Rusia promete a EE UU el desarme inmediato de las milicias en Ucrania
Kiev se compromete a amnistiar a los rebeldes y a reconocer las aspiraciones de la comunidad rusa
Lucía Abellán
Bruselas, El País
Rusia ha esbozado un primer compromiso ante Occidente para reconducir la crisis ucrania. Pese a todas las incertidumbres que se ciernen sobre esa voluntad de diálogo, el secretario de Estado estadounidense, John Kerry, y la alta representante para la Política Exterior Europea, Catherine Ashton, han logrado arrancar un acuerdo a Rusia y Ucrania para acabar con la violencia en el primer país. El compromiso obliga a Moscú a propiciar el desarme de las milicias prorrusas en el este de Ucrania y, a cambio, Kiev elaborará una Constitución que consagre la organización federal del país y el respeto a todas las minorías.
Ese logro, aún por concretar, representa más de lo que todas las partes auguraban, incluso durante las horas en que los cuatro mandatarios (Kerry y Ashton más el ministro ruso de Exteriores, Serguéi Lavrov, y su homólogo ucranio, Andrei Deshchytsia) estuvieron reunidos en Ginebra. El encuentro se vio precedido por una escalada verbal del presidente ruso, Vladímir Putin, durante una entrevista televisiva. También por las palabras del primer ministro ucranio, Arseni Yatseniuk, que decía confiar poco en el diálogo. La insistencia de los cuatro negociadores, reunidos el jueves durante casi siete horas en un hotel de la ciudad suiza, produjo un salto adelante.
“Lo acordado solo tendrá sentido si se actúa. El trabajo no estará hecho hasta que este acuerdo se aplique”, advirtió Kerry, consciente de que el compromiso político no garantiza la adopción de medidas. El texto pactado obliga a frenar la violencia en Ucrania y, en concreto, a desarmar a “todos los grupos ilegales armados”, explicó el norteamericano en una conferencia de prensa posterior al encuentro. Se trata de las milicias prorrusas a las que toda la comunidad internacional considera apoyadas por Moscú, aunque Putin niega tal responsabilidad. Los rebeldes deben desalojar los edificios, calles y plazas que han ocupado en el este del país y se beneficiarán de una amnistía, a no ser que hayan incurrido en delitos muy graves.
Como contrapartida, el Gobierno de Kiev acepta respetar la diversidad del país, con una Constitución que otorgue la mayor parte de las competencias —salvo defensa, justicia y política exterior— a las regiones. De esa manera, las comunidades rusófonas deberían ver reconocida su singularidad. Tanto Kerry como Ashton han otorgado credibilidad a los planes del primer ministro ucranio de dar rango constitucional a esas exigencias.
Para garantizar el cumplimiento de lo pactado, las dos partes se comprometen a dar un papel más activo a los observadores internacionales. Los expertos que ya están en la zona desplegados por la OSCE —la organización que vela por la seguridad y la cooperación en Europa— tendrán un “papel de liderazgo” en este terreno, en palabras de Ashton. Esos técnicos asistirán al Gobierno de Kiev y a las autoridades locales en el cumplimiento de lo firmado.
Lo más importante de este acuerdo es la inmediatez que se le presume. Kerry otorgó de plazo hasta mediados de la próxima semana para comprobar que la tensión se ha rebajado en el este de Ucrania. “Le he dejado claro a Lavrov que, si no hay avances, no tendremos otra opción que imponer más sanciones a Rusia”, explicó a preguntas de los periodistas, una estrategia que se concertará con la UE. El representante estadounidense abrió la puerta a nuevas negociaciones si en los próximos días se producen avances.
El relativo éxito de la reunión recondujo los malos augurios que la rodeaban durante las horas previas. Las principales provinieron de Putin, que respondió a una larga serie de preguntas de ciudadanos de a pie en la televisión rusa. “Recuerdo que el Senado ruso otorgó al presidente el derecho a usar las Fuerzas Armadas en Ucrania. Confío mucho en no tener que ejercer este derecho”, amenazó el líder ruso, que intentaba compensar sus frases con llamamientos al diálogo. Su ministro de Exteriores suavizó después esa amenaza. “No tenemos ningún deseo de enviar tropas a Ucrania. Iría contra nuestros intereses fundamentales”, declaró Lavrov ante la prensa.
Putin mantuvo el desafío lanzado hace unos días a la UE al amenazarla con reducir el bombeo de gas como represalia ante los impagos que acumula Ucrania por el gas importado de Rusia. “¿Puede la UE dejar de comprar gas ruso? En mi opinión, es imposible”, sentenció. Esas palabras contrastaron vivamente con la carta que le envió el presidente de la Comisión Europea, José Manuel Durão Barroso, en nombre de los 28 Estados miembros para responder a los avisos. En un tono absolutamente conciliador, Barroso se avenía a negociar cómo garantizar el suministro energético, aunque alertaba a Putin: “Esas medidas generan dudas sobre su voluntad de ser percibido como un suministrador fiable de gas en Europa”.
