Ucrania y Siria
Un acuerdo entre Rusia para poner fin al conflicto sirio se antoja ahora imposible
Sami Naïr, El País
La guerra civil en Siria acaba de festejar en sangre su tercer año. Las cifras fúnebres se conocen: 146 000 muertos, nueve millones de desplazados (según la ONU), un millón de niños desprovistos de ayuda humanitaria (según la UNICEF); el país destruido, condiciones de higiene catastróficas en zonas de guerra, hospitales incapaces de hacer frente al aflujo de heridos, enfrentamientos que continúan de forma salvaje entre las fuerzas insurgentes y el ejército ayudado por las milicias del clan Asad. Gracias al apoyo extranjero, especialmente de Rusia, de Irán y del Hezbolá libanés, el poder sirio no solo ha logrado yugular la revuelta, sino reanudar la ofensiva; de hecho, está ganando la guerra civil. Uno de los principales bastiones de la revuelta, la ciudad de Yabrud, acaba de caer en manos del ejército leal. Por otro lado, la guerra entre el poder y los islamistas se ha transformado en guerras entre las propias facciones islamistas; la oposición se muestra impotente para controlar a todos estos grupos sobre el terreno y, especialmente, incapaz de granjearse un auténtico apoyo internacional sobre unas bases realistas de negociación.
En realidad, la última reunión en Ginebra ha concluido, con la victoria de Bachar el Asad. Al internacionalizarse, el conflicto depende ahora, fundamentalmente, de la buena voluntad de las grandes potencias, en especial de Rusia. Ahora bien, está claro que con el conflicto ucranio y la anexión de Crimea, Rusia, confrontada a medidas de retorsión europeas y estadounidenses, no solo no va a hacer nada para frenar a su aliado sirio sino que lo va a integrar en el paquete global de sus relaciones conflictivas con Occidente.
El conflicto sirio no hubiera podido durar tanto sin el apoyo de Rusia e Irán, y los dirigentes rusos tenían una revancha pendiente desde la violación, por parte de la coalición occidental, de la resolución de la ONU, que destrozó el régimen libio. Desde esa época, se sabía que Rusia no iba a permanecer neutral en ningún conflicto internacional. De ahí que podamos prever una intensificación dramática de la guerra siria en los próximos meses. A ello se suma la debilidad de la insurgencia en el terreno diplomático; al aliarse con Arabia Saudí y solicitar su intervención sobre el terreno, los islamistas han transformado la guerra civil en guerra regional, beneficiándose con ello tanto el poder sirio como Al Qaeda. La solución de la tragedia siria dependía del acuerdo ruso-americano. Ahora, resulta prácticamente imposible. El sistema mundial ha entrado en un período peligroso, una nueva guerra fría se perfila en el horizonte, con Siria y Ucrania formando parte del tablero manipulado por las grandes potencias.
Sami Naïr, El País
La guerra civil en Siria acaba de festejar en sangre su tercer año. Las cifras fúnebres se conocen: 146 000 muertos, nueve millones de desplazados (según la ONU), un millón de niños desprovistos de ayuda humanitaria (según la UNICEF); el país destruido, condiciones de higiene catastróficas en zonas de guerra, hospitales incapaces de hacer frente al aflujo de heridos, enfrentamientos que continúan de forma salvaje entre las fuerzas insurgentes y el ejército ayudado por las milicias del clan Asad. Gracias al apoyo extranjero, especialmente de Rusia, de Irán y del Hezbolá libanés, el poder sirio no solo ha logrado yugular la revuelta, sino reanudar la ofensiva; de hecho, está ganando la guerra civil. Uno de los principales bastiones de la revuelta, la ciudad de Yabrud, acaba de caer en manos del ejército leal. Por otro lado, la guerra entre el poder y los islamistas se ha transformado en guerras entre las propias facciones islamistas; la oposición se muestra impotente para controlar a todos estos grupos sobre el terreno y, especialmente, incapaz de granjearse un auténtico apoyo internacional sobre unas bases realistas de negociación.
En realidad, la última reunión en Ginebra ha concluido, con la victoria de Bachar el Asad. Al internacionalizarse, el conflicto depende ahora, fundamentalmente, de la buena voluntad de las grandes potencias, en especial de Rusia. Ahora bien, está claro que con el conflicto ucranio y la anexión de Crimea, Rusia, confrontada a medidas de retorsión europeas y estadounidenses, no solo no va a hacer nada para frenar a su aliado sirio sino que lo va a integrar en el paquete global de sus relaciones conflictivas con Occidente.
El conflicto sirio no hubiera podido durar tanto sin el apoyo de Rusia e Irán, y los dirigentes rusos tenían una revancha pendiente desde la violación, por parte de la coalición occidental, de la resolución de la ONU, que destrozó el régimen libio. Desde esa época, se sabía que Rusia no iba a permanecer neutral en ningún conflicto internacional. De ahí que podamos prever una intensificación dramática de la guerra siria en los próximos meses. A ello se suma la debilidad de la insurgencia en el terreno diplomático; al aliarse con Arabia Saudí y solicitar su intervención sobre el terreno, los islamistas han transformado la guerra civil en guerra regional, beneficiándose con ello tanto el poder sirio como Al Qaeda. La solución de la tragedia siria dependía del acuerdo ruso-americano. Ahora, resulta prácticamente imposible. El sistema mundial ha entrado en un período peligroso, una nueva guerra fría se perfila en el horizonte, con Siria y Ucrania formando parte del tablero manipulado por las grandes potencias.