El este de Ucrania sigue la vía de Crimea
El 89,07% de los que acudieron a votar en Donetsk respalda a la autodeterminación
María Antonia Sánchez-Vallejo / Pilar Bonet
Donetsk, El País
En un referéndum de autodeterminación retórico cuyo resultado era ya previsible desde el momento mismo de la convocatoria, y que tanto recuerda el celebrado en Crimea en marzo, la población de Donetsk y Lugansk acudió este domingo masivamente a las urnas en una consulta sin garantías de transparencia ni mecanismos de control más allá de los impuestos por la organización, en manos prorrusas, y por decenas de hombres armados con fusiles y lanzagranadas, que custodiaban algunos centros de voto y, en especial, las principales sedes rebeldes. Según los datos "definitivos" ofrecidos por la Comisión Electoral para Donetsk, el 89,07% de los que acudieron a votar dieron su respaldo a la autodeterminación. La participación fue del 74,87%.
En varias localidades, la jornada electoral se vio jalonada por incidentes, como al norte de la provincia de Lugansko en Krasnoarmisk (oeste de Donetsk), donde una persona resultó muerta y y varias heridas cuando miembros de la Guardia Nacional abrieron fuego para dispersar a una multitud concentrada ante el principal colegio de la localidad.
Algo más de tres millones de personas, de los siete que viven en Donbas –el nombre de la cuenca minera que agrupa a ambas provincias- tenían derecho al voto según el censo de 2012, el utilizado hoy. Para actualizar el registro, cualquier elector que acudiera a uno de los 2.000 colegios repartidos en 53 localidades podía inscribirse en el acto y votar con la sola presentación del pasaporte (el ucranio, aún), lo que añadía más dudas a la limpieza del proceso. La ausencia de observadores internacionales y la única supervisión de alrededor de 10.000 voluntarios, muchos de ellos armados, inclinaban las condiciones de la consulta hacia el lado “separatista”, la denominación de Kiev para los prorrusos.
“Venimos a votar sí porque nos resulta imposible vivir bajo el Gobierno de Kiev. No compartimos sus políticas ni su ideología; su historia y sus héroes no son los nuestros”, explicaba Mijail Dvizhkov, autónomo de 55 años, ante el colegio número 5 de Donetsk.
La participación, mayor de la esperada por las autoridades prorrusas, envalentonó a Denis Pushilin, uno de los colíderes de la autoproclamada República de Donetsk, que en declaraciones a EL PAÍS ante la sede ocupada de la Administración Provincial bosquejó la agenda del Donbas independiente: “Mañana empieza una nueva vida. Cuando termine el recuento, decidiremos los siguientes pasos, pero no entra en nuestros planes convocar una nueva consulta sobre una hipotética incorporación a Rusia, como habían especulado algunas fuentes. Lo prioritario es abordar los problemas más acuciantes, como la economía y la defensa”. En declaraciones a la agencia Interfax, el dirigente rebelde anunció que, una vez declarada la independencia, “las fuerzas armadas ucranias serán consideradas fuerzas de ocupación”. La nueva entidad se dotará inmediatamente de los correspondientes órganos de gobierno, civiles y militares, subrayó Pushilin.
Las urnas, selladas con un papel timbrado de la autoproclamada República de Donetsk, mostraban cientos de papeletas con el sí, y muy pocos noes. Sólo en el colegio electoral número 2, instalado en una tienda de campaña ante el cuartel general rebelde y gestionado por una docena de voluntarias -además de un perro llamado Separatista espulgándose a su antojo entre las urnas- había unanimidad: mayoría aplastante de votos a favor. Jubilados y veteranos de guerra, algunos de ellos con sus condecoraciones, llenaron los centros de votación, aunque tampoco faltaban los jóvenes. Sasha Zharikovy, una policía de 22 años, votó en el colegio número 22 “por el futuro de Donetsk”. “No apoyo tanto la independencia como una vida en paz y sin armas; es decir, he votado contra el fascismo de Kiev, contra un Gobierno que envía tropas para matar a sus ciudadanos”. Al lado su padre, Alexéi, subrayaba la complicada viabilidad de la independencia, pero también su derecho “a elegir la lengua en que queremos hablar y sentir”, decía, en alusión a una de las principales demandas de los prorrusos, la cooficialidad lingüística. Las papeletas estaban escritas en ucranio y ruso.
En un referéndum considerado ilegal por la comunidad internacional, que el presidente ruso, Vladímir Putin, instó a aplazar y que el Gobierno interino de Ucrania califica de “paso hacia el abismo y la autodestrucción”, la deriva secesionista del Este recuerda el caso de Crimea, anexionada por Rusia en marzo tras un referéndum ilegal que tampoco fue supervisado formalmente. Pero, a diferencia de la irrelevancia territorial y económica de la pequeña península del mar Negro, las dos provincias del Donbas suponen en torno al 20% del PIB de Ucrania (Crimea sólo el 3,7%) y generan un tercio de la producción industrial del país, con un sector minero e industrial en pleno proceso de reconversión que recibe miles de millones de grivnas al año de Kiev.
