Glorioso Atlético, derbi histórico
El equipo de Simeone pasó por encima del Chelsea tras sobreponerse al tanto de Torres. Adrián, Diego Costa de penalti y Arda firmaron una exhibición de juego y personalidad. Primera final de Champions entre dos equipos de la misma ciudad. El Atlético repite cuarenta años después.
Londres, As
Comencemos por lo obvio: el Atleti es finalista de la Champions. Sé que no les descubro la pólvora, pero anhelaba escribir esa frase que ha esperado 40 años cogiendo polvo en la memoria de varias generaciones de rojiblancos, ese precioso abrigo que habían perdido la esperanza volver a lucir. Deseaba escribirla y leerla. Una y otra vez. Hasta ese 24 de mayo en el que Lisboa será la capital de España y la proeza de este maravilloso equipo de Simeone, de esos héroes que se levantaron tras el gol de Fernando Torres hasta acabar exhibiéndose en Stamford Bridge, podrá convertirse en la mejor aventura de ciencia ficción jamás contada. Pero eso será otra historia. Ahora debemos contar esta, que es fabulosa.
Todo empezó con un par de sorpresas en las alineaciones. Simeone, ese hombre que podría pedirle a los atléticos que saltaran de un puente y lo harían todos tras darle las gracias, un beso y las llaves de casa, recurrió de nuevo a su arma secreta para pasar rondas de Champions: Adrián. Tras descubrir en la ida que al Chelsea no había quien le tosiera por arriba, decidió buscarle las cosquillas por abajo. Se las encontraría. Mientras, Mourinho, en eso que tanto le gusta de responder a las críticas con doble ración de lo mismo, sacó un once con seis defensas natos en el que Azpilicueta se colocó de falso extremo derecho para frenar a Filipe. Se auguraba ‘Autobús 2, la secuela’, pero no: el Chelsea esta vez sí se aventuró en ese territorio remoto llamado campo contrario.
El primer amago de infarto lo provocó Koke a los 4 minutos, cuando respondió a un rechace tras un córner con un centro-chut que sorprendió a Schwarzer, para pocos saltos ya, y acabó pegando en el larguero y el palo. En otros tiempos, se hubiera interpretado como un síntoma de malditismo; esta vez se vio como un aviso de lo que estaba por venir. Pero antes, Hazard, futbolista excepcional, tenía otros planes y empezó a buscar los límites de Juanfran. Una falta, un disparo lejano, una internada... El belga despertó al Chelsea y el Atleti pasó un rato realmente malo, alocado en la presión, impreciso en el pase, viendo la pelota pasar.
Y tras una chilena fuera de David Luiz, en el 36’ llegó un capricho cruel: un gol de Torres al Atleti, su Atleti. Willian se la lió a Filipe y Godín en la banda, Azpilicueta centró y el Niño remató con la suerte (o mala suerte, vaya usted a saber) de golpear en Mario para batir a Courtois. No lo celebró y pidió perdón, pero conviene recordar una vez más su tremendo currículum en citas grandes. Un delantero magnífico al que durante unos minutos amenazó el terrible destino de convertirse en el Schwarzenbeck de Fuenlabrada. Por suerte para todos, no fue así.
Porque ante la prueba más dura de la temporada, la que podía separar a un equipo estupendo de uno legendario, el Atleti fue gigante. Con diez minutos hasta el descanso para evitar que Mou pudiera recuperar el autobús del garaje y convertir la segunda parte en un drama, los rojiblancos respondieron con grandeza. Ni un titubeo. Agarró el balón, decidió empatar y empató. Lo hizo Adrián, con una espinilla a exponer en el museo del Calderón, tras una apertura de Tiago y una gran llegada de Juanfran hasta la línea de fondo para, en acrobacia, ponerla atrás. Era el minuto 44 y, aunque aún no lo sabía, ahí se acabó el Chelsea.
Del vestuario emergió un Atlético descomunal que completó una segunda parte inolvidable. Como lleva haciendo toda la temporada, en el escenario imponente, en el momento más importante y ante el rival más fuerte, uno con 200 millones más de presupuesto (120 por 320), apareció la mejor versión rojiblanca. Y ese Atleti es un prodigio.
Arda puso a prueba a Schwarzer, Tiago tomó el mando y buscó el gol desde lejos, Filipe y Juanfran convirtieron sus bandas en cuestas abajo, Koke y Mario hicieron enorgullecerse a todos los atléticos de cuna, Miranda y Godín sometieron la revolución Hazard y, en el único atisbo de tragedia, apareció Courtois. Falta lateral que saca Willian y Terry cabecea abajo con violencia, un gol que ha marcado mil veces. Pero Courtois sólo hay uno. Estaba escrito que tendría un momento de gloria en esta semifinal. Fue éste.
Superado el susto, ya sólo quedó la fiesta. En el 59’, Etoo hizo una de delantero defendiendo con un penalti claro a Diego Costa. La fiera había fallado varios penaltis esta temporada y, además, un agujero en el césped, le tuvo dos minutos de pelea hasta lanzar. Temblaron todos los atléticos del mundo. Menos él. Gol, delirio y último estertor del Chelsea con un cabezazo de David Luiz al poste.
Porque la última media hora no tuvo nada que envidiar a lo del Madrid en Múnich. Arda, siempre a su estilo, hizo una pared con el larguero antes de marcar el 1-3 tras otra gran combinación Tiago-Juanfran. Y aún pudieron llegar más y todavía Courtois se inventó otro milagro, pero ya daba lo mismo. 40 años después, el Atleti es finalista de la Champions. Léanlo una y otra vez. Nunca cansa.
