El mayor oligarca ucranio apoya a Kiev contra los prorrusos
Rinat Ajmétov moviliza a miles de sus trabajadores para detener la violencia
M. A. SÁNCHEZ-VALLEJO (ENVIADA ESPECIAL)
Donetsk, El País
La penúltima vez que el oligarca Rinat Ajmétov, el hombre más rico de Ucrania, movió ficha, la calma volvió en un instante a las calles de Mariúpol (500.000 habitantes, sureste del país). Fue hace una semana, cuando patrullas de obreros de sus dos plantas metalúrgicas echaron una mano a la impotente policía local para restablecer el orden en la ciudad, sacudida poco antes por sangrientos choques entre Ejército y prorrusos que dejaron un número indeterminado de muertos. Los trabajadores de Ajmétov, voluntarios forzosos recién salidos del tajo, con sus monos grises y rojos y cascos de color naranja, lograron en tiempo récord, sin armas ni aspavientos, desmantelar barricadas y desalojar del Ayuntamiento al grupo de desharrapados rebeldes que se habían hecho fuertes en su interior.
Era la manera con que Ajmétov, previo acuerdo —o imposición— con el jefe de la policía local, parecía demostrarle al Ejército su incapacidad, tras varios días de vana ofensiva contra los insurgentes tanto en Mariúpol como en Slaviansk o Kramatorsk, una campaña que prosigue sin avances. Y también un modo de demostrar a todos, a los prorrusos, a Moscú e incluso a Kiev, quién manda en Ucrania.
Dada la expeditiva y a la vez pacífica forma con que los obreros de Metinvest, la división metalúrgica de Ajmétov, echaron de Mariúpol a los prorrusos, era comprensible el nerviosismo que este martes se apoderó de muchos de ellos cuando, a mediodía, arrancó en Donetsk la primera de las movilizaciones por una Ucrania unida y contra el imperio “del terror y las armas” convocadas la víspera por el propio oligarca mediante un mensaje emitido a través de su canal de televisión, Ukrayina. Prorrusos armados con pistolas y palos intentaron detener a decenas de automóviles que hicieron sonar el claxon en el centro de la ciudad, mientras en el flamante estadio del Shaktar Donetsk, el club propiedad del magnate, cientos de personas se concentraban para protestar contra un separatismo que, asegura Ajmétov, “conducirá a un genocidio” en el país.
Las sirenas de las fábricas de Metinvest en seis ciudades de la provincia, entre ellas Donetsk y Mariúpol, sonaron también a mediodía, con la participación en un paro simbólico de 10.000 de los 58.000 trabajadores en plantilla, según informó la compañía.
La respuesta de la autoproclamada República de Donetsk (RD) no se hizo esperar: el anuncio de la nacionalización de todos sus bienes, “porque parece que algunos oligarcas no quieren pagar impuestos aquí”, explicó por teléfono Kiril Rudenko, del directorio rebelde. “Ajmétov ha hecho su elección, y ha sido contra la gente de Donetsk. Eso significa apoyar a Kiev y su operación militar contra nuestra gente”, añadió. Fuentes de Metinvest declinaron comentar el anuncio y aseguraron que las movilizaciones continuarán a diario “hasta que se solucione la crisis”. “Las sirenas de las fábricas y los cláxones [de los automóviles] sonarán cada mediodía”, añadieron.
Primus inter pares de la docena de oligarcas ucranios, Ajmétov es el mayor empleador del país; de él dependen directamente unos 300.000 trabajadores, buena parte de ellos radicados en el Donbas, la cuenca minera que forman las provincias de Donetsk y Lugansk, es decir, el escenario mismo de la revuelta prorrusa. Con una fortuna estimada en torno a los 12.000 millones de dólares (8.759 millones) e intereses en numerosos sectores, su pasado prorruso, tan cercano al expresidente Víctor Yanukóvich, y, según muchos, sus lazos con bandas mafiosas locales, juegan en su contra y no acaban de despejar las incógnitas sobre su implicación real —es decir, sus intereses definidos— en el conflicto. Pero no ha permanecido en absoluto al margen de lo que sucede desde el 6 de abril, cuando los prorrusos ocuparon los primeros edificios oficiales en el este de Ucrania, e incluso antes, durante la revolución del Maidán y la caída de su aliado Yanukóvich, a quien habría dejado en la estacada; su mediación entre ambos bandos, y sus contactos con Vladímir Putin, son conocidos. Su último mensaje, visceral y enérgico, marca la diferencia con comunicados anteriores, más neutros, si bien siempre a favor de la integridad territorial de Ucrania.
“Bandidos y saqueadores en las calles; fusiles y lanzagranadas en manos de gente de uniforme, ¿esto es una vida en paz? ¿Es viable así una economía? Decidme, ¿quién en Donetsk conoce a uno solo de los representantes de la República independiente? ¿Qué han hecho por nuestra región? ¿Han creado un solo empleo? No voy a permitir que nos intimiden ni que destruyan Donbas”, clamó Ajmétov en su mensaje, que fue acogido con satisfacción por el Gobierno de Kiev.
“Desde luego lleva firmes las riendas en Mariúpol, pero eso no es nada nuevo”, explica Andrei G., un periodista local. “A finales de los años noventa, fue el único que puso orden en la sangrienta guerra de clanes por el reparto de los negocios en Donetsk”. ¿Y de qué forma acabó con los enfrentamientos? “De la única posible: los sensatos se sometieron a su mando, y los que no, desaparecieron del mapa”.
