De la guerrilla a la política

La reconversión de las FARC colombianas en un partido, supeditada al acuerdo de paz, está cuajada de dificultades

Silvia Blanco
Bogotá, El País
Han pasado cincuenta años desde que se fundaron las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia, las FARC, y el futuro de la guerrilla de origen marxista y campesino todavía condiciona unas elecciones. El diálogo de paz que se desarrolla en La Habana servirá, si no se frustra, para que deje de ser una estructura militar y participe en política. Pero la idea de que sus miembros se puedan sentar en el Congreso y de que sus jefes no vayan a ir a la cárcel suscita rechazo, cuando no odio, en parte de la población. De hecho, la oposición uribista ha hecho del asunto uno de sus lemas, “paz sin impunidad”, que se traduce en penas de prisión para los cabecillas de las FARC. Ese será uno de los principales nudos en el camino a que se conviertan en un partido o movimiento integrado en la izquierda democrática.


La metamorfosis, si se produce, “va a ser difícil, y las FARC lo entienden. Son conscientes de sus límites en un mundo urbano y de clase media”, afirma el analista político y columnista León Valencia. Comprende esa transición porque él mismo formó parte del comité central del Ejército de Liberación Nacional (ELN, la segunda guerrilla más importante del país) y volvió a la vida civil en los noventa, en un proceso de desmovilización masivo. Valencia cree que la aspiración política principal de las FARC “es conservar su influencia en el campo, en los territorios donde han estado”, y desde allí, pronostica, “quizá traten de ser un partido nacional, pero les llevará tiempo. En las ciudades se les odia mucho y se ve más su cara depredadora que la de sustituto del Estado en un mundo rural y todavía marginado”, afirma.

Las FARC apenas tienen ahora apoyo social. Su imagen está destrozada por los secuestros y los ataques a civiles y lastrada por la idea de que hace mucho que perdieron su compromiso ideológico al vincularse con el narcotráfico. Si logran participar en política, el “protagonismo para crear un partido lo tendrán mandos intermedios, no los jefes de la guerrilla”, plantea Alejo Vargas, analista del conflicto y profesor de Ciencias Políticas de la Universidad Nacional. “La gente se imagina a Timochenko [el máximo jefe] en el Congreso, pero creo que más bien se dará paso a otra generación y la cúpula de ahora quedará en segundo plano”, opina. Vargas cree que las FARC pueden ser el núcleo de un “bloque de partidos de la izquierda democrática que empiece a verse como una opción política interesante, en un panorama donde la izquierda ha sido históricamente marginal”, opina.

La violencia ha distorsionado la voz de la izquierda en Colombia. “La guerra ha derechizado a las clases medias de las ciudades”, comenta una de las periodistas más famosas del país y columnista de la revista Semana, María Jimena Duzán. “Después de cinco décadas de tener más guerrillas que partidos políticos, es muy difícil ser de izquierdas”, afirma. Algo similar piensa León Valencia, que señala la falta de proyecto político eficaz de izquierda en Colombia y su marginalidad. Por eso cree que "el día que se firme la paz, va a cambiar el mapa político de este país, porque la gente va a perder el miedo a votar a la izquierda y la izquierda se va a liberar de los viejos discursos. Ese es el temor de las élites, que temen la pluralidad", asegura.

Colombia ya ha visto a una guerrilla convertirse en partido político. Hace 24 años, ese camino lo recorrió el M19, una organización militar con influencia en las ciudades, conocida por golpes espectaculares como la toma del palacio de Justicia de Bogotá. Cuando dejaron las armas en 1990, se transformaron en un partido de centro izquierda muy potente, formaron parte de la asamblea para redactar la Constitución de 1991 y lograron casi el 30% de los votos en sus primeras elecciones, aunque su éxito fue efímero.

También una parte de las FARC habían explorado la vía democrática con la Unión Patriótica (UP) creada en 1985 en un intento de acuerdo de paz con Belisario Betancur y que permitió que varios de sus dirigentes dejaran las armas y entraran en política. Miles de sus miembros, entre ellos dos candidatos presidenciales y ocho senadores, fueron asesinados. Uno de ellos fue el padre del congresista Iván Cepeda, del izquierdista Polo Democrático y defensor de derechos humanos. Él cree que la izquierda legal “ha madurado, ya no es solo una fuerza rebelde, sino que ha demostrado capacidad de gobierno, como en la alcaldía de Bogotá”. Con unas FARC convertidas en partido, la izquierda democrática lo tendrá más fácil para “confluir en un solo torrente capaz de llegar a la presidencia”, pero antes, dice, “se tiene que acabar el conflicto”.

Si el proceso de paz tiene éxito, dejaría de tener sentido la excusa de que “no hay una izquierda fuerte porque hay violencia y la justificación de esa violencia porque no se puede participar en política”, augura Vargas. Él ve como un horizonte posible que, si la negociación acaba en 2015, para las próximas elecciones de 2018 “puede esperarse una fuerza política importante procedente de las FARC” que contribuya a fortalecer al resto de organizaciones sociales, "muy debilitadas por la violencia contra ellos, por las matanzas de sindicalistas, y porque la protesta social tiende a asociarse con la guerra", apunta.

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