El cañón de Bale está listo
El delantero del Madrid, cuidadosamente dosificado para las grandes citas, llega a punto
Diego Torres
Madrid, El País
La delantera más fastuosa del fútbol mundial se ha ido desgastando según se consumen los días para la final de la Champions. Primero cayó Jesé, el brillante goleador de la cantera. Después Cristiano, que jamás se lesionaba, comenzó a sufrir una tendinitis en la rodilla izquierda. El último en dar síntomas de agotamiento es Benzema, que en abril jugó con dolor en un tobillo y el domingo experimentó una contractura en el aductor. Al comenzar la temporada los médicos del Madrid jamás habrían apostado que el 24 de mayo, en una cita que puede cambiar la historia del club, el más radiante de los atacantes sería Bale.
El día que los médicos revisaron a Gareth Bale se quedaron atónitos. El chico acababa de fichar por el Madrid por un precio que rondaba los 100 millones, el pasado septiembre, y las imágenes de su espina dorsal revelaron que tenía algo anormal en dos discos intervertebrales. Parecían dos hernias. Alarmados, cogieron el teléfono y llamaron de inmediato al presidente, Florentino Pérez, que, tras un breve sobresalto, dio vía libre a la formalización del contrato en medio de ruegos para mantener el tema en secreto.
“Protrusión” fue la palabra que emplearon los especialistas cuando el asunto se filtró. Oficialmente, el club restó importancia al cuadro y niega que se trate de una dolencia que precise intervención quirúrgica. Fuentes médicas próximas a Valdebebas, sin embargo, entienden que la patología detectada no permitiría que el futbolista compitiera sin operarse, como máximo, en un plazo de dos años. Para evitar cualquier posibilidad de interrumpir la temporada con el quirófano, el club dispuso que Bale se sometiera a un tratamiento preventivo que en Sanitas describen como “único en el mundo”. Evitando miradas indiscretas, desde que llegó a Madrid el jugador trabajó todas las tardes en su mansión, en donde le instalaron la infraestructura necesaria para que tonifique la espalda, con la asistencia permanente de profesionales contratados especialmente para él.
Bale se ausentó de 16 partidos en todas las competiciones. Cuando jugó, lo hizo con un agudo sentido de la dosificación y la oportunidad. En la Copa, por ejemplo, se perdió cinco encuentros de nueve, mientras que en Champions fue baja en uno de 11. Seleccionó las grandes ocasiones. Unas veces para ser resolutivo, como contra el Dortmund en el Bernabéu, o en la final de Copa, cuando metió el gol del triunfo. Bale hizo algunos de los goles más maravillosos de esta temporada pero no marcó ante los principales adversarios del Madrid en el campeonato. De los seis primeros clasificados solo el Sevilla (2) y el Villarreal (2) padecieron su remate en Liga.
La práctica reafirmó a Bale como un extraordinario especialista de la definición. Reacio a jugar como centrocampista exterior, en donde alguna vez Carlo Ancelotti le pidió que defendiera, el hombre prefirió reservarse para la gloria de los últimos metros. Allí exhibió una soberbia mecánica de golpeo con ambas piernas, un juego aéreo notable, y una habilidad novedosa como asistente. Hizo 21 goles y dio 19 pases de gol en 43 partidos. Producción fantástica, sobre todo si se considera la problemática médica que debió afrontar en su primer año en un país y en unos torneos completamente desconocidos para él.
Bale se hizo cargo de la situación con nervios, profesionalismo, y una discreción que sus compañeros a veces entendieron excesiva. Lleva tan en secreto sus extrañas dolencias dorsales que incluso dentro del vestuario desarrolló rutinas para ocultar las señales que le deja la terapia. Mientras los compañeros se cambian de pie, sin preocuparse de si muestran o no el lomo a los colegas, el británico procura no desnudarse de espaldas. Dicen los jugadores que, para evitar exhibiciones indeseadas, Bale es el único que se quita la ropa sistemáticamente sentado en la banqueta con la espalda contra la taquilla. Hasta que no se pone la camiseta de tirantes —base del uniforme— no vuelve la espalda. El extraño ritual, sin embargo, no ha impedido que alguno, camino de la ducha, le viera las marcas rojas en el dorso, señal de los tratamientos fisioterapéuticos que le practican. “Lo mismo que Higuaín”, dicen los testigos, evocando al argentino, que se operó de una hernia. “Solo que Higuaín decía que le dolía y Gareth no dice nada”.
Hace dos semanas, después de Múnich, los colegas vieron al galés repetir los gestos de Higuaín: se tocó la zona lumbar a la altura de los riñones, frunció el ceño en un mohín de dolor, y estiró la espalda. Igual que en otras ocasiones, al día siguiente no se entrenó. Fue el preludio de una baja de dos jornadas. Reapareció frente al Espanyol, el sábado, y, para no perder la costumbre, metió un golazo. El cañón está aparentemente listo para Lisboa.
