El Barcelona empieza llorando y acaba ganando
Un Barça cabizbajo supera un 2-0 en contra con dos autogoles del Villarreal y otro tanto de Messi y sigue enganchado a la Liga. Cani y Trigueros habían adelantado a los de Marcelino.
Barcelona, As
El Barça empezó llorando y acabó ganando en El Madrigal. Sigue el equipo blaugrana enganchado a la Liga porque el fútbol es el fútbol, que diría el difunto Boskov y porque en 90 minutos pueden pasar muchísimas cosas. Tantas que casi no caben en una crónica. El Barça se ha instalado en una montaña rusa emocional que traspasa ya la gestión de la entidad. 90 minutos de este equipo dan para todo. Para empezar llorando, para sufrir una ignominiosa agresión racista por parte de un tarado que no debería volver a pisar un campo de fútbol en su vida, para ser un coladero en defensa, para ver como el equipo rival se marca dos goles en propia puerta y para acabar viendo como un campeonato que se escapaba vuelve a acercarse cuando nadie daba un duro por este equipo. La semana que viene, próximo capítulo.
Hizo de tripas corazón el Barcelona, que salió a jugar el partido ante el Villarreal sin estar por la labor. El minuto de silencio en El Madrigal, impresionante, fue el termómetro que demostró al mundo el estado de ánimo de los jugadores de Martino: Estaban hechos puré. Las lágrimas de Busquets son el ejemplo. Los jugadores del Barça empezaron el partido secándose los ojos.
Y como aquel que después de una tragedia acude al trabajo para distraerse, los primeros compases del partido fueron ejemplares. Daba la sensación de que los futbolistas del Barça jugaban para no pensar en todo el estropicio que se les ha venido encima. Que estaban en el campo para olvidarse de todo. Pero la táctica, te puede valer durante un cuarto de hora, media hora a lo sumo. Y eso fue lo que pasó. Pronto, el buen inicio del Barça se fue diluyendo ante un Villarreal que quería hacer su trabajo, que fue constante en su idea y al que las ideas no se le escapaban.
Por eso, al filo del descanso, los de Marcelino se adelantaron en el marcador con un gol de Cani que parecía enterrar cualquier opción del Barça para disputar el partido. El día en la oficina llevaba camino de hacerse insoportable. Y faltaba la mitad del partido.
Y en la reanudación, los peores augurios para el Barcelona parecieron cumplirse cuando Trigueros, en una jugada que podrían haber hecho los del Villarreal en un entrenamiento con conos con más oposición de la que opuso la defensa blaugrana marcó el 2-0. Buenas Noches.
Pero está por ver si el fútbol es tan cruel como justo. O simplemente caprichoso. Con el Barça tendido en la lona, rendido a su destino, el Villarreal se disparó en el pie de manera escandalosa. Dos veces, además. Dos goles en propia puerta de Gabriel, de tacón para más coña, y de Musacchio volvieron a meter al Barça en el partido mientras un descerebrado hacía oposiciones a que se cierre El Madrigal lanzándole un plátano a Alves.
En un momento, el Barça volvió a meterse en el partido, al Villarreal le entró el miedo, lógicamente, porque no entendía como se había llegado a ese punto. El Barça, y Martino tampoco entendían nada, pero donde unos sufrían, los otros sacaron ventaja. Y en una combinación entre Busquets y Fàbregas llegó el gol del triunfo. De Messi, claro. Que miró al cielo. Y allí, alguien sonrió.
El Barça empezó llorando y acabó ganando en El Madrigal. Sigue el equipo blaugrana enganchado a la Liga porque el fútbol es el fútbol, que diría el difunto Boskov y porque en 90 minutos pueden pasar muchísimas cosas. Tantas que casi no caben en una crónica. El Barça se ha instalado en una montaña rusa emocional que traspasa ya la gestión de la entidad. 90 minutos de este equipo dan para todo. Para empezar llorando, para sufrir una ignominiosa agresión racista por parte de un tarado que no debería volver a pisar un campo de fútbol en su vida, para ser un coladero en defensa, para ver como el equipo rival se marca dos goles en propia puerta y para acabar viendo como un campeonato que se escapaba vuelve a acercarse cuando nadie daba un duro por este equipo. La semana que viene, próximo capítulo.
Hizo de tripas corazón el Barcelona, que salió a jugar el partido ante el Villarreal sin estar por la labor. El minuto de silencio en El Madrigal, impresionante, fue el termómetro que demostró al mundo el estado de ánimo de los jugadores de Martino: Estaban hechos puré. Las lágrimas de Busquets son el ejemplo. Los jugadores del Barça empezaron el partido secándose los ojos.
Y como aquel que después de una tragedia acude al trabajo para distraerse, los primeros compases del partido fueron ejemplares. Daba la sensación de que los futbolistas del Barça jugaban para no pensar en todo el estropicio que se les ha venido encima. Que estaban en el campo para olvidarse de todo. Pero la táctica, te puede valer durante un cuarto de hora, media hora a lo sumo. Y eso fue lo que pasó. Pronto, el buen inicio del Barça se fue diluyendo ante un Villarreal que quería hacer su trabajo, que fue constante en su idea y al que las ideas no se le escapaban.
Por eso, al filo del descanso, los de Marcelino se adelantaron en el marcador con un gol de Cani que parecía enterrar cualquier opción del Barça para disputar el partido. El día en la oficina llevaba camino de hacerse insoportable. Y faltaba la mitad del partido.
Y en la reanudación, los peores augurios para el Barcelona parecieron cumplirse cuando Trigueros, en una jugada que podrían haber hecho los del Villarreal en un entrenamiento con conos con más oposición de la que opuso la defensa blaugrana marcó el 2-0. Buenas Noches.
Pero está por ver si el fútbol es tan cruel como justo. O simplemente caprichoso. Con el Barça tendido en la lona, rendido a su destino, el Villarreal se disparó en el pie de manera escandalosa. Dos veces, además. Dos goles en propia puerta de Gabriel, de tacón para más coña, y de Musacchio volvieron a meter al Barça en el partido mientras un descerebrado hacía oposiciones a que se cierre El Madrigal lanzándole un plátano a Alves.
En un momento, el Barça volvió a meterse en el partido, al Villarreal le entró el miedo, lógicamente, porque no entendía como se había llegado a ese punto. El Barça, y Martino tampoco entendían nada, pero donde unos sufrían, los otros sacaron ventaja. Y en una combinación entre Busquets y Fàbregas llegó el gol del triunfo. De Messi, claro. Que miró al cielo. Y allí, alguien sonrió.