El Madrid se dispara a un pie
Aunque no estaba programado hasta las nueve, el partido comenzó mucho antes, a las cinco de la tarde, en el Ciutat de Valencia. De allí salió ganador el Madrid. Lo siguiente es fácil imaginarlo: el equipo hizo sus cuentas, se apuntó los tres puntos del Valencia y se felicitó por su buena estrella; el triplete era posible. En resumen: vulneró todo aquello que aconseja la prudencia, al tiempo que invocó a los perversos dioses de la gafancia. Lo comprendimos según se desarrollaba el partido: quien por Keylor mata, por Alves muere. El fútbol es un sádico exquisito.
Véanlo. El empate del Madrid en el minuto 93 fue celebrado con más entusiasmo por los atléticos que por los madridistas. El gol de Cristiano (taconazo fabuloso) impide que el Barça dependa de sí mismo para ser campeón y deja el título en manos del Atlético. El resto de cuentas son perversas: si el Madrid vuelve a fallar, el Barça volverá a depender de sí mismo. Si no lo hace, los tres de arriba podrían llegar con opciones a la última jornada.
Alves no fue el único responsable del gatillazo madridista. Parejo, el futbolista al que bendijo Di Stéfano, completó un partido extraordinario y, en general, todo el Valencia demostró que hubiera sido un dignísimo finalista de la Europa League, quien sabe si campeón. Por cierto, han pasado sólo cinco días desde la hazaña del Madrid en Múnich, conviene recordarlo por si alguien tiene la tentación de encender la pira.
Ningún madridista hubiera imaginado esto en una noche tan apacible. A los dos minutos, Cristiano ya había puesto a Alves a prueba. A los seis, Benzema no supo cabecear un centro de Bale, perfecto en la intención, pero excesivo en la potencia. El Valencia contestó con un cabezazo de Parejo al larguero. Quien sostiene que golpear al palo es más hermoso que marcar exagera sólo levemente. La jugada nos hizo ver que quizá el rival llegaba deprimido, pero con el talento intacto.
Alves volvió a detener a Cristiano, en otro tiro casi en sus barbas. Después le desvió un chut cruzado, colocadísimo. Es una fortuna (especialmente para la Selección española) que Scolari siga ignorando a este portero.
Las respuestas del Valencia empezaron a ser más constantes, más valientes. Diego López evitó el gol de Feghouli y un minuto después marcó Mathieu, a la salida de un córner. Colaboraron Diego López y Varane. El Madrid entendió entonces que había que esforzarse más de lo previsto, sufrir más, correr más, pensar mejor. Tenía 45 minutos por delante.
Tras el descanso, Di María entró por Illarramendi, y si el cambio resulta doloroso es porque fue justo. Illarra, insulso en la aportación, había perdido en el mediocampo dos balones de los que ruborizan.
El partido enloqueció y pareció bueno para el Madrid. Sergio Ramos igualó después de que Cristiano le pusiera el balón como un colocador de voley. Quedaba media hora por delante. Sin embargo, los jugadores de Ancelotti no tenían ni las piernas ni la lucidez de otras noches. Les faltó eso y les sobró Alves.
El gol de Parejo fue un golpe demasiado duro, una dulce venganza a la altura de su calidad. No se repuso el Madrid. Atacó con más orgullo que convicción hasta que Cristiano marcó un gol maravilloso que quizá perjudique a su equipo, así de sádico es el fútbol, así de delicioso.