'Cheerleaders' por un sueldo digno
Animadoras de tres franquicias de la NFL han denunciado a sus equipos por las condiciones infrahumanas en que desarrollan su trabajo. ¿Trabajo? Sí, trabajo
Xavi Sancho, El País
En 2011, la periodista Amanda Hess publicó un reportaje en el que denunciaba las condiciones de trabajo de las cheerleaders de los Washington Redskins. Hess explicaba que las muchachas recibían poco más de 60 euros por partido, cuando la franquicia para la que agitaban sus pompones obtenía unos beneficios cercanos a los 62 millones de euros al año. A finales de 2013, dos años después de la publicación de la pieza, la periodista era entrevistada por la CNN para discutir el asunto. El encuentro terminó con la entrevistadora recriminándole a Hess su preocupación: “Pareces ser la única a quien importa esto”.
En un artículo publicado ayer en Slate, Amanda hess recordaba esto mientras se congratulaba de que, finalmente, parece que no es ella sola quien se preocupa por las condiciones de las animadoras. En menos de un mes, porristas de los Cincinatti Bengals, los Oakland Raiders y los Buffalo Bills han demandado a sus equipos por sus condiciones de trabajo. Alexa Brenneman, cheerleader del equipo de Cincinatti, ha denunciado cobrar poco más de 2,85 dólares la hora, cuando la ley del estado de Ohio fija el salario mínimo en 7,85. La chica, de 24 años, ha explicado que debió perderse un funeral familiar para mover sus pompones en un partido de su franquicia y que, por una temporada completa como animadora, con más de 300 horas dedicadas a la labor, percibió 855 dólares. Tras posar para el calendario anual que los Bengals editan no le dieron ni una copia de cortesía, ni siquiera un descuento en la tienda oficial del equipo.
Las cinco cheerleaders que han demandado a los Buffalo Bills han ido incluso más lejos. Más allá de sacar a la luz que algunas de ellas se llevan poco más de 100 dólares por una temporada completa de trabajo, han relatado con pelos y señales el trato infrahumano al que son sometidas. Semanalmente, deben presentarse a los llamados tests de meneo, que no son más que una prueba en la que la chica se sitúa frente a su entrenadora y se agita para que esta compruebe que sus pechos, nalgas y brazos están todo lo firmes que deben. Una cheerleader puede ser expulsada del equipo por ganar dos kilos de peso, y lo peor de todo, explican las chicas, es que se les hace sentir culpables de ello: le han fallado al equipo. Además del meneo, las porristas cuentan que debían pasearse en bikini por casinos, sentarse en la falda de señores con dinero en torneos de golf, participar como ganchos en atracciones de feria…
Fin de acto sobre el logo de la todopoderosa NFL.
Las cheerleaders deben, al tiempo que seguir un régimen estricto, mantener unos estándares de higiene y belleza que se especifican en un manual que cada equipo –con sus variantes– les entrega al principio de la temporada. En él se recuerdan las veces en que deben hacerse la manicura y a qué establecimientos han de acudir (se lo pagan ellas), cómo mantener su higiene vaginal e incluso cómo y con qué frecuencia cambiarse los tampones. Y mientras los jefes se preocupan por las uñas y los genitales de las porristas, un estudio publicado por la revista Pediatrics concluía que el de animadora es el deporte más peligroso para las jóvenes estadounidenses, con un número anual de lesiones cercano al de los jóvenes varones del fútbol americano.
“Lo que está sucediendo con las animadoras es un reflejo del movimiento Occupy”, declaraba a Slate Frank Dolce, el abogado del quinteto de porristas de Buffalo que ha demandado a su equipo. “El púbico se está dando cada vez más cuenta de la enorme injusticia que significa la situación económica actual en EE UU. Mientras seguimos creciendo en desigualdades, estas tensiones se van a ir acentuando. Las animadoras profesionales son un ejemplo tremedamente simbólico del abuso que sufren los trabajadores por parte de los poderosos, de esa gente codiciosa que maneja los hilos”.
La profesión de animadora se convirtió en tal a mediados de los años setenta, cuando la franquicia de los Dallas Cowboys decidió convertir lo que hasta entonces era una actividad extracurricular en un trabajo. Hoy, el equipo más emblemático de la NFL logra unos beneficios a través de sus porristas que superan el millón de dólares al año. Según la revista Time, el fútbol americano es el más lucrativo de los deportes en EE UU. Un equipo como los Oakland Raiders puede llegar a valorarse en más de 825 millones de dólares y la NFL en total paga anualmente impuestos por valor de 9.000 millones.
El problema al que se han enfrentado hasta hoy las porristas es que su condición y lo corto de sus faldas, las ha alejado por completo de las causas que el feminismo ha defendido. Se ha luchado más por su desaparición que por su dignificación. Finalmente, parece que se ha entendido que cualquier ser humano, tenga o no los glúteos firmes y las mechas recién afiladas, merece ser remunerado de manera justa por su trabajo.
