El Mundial en Brasil: ¿lastre o trampolín para la reelección de Rousseff?
A la presidenta de Brasil, Dilma Rousseff, le interesa mucho el éxito de la Copa del Mundo, que se celebra a las puertas de las elecciones de octubre, cuando buscará la reelección.
Durante un mes, del 12 de junio al 13 de julio, el mundo mirará a
Brasil: 32 selecciones se juegan el título de campeón del mundo, y
Rousseff la aprobación o condena por la organización de un torneo al que
le llueven críticas por los atrasos y el altísimo costo de las obras.
La elección de Brasil en 2007 para ser sede del Mundial-2014 parecía la coronación de un momento de oro para el país que ganaba admiración en el mundo por sus programas sociales y protagonismo internacional, en la primera liga de las economías emergentes.
El gigante de grandes deficiencias de infraestructura prometía un legado de carreteras, aeropuertos, metros y estadios.
Pero hoy los brasileños no parecen tan convencidos con el Mundial, ni con el gobierno. En el país del fútbol y que ha ganado más Copas del Mundo (cinco), el 66% estima que el Mundial traerá más inconvenientes que ventajas.
Una ola de huelgas y protestas sacude actualmente a Brasil, con varios sindicatos y sectores de la izquierda radical presionando al gobierno por aumentos de sueldo.
Las manifestaciones son no obstante mucho más reducidas y muy diferentes de las de junio pasado, cuando una histórica y espontánea revuelta social sin liderazgo político dejó atónito al mundo durante la Copa Confederaciones, contra el gasto público para la Copa -11.000 millones de dólares- y pidiendo que fuese redirigido a la salud, la educación y el transporte.
La popularidad de Rousseff ha tenido muchos vaivenes en los últimos
meses: cayó en picada tras las protestas de junio pasado, subió luego
con un plan para llevar miles de médicos extranjeros a lugares remotos
del país y promesas en salud y educación, y volvió a caer a inicios de año.
La última encuesta Ibope de mayo muestra a la presidenta con una recuperación de tres puntos, con 40% de intención de voto, pero a sus rivales ganando terreno y mejor posicionados. Para ganar en primera vuelta, el candidato precisa la mitad más uno de los votos válidos.
El senador socialdemócrata Aecio Neves -apoyado recientemente por el exastro Ronaldo, integrante del Comité Organizador Local de la Copa- alcanzó un 20% (6 puntos más que en abril) y el socialista Eduardo Campos 11% (5 puntos más).
¿Estará ligado el destino político de la mandataria al de la Seleçao, como muchos sugieren?
Aunque una desmesurada presión se cierne sobre el equipo de Neymar estos días, los analistas insisten en que el resultado de la Copa nunca influyó en quién ganaría las elecciones.
Las derrotas de Brasil en el Mundial causan mucho malhumor, pero no impidieron una amplia victoria del oficialismo: la reelección del socialdemócrata Fernando Henrique Cardoso (1998), y el regreso del Partido de los Trabajadores (PT) al poder de la mano de Rousseff (2010). En 2002, Brasil ganó la Copa y el candidato oficialista perdió ante el entonces opositor Lula.
“Copa del Mundo es una cosa y elección otra, solo que ahora el Mundial ocurre aquí”, destaca el director de la consultora Prospectiva André Cesar.
“Si el gobierno pierde el control, vuelven las protestas, ocurren incidentes o fallas, queda debilitado de cara a las elecciones. De otro lado, si al término del evento Brasil es elogiado por su organización, eso puede ser una propaganda muy buena”, señala.
La propia Rousseff así lo cree: “Brasil puede ser campeón, y yo perder la elección. Brasil puede no llegar hasta ahí, y yo ser reelecta. Una cosa no está ligada a la otra. Pero no tengan duda de que voy a hinchar mucho para que Brasil sea campeón”, ha dicho.
Mucho ha cambiado en los últimos siete años, desde que Brasil fue escogido como sede del Mundial.
“En 2007, la Copa era la consagración de años dorados. Hoy la percepción es que hay muchas promesas de obras de infraestructura y transporte no cumplidas. No es que no haber hecho los estadios hubiera cambiado la salud y la educación, pero la sensación en la calle es que la prioridad se fue a la Copa”, afirma Ricardo Ribeiro, analista de MCM Consultores.
“Digamos que nuestro gusto por el fútbol no justifica tamaño gasto en estadios. Incluso las obras de mejoras viales fueron reducidas en 60%. Esta es la cuestión que está influyendo en la percepción política, y no sabemos cómo se traducirá en las elecciones”, dijo a la AFP el diputado del opositor Partido Socialismo y Libertad (PSOL, extrema izquierda), Chico Alencar.
