por dentro, yo te voy a bombardear por fuera. Esto hizo que los emparejamientos interiores cambiaran y que Hibbert y Bosh se vieran las caras. El ex de los Raptors jugó sus mejores encuentros con él como defensor, al sufrir mucho para llegar a sus tiros abiertos y con sus penetraciones. A la vez, el ‘cinco’ pacer no conseguía imponer su juego de espaldas. Tras un inicio esperanzador en el primer partido, su actuación en la eliminatoria acabó resultando decepcionante, como lo fueron sus últimos meses de una campaña que empezó como un tiro (el premio de Mejor Defensor parecía suyo en febrero).

Llegados a tal situación, el último cuarto sobraba. De hecho, LeBron lo vio entero sentado desde el banquillo. Pronto le acompañaron Bosh y Wade. Esto sirvió para que Paul George, con West ya dimitido tras ver la sexta falta, adornara sus números hasta llegar a 29 tantos, cuando lucía uno al descanso. Algo irrelevante. Una mera anécdota. Mientras tanto, en los Heat dio incluso tiempo para que Greg Oden, quien fue el encargado de recibir de manos del propietario mayoritario de los Heat (Micky Arison) el trofeo de campeón del Este, volviera a jugar en unos playoffs cinco años después. Fueron los cuatro y medio últimos minutos de un encuentro que se acabó convirtiendo en una exhibición que sirve como una declaración de intenciones de los ganadores del anillo las dos últimas temporadas.

Doce meses después, la sensación tras el pase de Miami a las Finales es bien distinta. Si entonces muchos vieron a los Pacers como el equipo capaz de acabar con su hegemonía, diseñado para competir contra ellos; ahora, y a la espera de los cambios que se produzcan en verano (y lo que suceda en las Finales), los de Florida se encuentran a varios miles de kilómetros de distancia de sus rivales en la depauperada Conferencia Este.

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