Rusia se dispone a intervenir en Ucrania
Los rusos de Crimea festejan la decisión del presidente Vladímir Putin de utilizar tropas para defender a la comunidad y las instalaciones de la flota del mar Negro
Pilar Bonet
Simferópol, El País
Los rusos de la república autónoma de Crimea recibieron con júbilo la decisión del presidente de Rusia, Vladímir Putin, que le permite enviar tropas a la península tras alegar la necesidad de defender a la comunidad rusa y las instalaciones y personal de la flota del mar Negro, con base en este territorio de Ucrania. En Simferópol, la capital de Crimea, grupos de hombres con banderas de la Federación Rusa y de San Andrés (símbolo de la flota del Imperio Ruso) se echaron a la calle. “Putin, Putin, Rusia, Rusia” gritaban enardecidos los manifestantes haciendo ondear sus estandartes por las calles de la ciudad.
Putin ha movido ficha tras varios días de silencio durante los cuales grupos de uniformados sin identificación han pululado por la península, asaltando edificios y ocupando instalaciones estratégicas como aeropuertos, centros de comunicaciones y de televisión. La decisión del líder ruso, aunque no se ha ejecutado aún, según su jefe de prensa, Dmitri Pskov, inaugura un inquietante capítulo en las relaciones entre los países postsoviéticos, ya que Rusia, en tanto que heredera de las armas nucleares retiradas de Ucrania después de la desintegración de la Unión Soviética en 1991, es uno de los garantes de la seguridad de este país eslavo vecino. En Crimea viven cerca de dos millones de personas, entre las cuales las hay que tienen pasaportes rusos (por haber servido en la flota del mar Negro o ser jubilados de ella, y también por haberles sido generosamente repartidos por Moscú). Pero, con independencia de que tengan pasaporte ruso o ucranio, la mayoría de los crimeos se sienten rusos, siendo los ucranios y los tártaros las siguientes comunidades culturales por el número de sus integrantes. La península ha sido tierra de asentamiento de muchos pueblos, como griegos, godos y genoveses. Los tártaros fueron sometidos por Catalina la Grande en el siglo XVIII y en 1944 fueron deportados por Stalin a Asia Central, de donde volvieron posteriormente. En 1954, el dirigente soviético Nikita Jruschov transfirió Crimea de la jurisdicción de Rusia a la de Ucrania, cuando estos dos Estados eslavos actuales eran solo dos repúblicas hermanas, del conjunto de 15 que estaban federadas en la Unión Soviética.
La comunidad tártara de Crimea recibió la decisión de Putin con alarma. El Medzhlis (el Consejo de los Tártaros) presidido por Refat Chubárov desalojó sus oficinas en la ciudad por miedo a sufrir algún ataque, según la portavoz Lilia Muslímova. Desde la desintegración de la URSS, los tártaros locales han sido aliados del gobierno de Kiev para neutralizar a los rusos. El pasado jueves, cuando el Parlamento fue ocupado por uniformados armados y no identificados, hubo escaramuzas entre manifestantes tártaros y rusos que concluyeron con varios muertos en Simferópol. A dos de ellos, un joven de 22 años y una mujer de 68 años, estaban dedicadas las flores y las velas que un grupo de rusos habían colocado frente a la sede del parlamento. “Amo a Ucrania. No deseaba que el país se escindiera. Hablo el ucranio, pero en Kiev han llegado al poder fascistas que se sienten impunes y EE UU y la Unión Europea cierran los ojos ante personajes que han matado a nuestros soldados desarmados y que ahora se vengarán de nosotros”. Así lo afirmaba Alisa, una mujer de 27 años, que dijo ser médico de profesión y que había acudido a honrar la memoria de los rusos muertos en los enfrentamientos del jueves. “Esta situación es muy dura, porque nuestros padres vencieron a los fascistas y ahora los fascistas vuelven desde Kiev. Por suerte, Rusia no ha defraudado nuestras esperanzas. Rusia nos defiende”, señalaba Alisa.
Por la tarde, antes de conocerse la decisión de Putin, en Sebastopol, la histórica ciudad donde están emplazadas las principales instalaciones de la flota rusa (también las de la flota de Ucrania), los habitantes locales se habían manifestado a favor de Rusia. Junto a la sede del Ayuntamiento ondeaba la bandera rusa (pero no la ucrania) y grupos de hombres con la cinta de San Jorge en las solapas (el símbolo del patriotismo ruso) se alistaban para los grupos de autodefensa que los partidos políticos estaban formando e integrando en una estructura común bajo la dirección del alcalde. Los hombres que se alistaban se manifestaban de forma muy agresiva con los periodistas occidentales (a los que calificaban de “espías a sueldo”) y también en relación a Occidente, EE UU y la UE, no solo por su apoyo a los nuevos dirigentes de Kiev, sino también por la política en general. “¿Cómo pueden permitir los matrimonios gais?”, decía uno de los que se alistaban, añadiendo un gesto obsceno.
