De Íker a Casillas, doce años de lágrimas muy distintas

Lloró de alegría tras salvar al Madrid en la Champions de 2002. Ahora lloró por sentirse culpable del gol del Atlético. Ramos le salvó


Madrid, ABC
Lloraba, inconsolable, en el vestuario de Lisboa. Se había sentido culpable hasta el minuto 93. El gol del Atlético fue un grave error de Íker. Quedarse a media salida era un fallo enorme en un guardameta. Godín aprovechó el fiasco. Los rojiblancos defendieron su ventaja hasta casi el final del partido reglamentario. Y Casillas se comía la cabeza. Siempre le da vueltas a todas sus acciones. Pensaba que podían perder la Champions por su mala decisión. Y veía a su equipo desgastarse en el césped de Lisboa en busca de un empate que no llegaba. La hoguera mediática le esperaba después. Hasta que Ramos le salvó de las llamas.


Después, Bale, Marcelo y Cristiano Ronaldo anotaron otros tres goles. Pero el portero madrileño no se conformó. Nunca lo hará. Las lágrimas de la tensión le corrían por su cara. Meditaba lo que pudo ser y al final no fue.



Hace dos años, con Mourinho, falló también en los dos goles que el Manchester City le endosó al Real Madrid en el Bernabéu. Los blancos remontaron, 3-2, con un gol final de Cristiano. Pero el cancerbero estuvo los noventa minutos lamentando su floja actuación, hablando solo, mirando al cielo.

Las lágrimas del veterano capitán en Lisboa contrastaron con las lágrimas del joven Íker en Glasgow, en la final de la Champions 2002. Entonces, el portero sustituyó a César y salvó al Madrid con tres paradones, con pies y manos, que impidieron el empate del Bayer Leverkusen. Al final, Íker y César lloraban juntos, de felicidad, por el título. Doce años más tarde, el mito lloraba por su gran error. Pero la suerte le ayudó hasta en el máximo peligro. Ramos le sacó del infierno. Aunque el guardameta nunca se lo perdonará a sí mismo.

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