María Antonia Sánchez-Vallejo / Pilar Bonet
Donetsk, El País
En un referéndum de autodeterminación retórico cuyo resultado era ya previsible desde el momento mismo de la convocatoria, y que tanto recuerda el celebrado en Crimea en marzo, la población de Donetsk y Lugansk acudió este domingo masivamente a las urnas en una consulta sin garantías de transparencia ni mecanismos de control más allá de los impuestos por la organización, en manos prorrusas, y por decenas de hombres armados con fusiles y lanzagranadas, que custodiaban algunos centros de voto y, en especial, las principales sedes rebeldes. Según los datos "definitivos" ofrecidos por la Comisión Electoral para Donetsk, el 89,07% de los que acudieron a votar dieron su respaldo a la autodeterminación. La participación fue del 74,87%.
En varias localidades, la jornada electoral se vio jalonada por incidentes, como al norte de la provincia de Lugansko en Krasnoarmisk (oeste de Donetsk), donde una persona resultó muerta y y varias heridas cuando miembros de la Guardia Nacional abrieron fuego para dispersar a una multitud concentrada ante el principal colegio de la localidad.
Algo más de tres millones de personas, de los siete que viven en Donbas –el nombre de la cuenca minera que agrupa a ambas provincias- tenían derecho al voto según el censo de 2012, el utilizado hoy. Para actualizar el registro, cualquier elector que acudiera a uno de los 2.000 colegios repartidos en 53 localidades podía inscribirse en el acto y votar con la sola presentación del pasaporte (el ucranio, aún), lo que añadía más dudas a la limpieza del proceso. La ausencia de observadores internacionales y la única supervisión de alrededor de 10.000 voluntarios, muchos de ellos armados, inclinaban las condiciones de la consulta hacia el lado “separatista”, la denominación de Kiev para los prorrusos.
“Venimos a votar sí porque nos resulta imposible vivir bajo el Gobierno de Kiev. No compartimos sus políticas ni su ideología; su historia y sus héroes no son los nuestros”, explicaba Mijail Dvizhkov, autónomo de 55 años, ante el colegio número 5 de Donetsk.
La participación, mayor de la esperada por las autoridades prorrusas, envalentonó a Denis Pushilin, uno de los colíderes de la autoproclamada República de Donetsk, que en declaraciones a EL PAÍS ante la sede ocupada de la Administración Provincial bosquejó la agenda del Donbas independiente: “Mañana empieza una nueva vida. Cuando termine el recuento, decidiremos los siguientes pasos, pero no entra en nuestros planes convocar una nueva consulta sobre una hipotética incorporación a Rusia, como habían especulado algunas fuentes. Lo prioritario es abordar los problemas más acuciantes, como la economía y la defensa”. En declaraciones a la agencia Interfax, el dirigente rebelde anunció que, una vez declarada la independencia, “las fuerzas armadas ucranias serán consideradas fuerzas de ocupación”. La nueva entidad se dotará inmediatamente de los correspondientes órganos de gobierno, civiles y militares, subrayó Pushilin.
Las urnas, selladas con un papel timbrado de la autoproclamada República de Donetsk, mostraban cientos de papeletas con el sí, y muy pocos noes. Sólo en el colegio electoral número 2, instalado en una tienda de campaña ante el cuartel general rebelde y gestionado por una docena de voluntarias -además de un perro llamado Separatista espulgándose a su antojo entre las urnas- había unanimidad: mayoría aplastante de votos a favor. Jubilados y veteranos de guerra, algunos de ellos con sus condecoraciones, llenaron los centros de votación, aunque tampoco faltaban los jóvenes. Sasha Zharikovy, una policía de 22 años, votó en el colegio número 22 “por el futuro de Donetsk”. “No apoyo tanto la independencia como una vida en paz y sin armas; es decir, he votado contra el fascismo de Kiev, contra un Gobierno que envía tropas para matar a sus ciudadanos”. Al lado su padre, Alexéi, subrayaba la complicada viabilidad de la independencia, pero también su derecho “a elegir la lengua en que queremos hablar y sentir”, decía, en alusión a una de las principales demandas de los prorrusos, la cooficialidad lingüística. Las papeletas estaban escritas en ucranio y ruso.
En un referéndum considerado ilegal por la comunidad internacional, que el presidente ruso, Vladímir Putin, instó a aplazar y que el Gobierno interino de Ucrania califica de “paso hacia el abismo y la autodestrucción”, la deriva secesionista del Este recuerda el caso de Crimea, anexionada por Rusia en marzo tras un referéndum ilegal que tampoco fue supervisado formalmente. Pero, a diferencia de la irrelevancia territorial y económica de la pequeña península del mar Negro, las dos provincias del Donbas suponen en torno al 20% del PIB de Ucrania (Crimea sólo el 3,7%) y generan un tercio de la producción industrial del país, con un sector minero e industrial en pleno proceso de reconversión que recibe miles de millones de grivnas al año de Kiev.