Enardecidos, mujeres y hombres acusaban a las nuevas autoridades de Kiev de “fascistas, canallas, drogadictos, asesinos” y se excitaban como si, de repente, se hubieran transformado en mártires, herederos de las heroicas tradiciones de la ciudad en el siglo XIX, durante la guerra de Crimea, y durante la II Guerra Mundial frente a los nazis. Para última hora de la tarde en Sebastopol estaba previsto un mitin para apoyar a los grupos prorrusos del este y el sur de Ucrania. Estas formaciones han sido hasta ahora marginales, en parte porque el partido de las Regiones, dirigido por Víctor Yanukóvich, concentró al electorado prorruso en un proyecto ucranio. Pero tras la huida del presidente, los sectores prorrusos están tratando a toda prisa de organizar y movilizar a su potencial electorado en Járkov, Donetsk y Odessa.
En Járkov, ayer hubo enfrentamientos entre los dos grupos enfrentados que se manifiestan en el centro de la ciudad, unos a favor y otros en contra de las autoridades de Kiev. En los enfrentamientos se registró un centenar de heridos, entre ellos el escritor Serguéi Zhadán, uno de los intelectuales que ha intervenido a favor de un entendimiento entre los ucranios de habla ucrania y de habla rusa. Los prorrusos de Ucrania tratan de integrar en el espectro que representan también a los agentes despedidos de las Berkut (las tropas de intervención especial), que en parte parecen haber confluido en Crimea y haberse sumado a los Berkut locales. Hasta el momento ninguna autoridad oficial ha reconocido que los enmascarados que pululan por la república son rusos. Lo que sí han reconocido es que miembros de la flota del mar Negro participan en tareas de custodia y vigilancia de instalaciones estratégicas de Crimea. A este efecto, el primer ministro Serguéi Axionov dijo que “se ha organizado la colaboración con la flota del mar Negro para custodiar las instalaciones clave de la autonomía”.
“Apoyaremos cualquier decisión que incremente las competencias de las autoridades locales”, decía en Sebastopol el diputado municipal Guennadi Basov, el líder del grupo parlamentario Russki Blog (Bloque Ruso) en la ciudad. Basov, que estaba montando sus propios “grupos de autodefensa”, dijo que no reconoce al nuevo primer ministro de Crimea, Serguéi Axiónov, al que calificó como “un comerciante y uno de los bandidos”, evidenciando así que las relaciones entre los grupos prorrusos de Crimea están lejos de ser ideales.
Axiónov había pedido a Putin que garantizara la seguridad de la península y su llamamiento ha sido oído, posiblemente incluso antes de que llegara a formularse. “Esto es puro teatro para consumo de los corresponsales occidentales. Todos sabemos aquí que los uniformados son rusos y todos sabemos que las decisiones del Soviet Supremo se han tomado con total desprecio de los procedimientos, porque no hubo suficiente quórum y los diputados que han votado por el referéndum han usado de forma fraudulenta las tarjetas de voto de sus compañeros”, afirmaba una funcionaria del Parlamento de Crimea, que, desde el jueves, no ha podido acudir a su trabajo. La web del Parlamento está bloqueada. Los enmascarados armados que tomaron el Parlamento de Crimea el jueves son miembros de las Berkut, según había dicho uno de ellos, pero también puede haber otros contingentes entre los asaltantes.
Pilar Bonet
Simferópol, El País
Los rusos de la república autónoma de Crimea recibieron con júbilo la decisión del presidente de Rusia, Vladímir Putin, que le permite enviar tropas a la península tras alegar la necesidad de defender a la comunidad rusa y las instalaciones y personal de la flota del mar Negro, con base en este territorio de Ucrania. En Simferópol, la capital de Crimea, grupos de hombres con banderas de la Federación Rusa y de San Andrés (símbolo de la flota del Imperio Ruso) se echaron a la calle. “Putin, Putin, Rusia, Rusia” gritaban enardecidos los manifestantes haciendo ondear sus estandartes por las calles de la ciudad.
Putin ha movido ficha tras varios días de silencio durante los cuales grupos de uniformados sin identificación han pululado por la península, asaltando edificios y ocupando instalaciones estratégicas como aeropuertos, centros de comunicaciones y de televisión. La decisión del líder ruso, aunque no se ha ejecutado aún, según su jefe de prensa, Dmitri Pskov, inaugura un inquietante capítulo en las relaciones entre los países postsoviéticos, ya que Rusia, en tanto que heredera de las armas nucleares retiradas de Ucrania después de la desintegración de la Unión Soviética en 1991, es uno de los garantes de la seguridad de este país eslavo vecino. En Crimea viven cerca de dos millones de personas, entre las cuales las hay que tienen pasaportes rusos (por haber servido en la flota del mar Negro o ser jubilados de ella, y también por haberles sido generosamente repartidos por Moscú). Pero, con independencia de que tengan pasaporte ruso o ucranio, la mayoría de los crimeos se sienten rusos, siendo los ucranios y los tártaros las siguientes comunidades culturales por el número de sus integrantes. La península ha sido tierra de asentamiento de muchos pueblos, como griegos, godos y genoveses. Los tártaros fueron sometidos por Catalina la Grande en el siglo XVIII y en 1944 fueron deportados por Stalin a Asia Central, de donde volvieron posteriormente. En 1954, el dirigente soviético Nikita Jruschov transfirió Crimea de la jurisdicción de Rusia a la de Ucrania, cuando estos dos Estados eslavos actuales eran solo dos repúblicas hermanas, del conjunto de 15 que estaban federadas en la Unión Soviética.