Temeroso de un resurgimiento de las protestas y del movimiento antiCopa, el gobierno ha lanzado una masiva campaña para destacar los aspectos positivos.
Para el vicepresidente del Partido de los Trabajadores (PT, en el gobierno) Alberto Cantalice, cuando las obras paren y la pelota entre en campo, la Copa del Mundo será “el evento más bienvenido del mundo”.
La elección de Brasil en 2007 para ser sede del Mundial-2014 parecía la coronación de un momento de oro para el país que ganaba admiración en el mundo por sus programas sociales y protagonismo internacional, en la primera liga de las economías emergentes.
El gigante de grandes deficiencias de infraestructura prometía un legado de carreteras, aeropuertos, metros y estadios.
Pero hoy los brasileños no parecen tan convencidos con el Mundial, ni con el gobierno. En el país del fútbol y que ha ganado más Copas del Mundo (cinco), el 66% estima que el Mundial traerá más inconvenientes que ventajas.
Una ola de huelgas y protestas sacude actualmente a Brasil, con varios sindicatos y sectores de la izquierda radical presionando al gobierno por aumentos de sueldo.
Las manifestaciones son no obstante mucho más reducidas y muy diferentes de las de junio pasado, cuando una histórica y espontánea revuelta social sin liderazgo político dejó atónito al mundo durante la Copa Confederaciones, contra el gasto público para la Copa -11.000 millones de dólares- y pidiendo que fuese redirigido a la salud, la educación y el transporte.
¿Destinos cruzados?
La última encuesta Ibope de mayo muestra a la presidenta con una recuperación de tres puntos, con 40% de intención de voto, pero a sus rivales ganando terreno y mejor posicionados. Para ganar en primera vuelta, el candidato precisa la mitad más uno de los votos válidos.
El senador socialdemócrata Aecio Neves -apoyado recientemente por el exastro Ronaldo, integrante del Comité Organizador Local de la Copa- alcanzó un 20% (6 puntos más que en abril) y el socialista Eduardo Campos 11% (5 puntos más).
¿Estará ligado el destino político de la mandataria al de la Seleçao, como muchos sugieren?
Aunque una desmesurada presión se cierne sobre el equipo de Neymar estos días, los analistas insisten en que el resultado de la Copa nunca influyó en quién ganaría las elecciones.
Las derrotas de Brasil en el Mundial causan mucho malhumor, pero no impidieron una amplia victoria del oficialismo: la reelección del socialdemócrata Fernando Henrique Cardoso (1998), y el regreso del Partido de los Trabajadores (PT) al poder de la mano de Rousseff (2010). En 2002, Brasil ganó la Copa y el candidato oficialista perdió ante el entonces opositor Lula.
“Copa del Mundo es una cosa y elección otra, solo que ahora el Mundial ocurre aquí”, destaca el director de la consultora Prospectiva André Cesar.
“Si el gobierno pierde el control, vuelven las protestas, ocurren incidentes o fallas, queda debilitado de cara a las elecciones. De otro lado, si al término del evento Brasil es elogiado por su organización, eso puede ser una propaganda muy buena”, señala.
La propia Rousseff así lo cree: “Brasil puede ser campeón, y yo perder la elección. Brasil puede no llegar hasta ahí, y yo ser reelecta. Una cosa no está ligada a la otra. Pero no tengan duda de que voy a hinchar mucho para que Brasil sea campeón”, ha dicho.
Adiós años dorados
“En 2007, la Copa era la consagración de años dorados. Hoy la percepción es que hay muchas promesas de obras de infraestructura y transporte no cumplidas. No es que no haber hecho los estadios hubiera cambiado la salud y la educación, pero la sensación en la calle es que la prioridad se fue a la Copa”, afirma Ricardo Ribeiro, analista de MCM Consultores.
“Digamos que nuestro gusto por el fútbol no justifica tamaño gasto en estadios. Incluso las obras de mejoras viales fueron reducidas en 60%. Esta es la cuestión que está influyendo en la percepción política, y no sabemos cómo se traducirá en las elecciones”, dijo a la AFP el diputado del opositor Partido Socialismo y Libertad (PSOL, extrema izquierda), Chico Alencar.
Temeroso de un resurgimiento de las protestas y del movimiento antiCopa, el gobierno ha lanzado una masiva campaña para destacar los aspectos positivos.
Para el vicepresidente del Partido de los Trabajadores (PT, en el gobierno) Alberto Cantalice, cuando las obras paren y la pelota entre en campo, la Copa del Mundo será “el evento más bienvenido del mundo”.