Putin juega con los rusos y los mapas

El Kremlin se atribuye el título legal de guardián de la identidad rusa para proyectar su influencia sobre territorios de la antigua URSS y el Imperio zarista

Pilar Bonet
Donetsk, El País
Los conceptos jurídicos de ciudadanía y las fronteras de Estados miembros de la ONU están siendo erosionados por el malabarismo del presidente Vladímir Putin. El Kremlin juega con los términos con la misma agilidad que un trilero mueve sus cubiletes para que el dado esté siempre en su terreno. Apoyándose en pensadores, considerados marginales hasta hace poco, la ideología del resurgir del Imperio Ruso encuentra eco en sectores sociales resentidos por la supuesta humillación vivida desde la desintegración de la URSS. La propaganda televisiva alimenta la ilusión de que Rusia volverá a ser una gran potencia si se erige en luz y guía del espacio postsoviético y obliga al resto del mundo a “respetarla” (ya no pretende ser querida) por su fuerza militar.


El Kremlin juega con tres conceptos: la identidad rusa, el tiempo y el espacio. Para entender el truco cabe preguntar: ¿qué es ser ruso? y ¿con qué mapas jugáis? La palabra ruso en castellano traduce dos acepciones, ruski, con un sentido étnico y cultural, y rossian, que denomina a personas de distintas etnias y culturas con pasaporte de la Federación Rusa. El problema viene de que el Kremlin no solo defiende a los rossian, sino también a los ruski, que es un concepto dilatado y fragmentado en comunidades diversas en distintos países.

La ideología estatal predominante está en los orígenes de la crisis actual en Ucrania, cuyas autoridades se resisten a integrar el factor ruso (ruski) como elemento de la propia identidad estatal. En una ocasión, el presidente ucranio Víctor Yúshenko quedó desconcertado cuando esta corresponsal le preguntó por qué dejaba que Rusia monopolizara lo ruso y por qué le entregaba la literatura ucrania en ruso (Nikolái Gógol, Isaac Bábel, Mijaíl Bulgákov) a Rusia. La lengua ucrania tiende a protegerse del ruso como otros idiomas que coexisten con lenguas-gigantes sostenidas por un aparato estatal, pero, al entregar lo ruso (ruski) a Moscú, los dirigentes ucranios contribuyeron a generar la actitud mesiánica del Kremlin respecto a la cultura rusa, que se plasma también en el apoyo al llamado Ruski Mir (Mundo Ruso).

Hasta ahora, el Kremlin no tomó decisiones que puedan ser calificadas de “étnicas” para proteger a los rusos, pero sí juega con el factor ruso. Rusia ha repartido con profusión pasaportes rusos en territorios con “conflictos congelados” legados por la URSS (Abjazia y Osetia del Sur y el Transdniester) y, para resolver su crisis demográfica, lanzó en 2006 un programa de repatriación de “compatriotas”, dirigido a ciudadanos de países de la antigua URSS que, sabiendo hablar ruso, desearan emigrar a Rusia y convertirse en ciudadanos rusos. En aquel entonces, Moscú hizo equilibrios para evitar criterios étnicos con los “repatriados”, que en 2013 fueron 183.000.

El Kremlin invocó la protección de los “ciudadanos rusos” para repeler el ataque del entonces presidente georgiano Mijaíl Saakashvili contra Tsjinvali, la capital de Osetia del Sur, en 2008. En 2009 esta política se legitimó con una enmienda en la Ley de Defensa, de acuerdo con la cual Rusia podía intervenir en el extranjero para defender los intereses de la Federación Rusa y sus “ciudadanos”. En el caso de Crimea, en la península existía un amplio contingente de ciudadanos rusos (militares jubilados, personas con doble nacionalidad). Tras la anexión, Moscú, rauda y generosamente, ha repartido pasaportes rusos a la población local.

Para comprender la situación en el sudeste de Ucrania es útil distinguir entre los rusos “por pasaporte” y los rusos “por lengua”, “de corazón” y “por nostalgia del Imperio” o por varias de estas razones. No todos los rusos de Ucrania miran hacia Moscú. En Ucrania, la mayoría de rusos (por lengua) reivindican un Estado de derecho donde quepa el “factor ruso” como parte de la riqueza cultural de un gran Estado centroeuropeo.

Rusia utiliza su papel de guardiana de lo “ruso” para proyectar su influencia en la antigua URSS y el Imperio Ruso. Una ley a punto de ser firmada por el presidente Putin y aprobada ya por el Parlamento facilita la adquisición de la ciudadanía rusa a los “portadores del idioma ruso”, cuyos antepasados vivieron en el territorio del Imperio Ruso, aunque en los límites de la Federación Rusa dentro de la URSS. Esta enrevesada fórmula ha sido corregida tras la anexión de Crimea para no alarmar más de lo que están a países vecinos como Kazajistán. Pero la sola mención del Imperio Ruso en un texto legal es una novedad y establece una continuidad entre el Estado actual y la Rusia zarista.

Los conceptos sin embargo se difuminan con la aparición de los “próximos”. A principios de marzo, Vladímir Putin, se olvidó de los “ciudadanos” y dijo que la decisión de utilizar al Ejército ruso en Ucrania sería “legítima”, porque suponía “defender a gente estrechamente relacionada con nosotros desde el punto de vista histórico y en el sentido de una cultura común y en el plano económico”. “Esto responde a nuestros intereses nacionales” y es una “misión humanitaria”, afirmó el jefe del Estado.

En cuanto a los mapas, hasta hace poco parecía que, una vez cerrado el contencioso por la frontera china, que se remontaba al siglo XIX, las controversias territoriales en el espacio de la antigua URSS se centraban en problemas generados en aquel Estado (con Estonia) o durante la desintegración del mismo. Sin embargo, Putin ha sacado esta semana del baúl los mapas de las provincias del Imperio zarista y ha utilizado el término Novorosia, para referirse a las regiones del sur y el este de Ucrania.

“Empleando la terminología zarista, quiero decir que esto no es Ucrania, sino Novorosia. Se trata de Járkov, Donetsk, Lugansk, Hersón, Nikoláiev, Odessa, que en la época zarista no estaban en Ucrania, sino que le fueron entregados más tarde. Sabe Dios por qué”, sentenció.

Tras mencionar las victorias de Catalina II contra los turcos, Putin dijo que, si los habitantes de aquellos territorios son ciudadanos de Ucrania, deben serlo en “igualdad de derechos” y obtener “garantías”.

Novorosia fue una provincia zarista que se formó en el siglo XVIII en el territorio conquistado al Imperio Otomano al norte del mar Negro. Como unidad administrativa, Novorosia existió de forma discontinua y con territorio variable hasta 1802. Como concepto que designara un espacio común, dejó de existir a principios del siglo XX. En época soviética el término cayó en desuso y a nadie se le ocurría poner en duda la pertenencia a Ucrania de aquellos territorios. Pero ahora los especialistas en “narrativas útiles” han desempolvado un concepto y un mapa que podría servir para justificar una identidad propia común del sudeste de Ucrania, con la ventaja además de que en Novorosia se incluye el Transdniester, que oficialmente es parte de Moldavia. “No existe la conciencia de identidad de Novorosia y esas tierras estuvieron pobladas sobre todo por ucranios”, afirma el historiador Vladímir Dolin. Tal como están las cosas, al expansionismo soviético que era cosmopolita y miraba al futuro, le ha sucedido el proyecto de Vladímir Putin, que es ruso y mira al pasado o, como dice irónicamente un comentarista, a un mundo imaginario como el “reino de Oz”.

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