El giro de Putin con Ucrania alivia y desconcierta a EE UU y Europa

La Administración Obama desconfía de las intenciones del Kremlin al aceptar las elecciones Washington dice no observar ningun retirada de tropas cerca de la frontera ucrania

Marc Bassets
Washington, El País
La crisis ucrania ha disparado en Estados Unidos y Europa la demanda de especialistas en Rusia, medio jubilados tras la caída del bloque soviético. Los viejos kremlinólogos, especialistas en desentrañar los mensajes del Kremlin, vuelven a estar solicitados. Ahora se trata de interpretar los mensajes e intenciones de un solo hombre, el presidente ruso, Vladímir Putin, imprevisible, poco fiable y enigmático a ojos de las capitales occidentales.


El último movimiento de Putin —la decisión de aceptar las elecciones en Ucrania el 25 de mayo, la desautorización del referéndum prorruso previsto para el domingo en el este del país y el anuncio de la retirada de las tropas rusas junto a la frontera— ha desencadenado las especulaciones sobre sus verdaderos motivos. ¿Una trampa para EE UU y la Unión Europea (UE)? ¿Una señal de que los objetivos de Moscú al desestabilizar Ucrania ya se han conseguido? ¿O una victoria de la diplomacia?

La reacción al giro —hasta unas horas antes el presidente ruso había defendido posiciones opuestas— mezcla el alivio y el desconcierto. Alivio, porque lo que parecía un choque de trenes inevitable, una deriva violenta ante la que norteamericanos y europeos tenían poca idea de cómo actuar, puede ahora quedar en suspenso. Y desconcierto, porque nadie se fía de Putin ni de sus próximos movimientos en el tablero ucranio.

La semana pasada, el presidente de EE UU, Barack Obama, y la canciller alemana, Angela Merkel, fijaron un plazo para imponer una nueva ronda de sanciones. Si Rusia torpedeaba las elecciones del 25 de mayo, amenazaron Obama y Merkel, se activarían medidas contra sectores clave de la economía rusa. Las sanciones ya adoptadas afectan a empresas y personas del entorno del presidente ruso o implicadas en la toma de la región ucrania de Crimea.

La decisión de Putin permite aparcar unas sanciones que buena parte del establishment industrial y político alemán rechazaba. Quizá ahora quede margen para la diplomacia y para ‘desescalar’ —en la jerga de la Casa Blanca— la tensión. El presidente ruso tiene previsto asistir a la conmemoración del desembarco en Normandía el próximo junio. Allí coincidirá, por primera vez desde que comenzó el conflicto, con Obama y Merkel.

La política de Obama hasta ahora ha consistido, pese a las presiones en Washington para golpear más duro a Moscú, en esperar a los europeos —y a su principal interlocutor, Merkel— para coordinar cualquier medida.
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El ministro alemán de Exteriores, Frank-Walter Steinmeier, celebró el jueves el “tono constructivo” de Putin, informa Lucía Abellán en Bruselas. “Quizá estemos en un momento crucial”, añadió. Steinmeier constató que nada está resuelto: los elementos prorrusos en el este de Ucrania han desoído la petición del Kremlin de desconvocar el referéndum. La UE se dispone a ampliar las sanciones el próximo lunes, cuando se reúnan los ministros de Exteriores.

EE UU es más escéptico. “Ya veremos”, respondió el subsecretario de Estado William Burns, de gira en Kazajstán, cuando un periodista le preguntó por el cambio aparente de Putin ante Ucrania. El día anterior, el portavoz de la Casa Blanca Josh Earnest dijo a la prensa que retirada de las tropas rusas cercanas a la frontera con Ucrania sería positiva, pero añadió: “Hasta la fecha, no hay ninguna prueba de que la retirada se haya realizado”.

El del miércoles no es primer movimiento de presidente ruso que alivia y desconcierta a EE UU y Europa. En septiembre de 2013, cuando EE UU se disponía a atacar Siria con misiles, Moscú ofreció un acuerdo de última hora que evitó la intervención. También entonces el gesto mereció una mezcla de desconcierto —¿qué buscaba Putin?— y alivio: se había evitado la guerra. ‘Leer’ a Putin —anticipar sus decisiones y comprender los mecanismos de su razonamiento— ha resultado ser una de las tareas más complicadas para Obama en la Casa Blanca. Los putinólogos tienen trabajo.

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