Lucía Abellán
Bruselas, El País
Rusia ha esbozado un primer compromiso ante Occidente para reconducir la crisis ucrania. Pese a todas las incertidumbres que se ciernen sobre esa voluntad de diálogo, el secretario de Estado estadounidense, John Kerry, y la alta representante para la Política Exterior Europea, Catherine Ashton, han logrado arrancar un acuerdo a Rusia y Ucrania para acabar con la violencia en el primer país. El compromiso obliga a Moscú a propiciar el desarme de las milicias prorrusas en el este de Ucrania y, a cambio, Kiev elaborará una Constitución que consagre la organización federal del país y el respeto a todas las minorías.
Ese logro, aún por concretar, representa más de lo que todas las partes auguraban, incluso durante las horas en que los cuatro mandatarios (Kerry y Ashton más el ministro ruso de Exteriores, Serguéi Lavrov, y su homólogo ucranio, Andrei Deshchytsia) estuvieron reunidos en Ginebra. El encuentro se vio precedido por una escalada verbal del presidente ruso, Vladímir Putin, durante una entrevista televisiva. También por las palabras del primer ministro ucranio, Arseni Yatseniuk, que decía confiar poco en el diálogo. La insistencia de los cuatro negociadores, reunidos el jueves durante casi siete horas en un hotel de la ciudad suiza, produjo un salto adelante.
“Lo acordado solo tendrá sentido si se actúa. El trabajo no estará hecho hasta que este acuerdo se aplique”, advirtió Kerry, consciente de que el compromiso político no garantiza la adopción de medidas. El texto pactado obliga a frenar la violencia en Ucrania y, en concreto, a desarmar a “todos los grupos ilegales armados”, explicó el norteamericano en una conferencia de prensa posterior al encuentro. Se trata de las milicias prorrusas a las que toda la comunidad internacional considera apoyadas por Moscú, aunque Putin niega tal responsabilidad. Los rebeldes deben desalojar los edificios, calles y plazas que han ocupado en el este del país y se beneficiarán de una amnistía, a no ser que hayan incurrido en delitos muy graves.
Como contrapartida, el Gobierno de Kiev acepta respetar la diversidad del país, con una Constitución que otorgue la mayor parte de las competencias —salvo defensa, justicia y política exterior— a las regiones. De esa manera, las comunidades rusófonas deberían ver reconocida su singularidad. Tanto Kerry como Ashton han otorgado credibilidad a los planes del primer ministro ucranio de dar rango constitucional a esas exigencias.
Para garantizar el cumplimiento de lo pactado, las dos partes se comprometen a dar un papel más activo a los observadores internacionales. Los expertos que ya están en la zona desplegados por la OSCE —la organización que vela por la seguridad y la cooperación en Europa— tendrán un “papel de liderazgo” en este terreno, en palabras de Ashton. Esos técnicos asistirán al Gobierno de Kiev y a las autoridades locales en el cumplimiento de lo firmado.
Lo más importante de este acuerdo es la inmediatez que se le presume. Kerry otorgó de plazo hasta mediados de la próxima semana para comprobar que la tensión se ha rebajado en el este de Ucrania. “Le he dejado claro a Lavrov que, si no hay avances, no tendremos otra opción que imponer más sanciones a Rusia”, explicó a preguntas de los periodistas, una estrategia que se concertará con la UE. El representante estadounidense abrió la puerta a nuevas negociaciones si en los próximos días se producen avances.
El relativo éxito de la reunión recondujo los malos augurios que la rodeaban durante las horas previas. Las principales provinieron de Putin, que respondió a una larga serie de preguntas de ciudadanos de a pie en la televisión rusa. “Recuerdo que el Senado ruso otorgó al presidente el derecho a usar las Fuerzas Armadas en Ucrania. Confío mucho en no tener que ejercer este derecho”, amenazó el líder ruso, que intentaba compensar sus frases con llamamientos al diálogo. Su ministro de Exteriores suavizó después esa amenaza. “No tenemos ningún deseo de enviar tropas a Ucrania. Iría contra nuestros intereses fundamentales”, declaró Lavrov ante la prensa.
Putin mantuvo el desafío lanzado hace unos días a la UE al amenazarla con reducir el bombeo de gas como represalia ante los impagos que acumula Ucrania por el gas importado de Rusia. “¿Puede la UE dejar de comprar gas ruso? En mi opinión, es imposible”, sentenció. Esas palabras contrastaron vivamente con la carta que le envió el presidente de la Comisión Europea, José Manuel Durão Barroso, en nombre de los 28 Estados miembros para responder a los avisos. En un tono absolutamente conciliador, Barroso se avenía a negociar cómo garantizar el suministro energético, aunque alertaba a Putin: “Esas medidas generan dudas sobre su voluntad de ser percibido como un suministrador fiable de gas en Europa”.