Xavi Sancho, El País
En 2011, la periodista Amanda Hess publicó un reportaje en el que denunciaba las condiciones de trabajo de las cheerleaders de los Washington Redskins. Hess explicaba que las muchachas recibían poco más de 60 euros por partido, cuando la franquicia para la que agitaban sus pompones obtenía unos beneficios cercanos a los 62 millones de euros al año. A finales de 2013, dos años después de la publicación de la pieza, la periodista era entrevistada por la CNN para discutir el asunto. El encuentro terminó con la entrevistadora recriminándole a Hess su preocupación: “Pareces ser la única a quien importa esto”.
En un artículo publicado ayer en Slate, Amanda hess recordaba esto mientras se congratulaba de que, finalmente, parece que no es ella sola quien se preocupa por las condiciones de las animadoras. En menos de un mes, porristas de los Cincinatti Bengals, los Oakland Raiders y los Buffalo Bills han demandado a sus equipos por sus condiciones de trabajo. Alexa Brenneman, cheerleader del equipo de Cincinatti, ha denunciado cobrar poco más de 2,85 dólares la hora, cuando la ley del estado de Ohio fija el salario mínimo en 7,85. La chica, de 24 años, ha explicado que debió perderse un funeral familiar para mover sus pompones en un partido de su franquicia y que, por una temporada completa como animadora, con más de 300 horas dedicadas a la labor, percibió 855 dólares. Tras posar para el calendario anual que los Bengals editan no le dieron ni una copia de cortesía, ni siquiera un descuento en la tienda oficial del equipo.
Las cinco cheerleaders que han demandado a los Buffalo Bills han ido incluso más lejos. Más allá de sacar a la luz que algunas de ellas se llevan poco más de 100 dólares por una temporada completa de trabajo, han relatado con pelos y señales el trato infrahumano al que son sometidas. Semanalmente, deben presentarse a los llamados tests de meneo, que no son más que una prueba en la que la chica se sitúa frente a su entrenadora y se agita para que esta compruebe que sus pechos, nalgas y brazos están todo lo firmes que deben. Una cheerleader puede ser expulsada del equipo por ganar dos kilos de peso, y lo peor de todo, explican las chicas, es que se les hace sentir culpables de ello: le han fallado al equipo. Además del meneo, las porristas cuentan que debían pasearse en bikini por casinos, sentarse en la falda de señores con dinero en torneos de golf, participar como ganchos en atracciones de feria…
Fin de acto sobre el logo de la todopoderosa NFL.
Las cheerleaders deben, al tiempo que seguir un régimen estricto, mantener unos estándares de higiene y belleza que se especifican en un manual que cada equipo –con sus variantes– les entrega al principio de la temporada. En él se recuerdan las veces en que deben hacerse la manicura y a qué establecimientos han de acudir (se lo pagan ellas), cómo mantener su higiene vaginal e incluso cómo y con qué frecuencia cambiarse los tampones. Y mientras los jefes se preocupan por las uñas y los genitales de las porristas, un estudio publicado por la revista Pediatrics concluía que el de animadora es el deporte más peligroso para las jóvenes estadounidenses, con un número anual de lesiones cercano al de los jóvenes varones del fútbol americano.
“Lo que está sucediendo con las animadoras es un reflejo del movimiento Occupy”, declaraba a Slate Frank Dolce, el abogado del quinteto de porristas de Buffalo que ha demandado a su equipo. “El púbico se está dando cada vez más cuenta de la enorme injusticia que significa la situación económica actual en EE UU. Mientras seguimos creciendo en desigualdades, estas tensiones se van a ir acentuando. Las animadoras profesionales son un ejemplo tremedamente simbólico del abuso que sufren los trabajadores por parte de los poderosos, de esa gente codiciosa que maneja los hilos”.
La profesión de animadora se convirtió en tal a mediados de los años setenta, cuando la franquicia de los Dallas Cowboys decidió convertir lo que hasta entonces era una actividad extracurricular en un trabajo. Hoy, el equipo más emblemático de la NFL logra unos beneficios a través de sus porristas que superan el millón de dólares al año. Según la revista Time, el fútbol americano es el más lucrativo de los deportes en EE UU. Un equipo como los Oakland Raiders puede llegar a valorarse en más de 825 millones de dólares y la NFL en total paga anualmente impuestos por valor de 9.000 millones.
El problema al que se han enfrentado hasta hoy las porristas es que su condición y lo corto de sus faldas, las ha alejado por completo de las causas que el feminismo ha defendido. Se ha luchado más por su desaparición que por su dignificación. Finalmente, parece que se ha entendido que cualquier ser humano, tenga o no los glúteos firmes y las mechas recién afiladas, merece ser remunerado de manera justa por su trabajo.