M. A. SÁNCHEZ-VALLEJO (ENVIADA ESPECIAL)
Donetsk, El País
La penúltima vez que el oligarca Rinat Ajmétov, el hombre más rico de Ucrania, movió ficha, la calma volvió en un instante a las calles de Mariúpol (500.000 habitantes, sureste del país). Fue hace una semana, cuando patrullas de obreros de sus dos plantas metalúrgicas echaron una mano a la impotente policía local para restablecer el orden en la ciudad, sacudida poco antes por sangrientos choques entre Ejército y prorrusos que dejaron un número indeterminado de muertos. Los trabajadores de Ajmétov, voluntarios forzosos recién salidos del tajo, con sus monos grises y rojos y cascos de color naranja, lograron en tiempo récord, sin armas ni aspavientos, desmantelar barricadas y desalojar del Ayuntamiento al grupo de desharrapados rebeldes que se habían hecho fuertes en su interior.
Era la manera con que Ajmétov, previo acuerdo —o imposición— con el jefe de la policía local, parecía demostrarle al Ejército su incapacidad, tras varios días de vana ofensiva contra los insurgentes tanto en Mariúpol como en Slaviansk o Kramatorsk, una campaña que prosigue sin avances. Y también un modo de demostrar a todos, a los prorrusos, a Moscú e incluso a Kiev, quién manda en Ucrania.
Dada la expeditiva y a la vez pacífica forma con que los obreros de Metinvest, la división metalúrgica de Ajmétov, echaron de Mariúpol a los prorrusos, era comprensible el nerviosismo que este martes se apoderó de muchos de ellos cuando, a mediodía, arrancó en Donetsk la primera de las movilizaciones por una Ucrania unida y contra el imperio “del terror y las armas” convocadas la víspera por el propio oligarca mediante un mensaje emitido a través de su canal de televisión, Ukrayina. Prorrusos armados con pistolas y palos intentaron detener a decenas de automóviles que hicieron sonar el claxon en el centro de la ciudad, mientras en el flamante estadio del Shaktar Donetsk, el club propiedad del magnate, cientos de personas se concentraban para protestar contra un separatismo que, asegura Ajmétov, “conducirá a un genocidio” en el país.
Las sirenas de las fábricas de Metinvest en seis ciudades de la provincia, entre ellas Donetsk y Mariúpol, sonaron también a mediodía, con la participación en un paro simbólico de 10.000 de los 58.000 trabajadores en plantilla, según informó la compañía.
La respuesta de la autoproclamada República de Donetsk (RD) no se hizo esperar: el anuncio de la nacionalización de todos sus bienes, “porque parece que algunos oligarcas no quieren pagar impuestos aquí”, explicó por teléfono Kiril Rudenko, del directorio rebelde. “Ajmétov ha hecho su elección, y ha sido contra la gente de Donetsk. Eso significa apoyar a Kiev y su operación militar contra nuestra gente”, añadió. Fuentes de Metinvest declinaron comentar el anuncio y aseguraron que las movilizaciones continuarán a diario “hasta que se solucione la crisis”. “Las sirenas de las fábricas y los cláxones [de los automóviles] sonarán cada mediodía”, añadieron.
Primus inter pares de la docena de oligarcas ucranios, Ajmétov es el mayor empleador del país; de él dependen directamente unos 300.000 trabajadores, buena parte de ellos radicados en el Donbas, la cuenca minera que forman las provincias de Donetsk y Lugansk, es decir, el escenario mismo de la revuelta prorrusa. Con una fortuna estimada en torno a los 12.000 millones de dólares (8.759 millones) e intereses en numerosos sectores, su pasado prorruso, tan cercano al expresidente Víctor Yanukóvich, y, según muchos, sus lazos con bandas mafiosas locales, juegan en su contra y no acaban de despejar las incógnitas sobre su implicación real —es decir, sus intereses definidos— en el conflicto. Pero no ha permanecido en absoluto al margen de lo que sucede desde el 6 de abril, cuando los prorrusos ocuparon los primeros edificios oficiales en el este de Ucrania, e incluso antes, durante la revolución del Maidán y la caída de su aliado Yanukóvich, a quien habría dejado en la estacada; su mediación entre ambos bandos, y sus contactos con Vladímir Putin, son conocidos. Su último mensaje, visceral y enérgico, marca la diferencia con comunicados anteriores, más neutros, si bien siempre a favor de la integridad territorial de Ucrania.
“Bandidos y saqueadores en las calles; fusiles y lanzagranadas en manos de gente de uniforme, ¿esto es una vida en paz? ¿Es viable así una economía? Decidme, ¿quién en Donetsk conoce a uno solo de los representantes de la República independiente? ¿Qué han hecho por nuestra región? ¿Han creado un solo empleo? No voy a permitir que nos intimiden ni que destruyan Donbas”, clamó Ajmétov en su mensaje, que fue acogido con satisfacción por el Gobierno de Kiev.
“Desde luego lleva firmes las riendas en Mariúpol, pero eso no es nada nuevo”, explica Andrei G., un periodista local. “A finales de los años noventa, fue el único que puso orden en la sangrienta guerra de clanes por el reparto de los negocios en Donetsk”. ¿Y de qué forma acabó con los enfrentamientos? “De la única posible: los sensatos se sometieron a su mando, y los que no, desaparecieron del mapa”.