Diego Torres
Madrid, El País
La delantera más fastuosa del fútbol mundial se ha ido desgastando según se consumen los días para la final de la Champions. Primero cayó Jesé, el brillante goleador de la cantera. Después Cristiano, que jamás se lesionaba, comenzó a sufrir una tendinitis en la rodilla izquierda. El último en dar síntomas de agotamiento es Benzema, que en abril jugó con dolor en un tobillo y el domingo experimentó una contractura en el aductor. Al comenzar la temporada los médicos del Madrid jamás habrían apostado que el 24 de mayo, en una cita que puede cambiar la historia del club, el más radiante de los atacantes sería Bale.
El día que los médicos revisaron a Gareth Bale se quedaron atónitos. El chico acababa de fichar por el Madrid por un precio que rondaba los 100 millones, el pasado septiembre, y las imágenes de su espina dorsal revelaron que tenía algo anormal en dos discos intervertebrales. Parecían dos hernias. Alarmados, cogieron el teléfono y llamaron de inmediato al presidente, Florentino Pérez, que, tras un breve sobresalto, dio vía libre a la formalización del contrato en medio de ruegos para mantener el tema en secreto.
“Protrusión” fue la palabra que emplearon los especialistas cuando el asunto se filtró. Oficialmente, el club restó importancia al cuadro y niega que se trate de una dolencia que precise intervención quirúrgica. Fuentes médicas próximas a Valdebebas, sin embargo, entienden que la patología detectada no permitiría que el futbolista compitiera sin operarse, como máximo, en un plazo de dos años. Para evitar cualquier posibilidad de interrumpir la temporada con el quirófano, el club dispuso que Bale se sometiera a un tratamiento preventivo que en Sanitas describen como “único en el mundo”. Evitando miradas indiscretas, desde que llegó a Madrid el jugador trabajó todas las tardes en su mansión, en donde le instalaron la infraestructura necesaria para que tonifique la espalda, con la asistencia permanente de profesionales contratados especialmente para él.
Bale se ausentó de 16 partidos en todas las competiciones. Cuando jugó, lo hizo con un agudo sentido de la dosificación y la oportunidad. En la Copa, por ejemplo, se perdió cinco encuentros de nueve, mientras que en Champions fue baja en uno de 11. Seleccionó las grandes ocasiones. Unas veces para ser resolutivo, como contra el Dortmund en el Bernabéu, o en la final de Copa, cuando metió el gol del triunfo. Bale hizo algunos de los goles más maravillosos de esta temporada pero no marcó ante los principales adversarios del Madrid en el campeonato. De los seis primeros clasificados solo el Sevilla (2) y el Villarreal (2) padecieron su remate en Liga.
La práctica reafirmó a Bale como un extraordinario especialista de la definición. Reacio a jugar como centrocampista exterior, en donde alguna vez Carlo Ancelotti le pidió que defendiera, el hombre prefirió reservarse para la gloria de los últimos metros. Allí exhibió una soberbia mecánica de golpeo con ambas piernas, un juego aéreo notable, y una habilidad novedosa como asistente. Hizo 21 goles y dio 19 pases de gol en 43 partidos. Producción fantástica, sobre todo si se considera la problemática médica que debió afrontar en su primer año en un país y en unos torneos completamente desconocidos para él.
Bale se hizo cargo de la situación con nervios, profesionalismo, y una discreción que sus compañeros a veces entendieron excesiva. Lleva tan en secreto sus extrañas dolencias dorsales que incluso dentro del vestuario desarrolló rutinas para ocultar las señales que le deja la terapia. Mientras los compañeros se cambian de pie, sin preocuparse de si muestran o no el lomo a los colegas, el británico procura no desnudarse de espaldas. Dicen los jugadores que, para evitar exhibiciones indeseadas, Bale es el único que se quita la ropa sistemáticamente sentado en la banqueta con la espalda contra la taquilla. Hasta que no se pone la camiseta de tirantes —base del uniforme— no vuelve la espalda. El extraño ritual, sin embargo, no ha impedido que alguno, camino de la ducha, le viera las marcas rojas en el dorso, señal de los tratamientos fisioterapéuticos que le practican. “Lo mismo que Higuaín”, dicen los testigos, evocando al argentino, que se operó de una hernia. “Solo que Higuaín decía que le dolía y Gareth no dice nada”.
Hace dos semanas, después de Múnich, los colegas vieron al galés repetir los gestos de Higuaín: se tocó la zona lumbar a la altura de los riñones, frunció el ceño en un mohín de dolor, y estiró la espalda. Igual que en otras ocasiones, al día siguiente no se entrenó. Fue el preludio de una baja de dos jornadas. Reapareció frente al Espanyol, el sábado, y, para no perder la costumbre, metió un golazo. El cañón está aparentemente listo para Lisboa.