Roma se prepara para la fiesta de los dos papas
Francisco canonizará el domingo a Juan XXIII y Juan Pablo II, ante la presencia de Benedicto XVI
Pablo Ordaz
Roma, El País
A la fiesta, desde el punto de vista religioso, no se le puede pedir más. Un papa, Francisco, canonizará el domingo a otros dos, Juan XXIII y Juan Pablo II, ante la presencia –aún no confirmada pero prácticamente segura– de un cuarto, el papa emérito Benedicto XVI. De ahí que no sea extraño que Roma, ya de por sí repleta de turistas en esta época del año, se encuentre abarrotada por cientos de miles de peregrinos de todo el mundo –se habla de un millón– dispuestos a ser testigos directos de una jornada histórica para la Iglesia católica.
Por si no fuera suficiente, al “día de los dos papas” –así lo ha bautizado la prensa italiana–, tampoco le falta su ingrediente de polémica. Durante las últimas horas, tanto el Vaticano como algunas congregaciones religiosas muy cercanas a Juan Pablo II se han esforzado por organizar encuentros informativos con algunos de sus más estrechos colaboradores. Todos, desde su secretario personal al postulador de su causa de santidad, pasando por su portavoz o el jefe del equipo médico que lo atendió en su calvario de los últimos años, han destacado lógicamente su gran capacidad de trabajo, la presencia constante de la oración en su vida o su gran sentido del humor incluso en los momentos últimos de la enfermedad. Pero también casi todos, en uno u otro momento, han tenido que contestar a la pregunta que, como una nube negra, ensombrece la fiesta: ¿Hasta qué punto Juan Pablo II supo y permitió –o al menos no combatió con la suficiente determinación– el problema de la pederastia en general y de los abusos de Marcial Maciel en particular?
El español Joaquín Navarro Valls, portavoz durante 22 de los 26 años que duró el pontificado de Wojtyla, admitió que al principio Juan Pablo II “no comprendió” el alcance del problema, “porque para la pureza de su pensamiento aceptar esa realidad era imposible, era increíble, pero a medida que fue creciendo se preocupó mucho y envió a [Charles] Scicluna [entonces promotor de justicia de la Congregación para la Doctrina de la Fe] a que investigara”. Navarro Valls añadió que, “por tanto, las investigaciones comenzaron durante el pontificado de Juan Pablo II, pero comprobar un caso de esas dimensiones tomó tiempo y cuando los resultados llegaron a Roma, ya el Papa había fallecido”. No obstante, y a pesar de la campaña mediática centrada fundamentalmente en Wojtyla –Juan XXIII, sobre el que no existe ninguna duda sobre su bondad, parece el pariente pobre de la celebración–, el runrún permanece y convoca el recuerdo de quienes, como el cardenal Carlo Maria Martini, siempre dudaron de la conveniencia de elevar a Juan Pablo II a los altares.
Pero Wojtyla no solo será proclamado santo, sino que lo será en un tiempo récord debido a que su sucesor, Joseph Ratzinger, ordenó al mes siguiente de ser elegido que el proceso se iniciara de forma inmediata, saltándose la norma de esperar cinco años tras la muerte. De ahí que la memoria tan reciente del papa mediático y viajero –de los 27 años de su pontificado pasó dos (exactamente 822 días) visitando 129 países– haya convocado a Roma no solo a cientos de miles de fieles, sino también a un buen número de jefes de Estado, entre los que se incluye al rey Juan Carlos, quien aprovechará su visita a Roma, donde nació, para visitar el sábado al presidente de la República, Giorgio Napolitano, y ser recibido, el lunes por la mañana, por el papa Francisco.
Pablo Ordaz
Roma, El País
A la fiesta, desde el punto de vista religioso, no se le puede pedir más. Un papa, Francisco, canonizará el domingo a otros dos, Juan XXIII y Juan Pablo II, ante la presencia –aún no confirmada pero prácticamente segura– de un cuarto, el papa emérito Benedicto XVI. De ahí que no sea extraño que Roma, ya de por sí repleta de turistas en esta época del año, se encuentre abarrotada por cientos de miles de peregrinos de todo el mundo –se habla de un millón– dispuestos a ser testigos directos de una jornada histórica para la Iglesia católica.
Por si no fuera suficiente, al “día de los dos papas” –así lo ha bautizado la prensa italiana–, tampoco le falta su ingrediente de polémica. Durante las últimas horas, tanto el Vaticano como algunas congregaciones religiosas muy cercanas a Juan Pablo II se han esforzado por organizar encuentros informativos con algunos de sus más estrechos colaboradores. Todos, desde su secretario personal al postulador de su causa de santidad, pasando por su portavoz o el jefe del equipo médico que lo atendió en su calvario de los últimos años, han destacado lógicamente su gran capacidad de trabajo, la presencia constante de la oración en su vida o su gran sentido del humor incluso en los momentos últimos de la enfermedad. Pero también casi todos, en uno u otro momento, han tenido que contestar a la pregunta que, como una nube negra, ensombrece la fiesta: ¿Hasta qué punto Juan Pablo II supo y permitió –o al menos no combatió con la suficiente determinación– el problema de la pederastia en general y de los abusos de Marcial Maciel en particular?
El español Joaquín Navarro Valls, portavoz durante 22 de los 26 años que duró el pontificado de Wojtyla, admitió que al principio Juan Pablo II “no comprendió” el alcance del problema, “porque para la pureza de su pensamiento aceptar esa realidad era imposible, era increíble, pero a medida que fue creciendo se preocupó mucho y envió a [Charles] Scicluna [entonces promotor de justicia de la Congregación para la Doctrina de la Fe] a que investigara”. Navarro Valls añadió que, “por tanto, las investigaciones comenzaron durante el pontificado de Juan Pablo II, pero comprobar un caso de esas dimensiones tomó tiempo y cuando los resultados llegaron a Roma, ya el Papa había fallecido”. No obstante, y a pesar de la campaña mediática centrada fundamentalmente en Wojtyla –Juan XXIII, sobre el que no existe ninguna duda sobre su bondad, parece el pariente pobre de la celebración–, el runrún permanece y convoca el recuerdo de quienes, como el cardenal Carlo Maria Martini, siempre dudaron de la conveniencia de elevar a Juan Pablo II a los altares.
Pero Wojtyla no solo será proclamado santo, sino que lo será en un tiempo récord debido a que su sucesor, Joseph Ratzinger, ordenó al mes siguiente de ser elegido que el proceso se iniciara de forma inmediata, saltándose la norma de esperar cinco años tras la muerte. De ahí que la memoria tan reciente del papa mediático y viajero –de los 27 años de su pontificado pasó dos (exactamente 822 días) visitando 129 países– haya convocado a Roma no solo a cientos de miles de fieles, sino también a un buen número de jefes de Estado, entre los que se incluye al rey Juan Carlos, quien aprovechará su visita a Roma, donde nació, para visitar el sábado al presidente de la República, Giorgio Napolitano, y ser recibido, el lunes por la mañana, por el papa Francisco.