Londres, As
Comencemos por lo obvio: el Atleti es finalista de la Champions. Sé que no les descubro la pólvora, pero anhelaba escribir esa frase que ha esperado 40 años cogiendo polvo en la memoria de varias generaciones de rojiblancos, ese precioso abrigo que habían perdido la esperanza volver a lucir. Deseaba escribirla y leerla. Una y otra vez. Hasta ese 24 de mayo en el que Lisboa será la capital de España y la proeza de este maravilloso equipo de Simeone, de esos héroes que se levantaron tras el gol de Fernando Torres hasta acabar exhibiéndose en Stamford Bridge, podrá convertirse en la mejor aventura de ciencia ficción jamás contada. Pero eso será otra historia. Ahora debemos contar esta, que es fabulosa.
Todo empezó con un par de sorpresas en las alineaciones. Simeone, ese hombre que podría pedirle a los atléticos que saltaran de un puente y lo harían todos tras darle las gracias, un beso y las llaves de casa, recurrió de nuevo a su arma secreta para pasar rondas de Champions: Adrián. Tras descubrir en la ida que al Chelsea no había quien le tosiera por arriba, decidió buscarle las cosquillas por abajo. Se las encontraría. Mientras, Mourinho, en eso que tanto le gusta de responder a las críticas con doble ración de lo mismo, sacó un once con seis defensas natos en el que Azpilicueta se colocó de falso extremo derecho para frenar a Filipe. Se auguraba ‘Autobús 2, la secuela’, pero no: el Chelsea esta vez sí se aventuró en ese territorio remoto llamado campo contrario.
El primer amago de infarto lo provocó Koke a los 4 minutos, cuando respondió a un rechace tras un córner con un centro-chut que sorprendió a Schwarzer, para pocos saltos ya, y acabó pegando en el larguero y el palo. En otros tiempos, se hubiera interpretado como un síntoma de malditismo; esta vez se vio como un aviso de lo que estaba por venir. Pero antes, Hazard, futbolista excepcional, tenía otros planes y empezó a buscar los límites de Juanfran. Una falta, un disparo lejano, una internada... El belga despertó al Chelsea y el Atleti pasó un rato realmente malo, alocado en la presión, impreciso en el pase, viendo la pelota pasar.
Y tras una chilena fuera de David Luiz, en el 36’ llegó un capricho cruel: un gol de Torres al Atleti, su Atleti. Willian se la lió a Filipe y Godín en la banda, Azpilicueta centró y el Niño remató con la suerte (o mala suerte, vaya usted a saber) de golpear en Mario para batir a Courtois. No lo celebró y pidió perdón, pero conviene recordar una vez más su tremendo currículum en citas grandes. Un delantero magnífico al que durante unos minutos amenazó el terrible destino de convertirse en el Schwarzenbeck de Fuenlabrada. Por suerte para todos, no fue así.
Porque ante la prueba más dura de la temporada, la que podía separar a un equipo estupendo de uno legendario, el Atleti fue gigante. Con diez minutos hasta el descanso para evitar que Mou pudiera recuperar el autobús del garaje y convertir la segunda parte en un drama, los rojiblancos respondieron con grandeza. Ni un titubeo. Agarró el balón, decidió empatar y empató. Lo hizo Adrián, con una espinilla a exponer en el museo del Calderón, tras una apertura de Tiago y una gran llegada de Juanfran hasta la línea de fondo para, en acrobacia, ponerla atrás. Era el minuto 44 y, aunque aún no lo sabía, ahí se acabó el Chelsea.
Del vestuario emergió un Atlético descomunal que completó una segunda parte inolvidable. Como lleva haciendo toda la temporada, en el escenario imponente, en el momento más importante y ante el rival más fuerte, uno con 200 millones más de presupuesto (120 por 320), apareció la mejor versión rojiblanca. Y ese Atleti es un prodigio.
Arda puso a prueba a Schwarzer, Tiago tomó el mando y buscó el gol desde lejos, Filipe y Juanfran convirtieron sus bandas en cuestas abajo, Koke y Mario hicieron enorgullecerse a todos los atléticos de cuna, Miranda y Godín sometieron la revolución Hazard y, en el único atisbo de tragedia, apareció Courtois. Falta lateral que saca Willian y Terry cabecea abajo con violencia, un gol que ha marcado mil veces. Pero Courtois sólo hay uno. Estaba escrito que tendría un momento de gloria en esta semifinal. Fue éste.
Superado el susto, ya sólo quedó la fiesta. En el 59’, Etoo hizo una de delantero defendiendo con un penalti claro a Diego Costa. La fiera había fallado varios penaltis esta temporada y, además, un agujero en el césped, le tuvo dos minutos de pelea hasta lanzar. Temblaron todos los atléticos del mundo. Menos él. Gol, delirio y último estertor del Chelsea con un cabezazo de David Luiz al poste.
Porque la última media hora no tuvo nada que envidiar a lo del Madrid en Múnich. Arda, siempre a su estilo, hizo una pared con el larguero antes de marcar el 1-3 tras otra gran combinación Tiago-Juanfran. Y aún pudieron llegar más y todavía Courtois se inventó otro milagro, pero ya daba lo mismo. 40 años después, el Atleti es finalista de la Champions. Léanlo una y otra vez. Nunca cansa.