Un día de angustia para Iker Casillas
Madrid, Goal.com
Hay escenarios a los que cuesta volver. Lugares que, por sus implicaciones, resucitan fantasmas del pasado, pesadillas de otros tiempos. Es lo que seguramente le suceda este sábado a Iker Casillas. El portero del Real Madrid volverá al campo en el que empezó su peregrinar por el desierto. El sitio donde, por primera vez, probó el amargo sabor de un banquillazo motivado, en parte, por cuestiones extradeportivas.
Porque Iker vuelve a Málaga. Fue en la Rosaleda donde el sitio donde, por primera vez, supo que sería el portero titular del Real Madrid. Sucedió en el último partido de 2012. Él, Casillas, se enteró a pocas horas para que el partido comenzase.
Su sustituto, Antonio Adán, se enteró con mucho tiempo de antelación pero él, atendiendo a la fidelidad que le había prometido Mourinho (y que más tarde traicionó, como el propio Adán confesó tras su marcha abrupta del Bernabéu), no dijo nada. Así que la noticia pilló en fuera de juego a un Casillas que no sabía ni qué hacer.
Cuentan los que vivieron aquella concentración desde cerca que al portero se le vio perdido en todo momento en el trayecto que unió el hotel de concentración con el campo malacitano. Quería desaparecer de la faz de la tierra. No soportaba aquella angustia. Un desasosiego que mostró ante las cámara de televisión.
Queriendo o sin querer, buscándolo o no, lo cierto es que cada plano que se fijaba en su figura en el banquillo, le mostraba con la misma pose. Congelado en entre Morata y Callejón, el portero ocultaba su cabeza en el plumífero oficial del equipo hasta casi taparle por completo la testa.
Sólo sobresalían unos ojos que no entendían lo que ocurría a su alrededor. Ni lo que le pasaba a él ni lo que le pasaba a un equipo, el Real Madrid, que aquella noche certificó en medio de la confusión que la Liga no era asunto suyo.
Cierto es que los blancos ya tiraron la competición mucho antes, con malos resultados ante Valencia y Getafe en las dos primeras jornadas, o con los tropiezos frente al Sevilla y Betis tiempo después. Sea como fuere, la derrota frente al Málaga (3-2) no hizo más que ratificar que, ese curso, el Barça tendría una alfombra roja para acceder al trofeo.
Hubo jugadores que tras aquel partido reconocieron que la derrota fue, en parte, fruto de la tensión ambiental que la decisión de Mourinho provocó en una plantilla que ya vivía una clara y abierta 'Guerra Civil interna' entre algunos jugadores y su técnico.
Sea como fuere, aquel día marcó un antes y un después en la carrera del madridista. Sí que es cierto que Casillas volvió una jornada después al césped, pero lo hizo por accidente. Adán acabó expulsado en la siguiente jornada contra la Real Sociedad e Iker le suplió hasta que la lesión de su mano izquierda le mandó a rehabilitación y, con el fichaje de Diego López, a la ratificación de que había perdido el puesto que se había ganado durante casi 13 temporadas en el primer equipo merengue.
Sin embargo, y pese a esa sucesión de acontecimientos, lo cierto es que fue Málaga el lugar donde, según el propio capitán, todo comenzó a torcerse. El lugar en el que más fuerte sintió el dolor de sentirse desplazado y hacerlo por cuestiones que poco tenían que ver con su rendimiento deportivo. Aquel fue un día de angustia para Iker Casillas. Y mañana, en el mismo escenario, en el mismo lugar donde estuvo hace un año, repetirá, en parte, las sensaciones de aquella aciaga noche para él y para su equipo.
Hay escenarios a los que cuesta volver. Lugares que, por sus implicaciones, resucitan fantasmas del pasado, pesadillas de otros tiempos. Es lo que seguramente le suceda este sábado a Iker Casillas. El portero del Real Madrid volverá al campo en el que empezó su peregrinar por el desierto. El sitio donde, por primera vez, probó el amargo sabor de un banquillazo motivado, en parte, por cuestiones extradeportivas.
Porque Iker vuelve a Málaga. Fue en la Rosaleda donde el sitio donde, por primera vez, supo que sería el portero titular del Real Madrid. Sucedió en el último partido de 2012. Él, Casillas, se enteró a pocas horas para que el partido comenzase.
Su sustituto, Antonio Adán, se enteró con mucho tiempo de antelación pero él, atendiendo a la fidelidad que le había prometido Mourinho (y que más tarde traicionó, como el propio Adán confesó tras su marcha abrupta del Bernabéu), no dijo nada. Así que la noticia pilló en fuera de juego a un Casillas que no sabía ni qué hacer.
Cuentan los que vivieron aquella concentración desde cerca que al portero se le vio perdido en todo momento en el trayecto que unió el hotel de concentración con el campo malacitano. Quería desaparecer de la faz de la tierra. No soportaba aquella angustia. Un desasosiego que mostró ante las cámara de televisión.
Queriendo o sin querer, buscándolo o no, lo cierto es que cada plano que se fijaba en su figura en el banquillo, le mostraba con la misma pose. Congelado en entre Morata y Callejón, el portero ocultaba su cabeza en el plumífero oficial del equipo hasta casi taparle por completo la testa.
Sólo sobresalían unos ojos que no entendían lo que ocurría a su alrededor. Ni lo que le pasaba a él ni lo que le pasaba a un equipo, el Real Madrid, que aquella noche certificó en medio de la confusión que la Liga no era asunto suyo.
Cierto es que los blancos ya tiraron la competición mucho antes, con malos resultados ante Valencia y Getafe en las dos primeras jornadas, o con los tropiezos frente al Sevilla y Betis tiempo después. Sea como fuere, la derrota frente al Málaga (3-2) no hizo más que ratificar que, ese curso, el Barça tendría una alfombra roja para acceder al trofeo.
Hubo jugadores que tras aquel partido reconocieron que la derrota fue, en parte, fruto de la tensión ambiental que la decisión de Mourinho provocó en una plantilla que ya vivía una clara y abierta 'Guerra Civil interna' entre algunos jugadores y su técnico.
Sea como fuere, aquel día marcó un antes y un después en la carrera del madridista. Sí que es cierto que Casillas volvió una jornada después al césped, pero lo hizo por accidente. Adán acabó expulsado en la siguiente jornada contra la Real Sociedad e Iker le suplió hasta que la lesión de su mano izquierda le mandó a rehabilitación y, con el fichaje de Diego López, a la ratificación de que había perdido el puesto que se había ganado durante casi 13 temporadas en el primer equipo merengue.
Sin embargo, y pese a esa sucesión de acontecimientos, lo cierto es que fue Málaga el lugar donde, según el propio capitán, todo comenzó a torcerse. El lugar en el que más fuerte sintió el dolor de sentirse desplazado y hacerlo por cuestiones que poco tenían que ver con su rendimiento deportivo. Aquel fue un día de angustia para Iker Casillas. Y mañana, en el mismo escenario, en el mismo lugar donde estuvo hace un año, repetirá, en parte, las sensaciones de aquella aciaga noche para él y para su equipo.