Doce años de la Novena: entre Casillas y la volea de Zidane


Madrid, AS
Hoy se cumplen doce años de la Novena. Doce años desde que el Real Madrid ganase su última Champions. De aquel equipo sólo Casillas permanece en el conjunto madridista, que jugará su tercera final de la máxima competición europea de clubes el 24 de mayo en Lisboa. También Zidane, que ahora es ayudante de Ancelotti. Los dos fueron los principales protagonistas de una noche mágica para el madridismo. De los 18 convocados, todos, salvo Casillas y Raúl, han colgado las botas. Unos entrenan (Roberto Carlos, Solari, Morientes), otros han elegido los despachos (Salgado, Hierro, Makelele, Figo) y los hay que prefieren ser comentaristas (César, Helguera, McManaman). Todos, de una manera u otra, siguen teniendo un estrecho vínculo con el fútbol.


Aquella noche, en Glasgow, había 20.000 madridistas por 6.000 alemanes. Días antes, el Bayer había devuelto 7.000 entradas que se repartieron entre el Real Madrid y la UEFA. En los prolegómenos, buen augurio, se homenajeó al once que se enfrentó al Eintracht en Hampden Park en 1960. Aquel 7-3 que ha pasado a la eternidad como el mejor partido de la historia.

Empezó bien el Madrid. Marcó Raúl en el minuto 9. Había sido el último jugador madridista en lograr un gol en la anterior final que disputó el conjunto madrileño, la de París en 2000 (3-0) y el primero en hacerlo en Glasgow. Empató Lucio (14’). Casi llegando al descanso, en en el minuto 45, Zidane dibujó un gol de volea. Un tanto que ya es uno de los mejores de la historia del fútbol. Casillas, mientras, lo veía desde el banquillo. En marzo, Del Bosque decidió relevarle en la portería. El joven portero (cumplía 21 años el 20 de mayo) atravesaba momentos muy difíciles de su entonces corta carrera deportiva. Pero en el minuto 68 su destino cambió para siempre. Lucio pisó a César en el pie y éste no pudo continuar. Iker se apresuró a salir, le cortaron las mangas (como a él le gusta) y saltó al terreno de juego. El Bayer apretaba entonces. Quería empatar, al menos, para llegar a la prórroga, pero se encontraron con Casillas. Tres paradas extraordinarias, magníficas. Tres paradas en 55 segundos que sólo él es capaz de hacer en el minuto 96. Primero fue un trallazo de Bastürk, después sacó el pie a un tiro de Berbatov y, por último, rechazó un cabezazo del propio Berbatov.

Cuando Maier pitó el final, rompió a llorar. Inconsolable, su primer pensamiento fue para su madre, que se había quedado en Madrid. Buscó a su padre y a su hermano que estaban en la grada. Descargó la rabia contenida de tres meses atrás, de noches sin dormir, pensando que no tendría futuro en el Real Madrid. Que su sueño de niño tenía fecha de caducidad. Pero todo cambió de pronto. De suplente a indiscutible. Esas tres intervenciones siempre permanecerán en su cabeza.

Desde entonces ganó cuatro Ligas (tiene cinco), dos Copas, una Intercontinental, dos Eurocopas y un Mundial. Ha sido elegido el mejor portero del mundo durante cinco años seguidos, designado Guante de Oro en el Mundial de Sudáfrica. Capitán de España y del Real Madrid, un icono del fútbol, el personaje más querido, El Santo. Aquella Copa de Europa le cambió la vida en 55 segundos. Ésta, la que puede ser la Décima, puede cambiarle el destino...

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