El Barcelona tira la Liga en Granada
No se puede decir que el Barça cayó en la trampa, porque las trampas son inesperadas, traicioneras y no se las ve venir. Lo de Granada era todo lo contrario. Lo de Granada estaba cantado y aún así, el equipo de Martino volvió a cometer todos los pecados que cometió hace tres días en el Calderón ante el Atlético. Una primera parte nefasta en la que el equipo local se adelantó y luego todo fue un tratado de impotencia. Cierto es que el Barça jugó atropelladamente un segundo tiempo en el que mereció marcar, pero en el pecado está la penitencia. El Barça tiró la Liga en Granada como se tiraban las Ligas de antaño en Burgos, Salamanca o Elche.
De poco sirvió que el Barça llegara avisado al partido, que de nuevo volvió a salir frío, destensado y con un ese aire funcionarial que le ha acompañado en sus peores tardes de esta temporada. Da igual el rival que tenga delante, que los de Martino salen al campo narcotizados y engañados. Hace tiempo, el Barça dormía a los rivales con su posesión, ahora son ellos los que se duermen víctimas de sus propias canciones de cuna.
Regresó el Barcelona a un escenario conocido únicamente para una vieja generación de barcelonistas. Esa que veía como se tiraban las Ligas por el sumidero en campos en los que el Barcelona se despertaba siempre demasiado tarde. Ante rivales como el Granada, que se jugaban el orgullo y la permanencia ante unas estrellas acomodadas que justificaban el sueldo, las primas y la temporada ganando al Madrid y ganando la Copa del Generalísimo ola Recopa. El equipo que anteayer marcaba una era en el fútbol mundial ha regresado a épocas oscuras. Bienvenidos de nuevo a los 70. Los 70 antes de Cruyff, me refiero.
En la primera parte, el Granada tuvo bastante con mantener las líneas juntas, correr como locos en defensa y esperar el fallo de Song, que regresaba al medio centro. Una posición que explica todo el juego blaugrana desde los tiempos de Milla y Guillermo Amor y que sublimó Guardiola. Song es una calamidad en esa posición y una pérdida suya de balón propició el tanto del Granada, con un Brahimi que le ganó la carrera a Montoya y que marcó por el lado que Pinto debía proteger.
Montoya fue en la primera parte el único argumento del Barcelona. El único futbolista que no se tomó la primera mitad como un día más en la oficina. El resto deambuló por el campo tratando de hacer cada uno la guerra por su cuenta, tratando de superar al Granada en base a su calidad individual, desbordándoles en el uno contra uno. Pero nunca hubo un uno contra uno. Fue un uno contra tres, por lo menos. Es lo que tiene preparar los partidos.
En la segunda, el Barça aceleró y la verdad es que mereció el gol. Sobradamente incluso, pero no era el día. Karnezis, el portero griego del Granada que jugaba ayer su segundo partido de Liga, se erigió como el héroe de la tarde. Estuvo colosal ante Cesc, ante Messi, ante Busquets y fue Leónidas en el Paso de las Termópilas. Un titán. Cada parada suya desesperaba a un Barcelona cada vez más ansioso que no encontraba el camino de la paciencia para abrir la defensa local.
Martino, de nuevo, volvió a hacer el Don Tancredo en el banquillo y Xavi se quedó sin saltar al campo mientras Song se colocaba como central (lo que Casio cuesta el 2-0) al tiempo que Cesc e Iniesta se alineaban como doble pivote. Queda el miércoles la Copa ante el Madrid. Como en los peores años.