Indiana sobrevive a dentelladas

Indiana, As
“No lo sé”. Esa ha sido la respuesta más repetida por Frank Vogel en los dos últimos días acerca de la desaparición progresiva de su equipo. ¿Fue determinante la salida en el mercado invernal de esa brújula del vestuario que era Danny Granger? “No lo sé”. ¿Por qué Paul George aparece y desaparece de los partidos? “No lo sé”. ¿Dónde está esa defensa que llegó a ser una de las mejores de la historia durante un puñado de meses? “No lo sé”. ¿Y dónde demonios está Roy Hibbert? “No lo sé”. Quizá a esta última sea a la que responda con más sinceridad aunque ahora podrá añadir otro “no lo sé”, tal vez, cuando le pregunten cómo salvó el pellejo Indiana Pacers en el cuarto partido de una serie mucho más fea que la mayoría pero tan emocionante como casi todas.


Quizá buena parte de la culpa, en un último cuarto en el que los dos equipos regalaron una palada de oportunidades al rival, sea de la maldición que agarrota a los equipos locales en la primera ronda más desquiciada que se recuerda: esta marcaba la decimotercera victoria visitante en veintitrés partidos. Eso y que, aunque los Pacers no lo parezcan, no dejan de ser un líder de Conferencia jugando contra un octavo. Uno que, además, perdió 44 partidos en una Regular Season en la que no tenía un interés precisamente alto por estar en playoffs. Los Hawks son un buen equipo, bien entrenado y con un puñado de buenos jugadores que sería mucho mejor con el lesionado Horford. Pero los Hawks no deberían ser un problema para una versión decente de Indiana Pacers. El problema es que esta apenas ha aparecido en el segundo tiempo del segundo partido y en rachas de este muy racheado cuarto. Especialmente cuando la sombra del 3-1 era una amenaza sugerida (54-44, minuto 27), o realmente tangible (85-81, minuto 44). A los Hawks se les escapó el jaque mate en un segundo tiempo demasiado discreto y marcado por la acumulación de faltas de Millsap (18 puntos al descanso, 29 totales) y las cinco pérdidas del último cuarto. En sus manos estuvo dar el golpe de gracia a unos Pacers que buscan trampolín para propulsarse. Si les servirá este ejercicio de supervivencia, está por ver. Seguramente sí lo suficiente para llevarse esta serie. Pero para retar a Miami Heat necesitan una revolución que les devuelva a su versión de noviembre. Se trata, y no lo están consiguiendo, de echar marcha atrás en un reloj que lleva tres meses parado (17-15 incluyendo esta eliminatoria desde el traspaso de Granger).

El partido fue emocionante, tenso y sufrido. Y feo. Nada que ver con las batallas supersónicas que está dejando el Oeste pero al menos una pelea de perros que atraía de puro angustiosa. Indiana demostró propósito de enmienda en un primer cuarto (22-29) en el que tiró bien (66%) y defendió con buena salud. Después, las constantes vitales desaparecieron en un terrible segundo parcial en el que los Hawks alcanzaron un 24-8 (46-37) apoyados en la aportación desde el banquillo de Mack y Scott. El segundo tiempo, que pudo terminar en un millón de resoluciones distintas, enseñó al menos que a los Pacers les quedan fuerzas para pelear (de 54-44 a 54-56). Con defensas muy buenas y otras discretas, con ataques demasiado masticados y demasiado pensados porque la ejecución no fluye. Pero están, liderados por Paul George (24 puntos, rebotes, 5 asistencias) y David West (18+5+3 robos) y a pesar del espantoso momento de Lance Stephenson (2/9, 5 puntos y 4 pérdidas) o un Hibbert (6 puntos, 3 rebotes) que pasó su triste figura por Philips Arena hasta que Vogel le perdió, otra vez, la fe. Primero le quitó minutos Mahinmi y finalmente Scola jugó de falso pívot aportando pegamento al lado de West.

El final fue kafkiano. Teague metió dos triples pero perdió el timón en el último cuarto, por fin bien defendido por la línea exterior pacer. Dos triples de George y West, cómo no, cayeron como bombas nucleares (85-89 a falta de 90 segundos) antes de un último minuto en el que los Hawks regalaron cada oportunidad que les cayó en las manos entre dos tiros libres fallados por George y las malas decisiones de Stephenson, que perdió la bola que dio los últimos siete segundos a Atlanta con 88-91. El triple del empate fue para Antic, que tampoco estaba teniendo precisamente un buen día. Se fue al limbo: 2-2.

El partido dejó la conocida senasción de que, más allá de las muchas cosas que Atlanta hace bien, la eliminatoria está en manos de Indiana y de su capacidad para renacer o desaparecer definitivamente de una temporada en la que fueron, parece que hace un milenio, el equipo a batir. En busca de buenas noticias, del rearme de la química de vestuario y la ejecución en pista, este triunfo puede valer mucho más que un simple punto, por mucho que haya servido para evitar el 1-3. Es el momento: o aparecen ahora o darán unos cuantos trompicones más por los playoffs pero no irán tan lejos como esperaban. Este partido demostró que Paul George y David West están listos para rebelarse contra el fantasma del fracaso y unos cuantos secundarios mostraron intención de acompañar, un primer paso necesario. La tarea de Vogel es reconstruir la inestable cordura de Stephenson y acabar con la melancolía que ha convertido a Hibbert en un desgarbado ciprés. Si lo consigue, quizá algún día recordemos este partido como el que despertó a una bestia moribunda. Se llama Indiana Pacers y sigue teniendo dentro el potencial para mirar de tú a tú a Miami Heat en una (todavía muy hipotética) final del Este. A nosotros ahora mismo nos cuesta creerlo. Es el momento de saber si a ellos también.

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