Iker Casillas no necesitó de sus 'milagros' ante el Borussia Dortmund
Madrid, Mundo Deportivo
Iker Casillas siempre ha dicho que las noches de Champions en el Santiago Bernabéu son especiales. Una sensación que se ha disparado esta temporada. Porque este curso son, junto con las noches de Copa, las únicas en las que el capitán blanco ha podido a enfundarse la camiseta blanca en su propio estadio.
Una alegría que conlleva, también, una enorme responsabilidad. La presión se multiplica ante rivales de enjundia. Iker lo sabe. Por eso suele darlo todo en este tipo de partidos.
Por eso este año ha protagonizado sus mejores paradas en estos encuentros. Ha sido en Europa donde Casillas ha sacado su santo a pasear en más ocasiones.
Desde la doble parada ante el Coppenhague, hasta la intervención salvadora frente al Galatasaray, pasando por su último milagro ante el Schalke 04 y el disparo a bocajarro de Drexler. Un recital que anoche hacía prever nuevas acciones divinas ante el Borussia Dortmund. Pero no. Casillas no sacó anoche su magia a pasear. Su santo se quedó en el banquillo. No hizo falta ponerlo en funcionamiento.
Anoche el equipo germano no puso en demasiados aprietos a un Iker que apenas tuvo que parar. En la primera parte Casillas ni se despeinó. Sólo un disparo lejano en una contra le obligó a ir al suelo para evitar el gol visitante. Buena intervención, pero nada fuera de lo extraordinario.
Y en la segunda, más de lo mismo. Cierto es que los de Klopp trataron de acosar la portería merengue más que en el arranque del partido, pero entre unos y otros libraron de cualquier esfuerzo a Casillas.
Por ejemplo, la ocasión más clara del Dortmund, un remate pegado al palo de Aubameyang, no necesitó de su intervención para acabar en tiro frustrado. Fue el propio ariete el que decidió lanzar fuera lo que podría haber sido un gol cantado.
Además, Pepe se esforzó en ser el ángel de la guarda del cancerbero con un puñado de movimientos en los que siempre taponaba los remates del Borussia antes de que obligaran a Casillas a actuar.
No había, así pues, manera de ver a Iker parando. O mejor dicho, sí la hubo, pero no valió de nada. La única ocasión en la que realmente Casillas ejerció de salvador madridista fue en un remate espectacular de Reus que el capitán sacó cubriendo hueco como sólo él sabe. El problema es que la acción estaba invalidada por mano de Aubameyang. Al público del Bernabéu, con todo, le dio igual.
Sabía que con ese movimiento, aunque no sirviera de mucho, su portero les había demostrado que seguía en forma. Y por eso rompió a aplaudir y a gritar el manido: "¡Iker, Iker!", algo que seguro sacó al arquero una sonrisa para sus adentros. Es lo que tiene la Champions. Son noches especiales aunque uno tenga que dejar su santo en el banquillo.
Iker Casillas siempre ha dicho que las noches de Champions en el Santiago Bernabéu son especiales. Una sensación que se ha disparado esta temporada. Porque este curso son, junto con las noches de Copa, las únicas en las que el capitán blanco ha podido a enfundarse la camiseta blanca en su propio estadio.
Una alegría que conlleva, también, una enorme responsabilidad. La presión se multiplica ante rivales de enjundia. Iker lo sabe. Por eso suele darlo todo en este tipo de partidos.
Por eso este año ha protagonizado sus mejores paradas en estos encuentros. Ha sido en Europa donde Casillas ha sacado su santo a pasear en más ocasiones.
Desde la doble parada ante el Coppenhague, hasta la intervención salvadora frente al Galatasaray, pasando por su último milagro ante el Schalke 04 y el disparo a bocajarro de Drexler. Un recital que anoche hacía prever nuevas acciones divinas ante el Borussia Dortmund. Pero no. Casillas no sacó anoche su magia a pasear. Su santo se quedó en el banquillo. No hizo falta ponerlo en funcionamiento.
Anoche el equipo germano no puso en demasiados aprietos a un Iker que apenas tuvo que parar. En la primera parte Casillas ni se despeinó. Sólo un disparo lejano en una contra le obligó a ir al suelo para evitar el gol visitante. Buena intervención, pero nada fuera de lo extraordinario.
Y en la segunda, más de lo mismo. Cierto es que los de Klopp trataron de acosar la portería merengue más que en el arranque del partido, pero entre unos y otros libraron de cualquier esfuerzo a Casillas.
Por ejemplo, la ocasión más clara del Dortmund, un remate pegado al palo de Aubameyang, no necesitó de su intervención para acabar en tiro frustrado. Fue el propio ariete el que decidió lanzar fuera lo que podría haber sido un gol cantado.
Además, Pepe se esforzó en ser el ángel de la guarda del cancerbero con un puñado de movimientos en los que siempre taponaba los remates del Borussia antes de que obligaran a Casillas a actuar.
No había, así pues, manera de ver a Iker parando. O mejor dicho, sí la hubo, pero no valió de nada. La única ocasión en la que realmente Casillas ejerció de salvador madridista fue en un remate espectacular de Reus que el capitán sacó cubriendo hueco como sólo él sabe. El problema es que la acción estaba invalidada por mano de Aubameyang. Al público del Bernabéu, con todo, le dio igual.
Sabía que con ese movimiento, aunque no sirviera de mucho, su portero les había demostrado que seguía en forma. Y por eso rompió a aplaudir y a gritar el manido: "¡Iker, Iker!", algo que seguro sacó al arquero una sonrisa para sus adentros. Es lo que tiene la Champions. Son noches especiales aunque uno tenga que dejar su santo en el banquillo.