La comunidad tártara de Crimea recibió la decisión de Putin con alarma. El Medzhlis (el Consejo de los Tártaros) presidido por Refat Chubárov desalojó sus oficinas en la ciudad por miedo a sufrir algún ataque, según la portavoz Lilia Muslímova. Desde la desintegración de la URSS, los tártaros locales han sido aliados del gobierno de Kiev para neutralizar a los rusos. El pasado jueves, cuando el Parlamento fue ocupado por uniformados armados y no identificados, hubo escaramuzas entre manifestantes tártaros y rusos que concluyeron con varios muertos en Simferópol. A dos de ellos, un joven de 22 años y una mujer de 68 años, estaban dedicadas las flores y las velas que un grupo de rusos habían colocado frente a la sede del parlamento. “Amo a Ucrania. No deseaba que el país se escindiera. Hablo el ucranio, pero en Kiev han llegado al poder fascistas que se sienten impunes y EE UU y la Unión Europea cierran los ojos ante personajes que han matado a nuestros soldados desarmados y que ahora se vengarán de nosotros”. Así lo afirmaba Alisa, una mujer de 27 años, que dijo ser médico de profesión y que había acudido a honrar la memoria de los rusos muertos en los enfrentamientos del jueves. “Esta situación es muy dura, porque nuestros padres vencieron a los fascistas y ahora los fascistas vuelven desde Kiev. Por suerte, Rusia no ha defraudado nuestras esperanzas. Rusia nos defiende”, señalaba Alisa.
Por la tarde, antes de conocerse la decisión de Putin, en Sebastopol, la histórica ciudad donde están emplazadas las principales instalaciones de la flota rusa (también las de la flota de Ucrania), los habitantes locales se habían manifestado a favor de Rusia. Junto a la sede del Ayuntamiento ondeaba la bandera rusa (pero no la ucrania) y grupos de hombres con la cinta de San Jorge en las solapas (el símbolo del patriotismo ruso) se alistaban para los grupos de autodefensa que los partidos políticos estaban formando e integrando en una estructura común bajo la dirección del alcalde. Los hombres que se alistaban se manifestaban de forma muy agresiva con los periodistas occidentales (a los que calificaban de “espías a sueldo”) y también en relación a Occidente, EE UU y la UE, no solo por su apoyo a los nuevos dirigentes de Kiev, sino también por la política en general. “¿Cómo pueden permitir los matrimonios gais?”, decía uno de los que se alistaban, añadiendo un gesto obsceno.
Enardecidos, mujeres y hombres acusaban a las nuevas autoridades de Kiev de “fascistas, canallas, drogadictos, asesinos” y se excitaban como si, de repente, se hubieran transformado en mártires, herederos de las heroicas tradiciones de la ciudad en el siglo XIX, durante la guerra de Crimea, y durante la II Guerra Mundial frente a los nazis. Para última hora de la tarde en Sebastopol estaba previsto un mitin para apoyar a los grupos prorrusos del este y el sur de Ucrania. Estas formaciones han sido hasta ahora marginales, en parte porque el partido de las Regiones, dirigido por Víctor Yanukóvich, concentró al electorado prorruso en un proyecto ucranio. Pero tras la huida del presidente, los sectores prorrusos están tratando a toda prisa de organizar y movilizar a su potencial electorado en Járkov, Donetsk y Odessa.
En Járkov, ayer hubo enfrentamientos entre los dos grupos enfrentados que se manifiestan en el centro de la ciudad, unos a favor y otros en contra de las autoridades de Kiev. En los enfrentamientos se registró un centenar de heridos, entre ellos el escritor Serguéi Zhadán, uno de los intelectuales que ha intervenido a favor de un entendimiento entre los ucranios de habla ucrania y de habla rusa. Los prorrusos de Ucrania tratan de integrar en el espectro que representan también a los agentes despedidos de las Berkut (las tropas de intervención especial), que en parte parecen haber confluido en Crimea y haberse sumado a los Berkut locales. Hasta el momento ninguna autoridad oficial ha reconocido que los enmascarados que pululan por la república son rusos. Lo que sí han reconocido es que miembros de la flota del mar Negro participan en tareas de custodia y vigilancia de instalaciones estratégicas de Crimea. A este efecto, el primer ministro Serguéi Axionov dijo que “se ha organizado la colaboración con la flota del mar Negro para custodiar las instalaciones clave de la autonomía”.
“Apoyaremos cualquier decisión que incremente las competencias de las autoridades locales”, decía en Sebastopol el diputado municipal Guennadi Basov, el líder del grupo parlamentario Russki Blog (Bloque Ruso) en la ciudad. Basov, que estaba montando sus propios “grupos de autodefensa”, dijo que no reconoce al nuevo primer ministro de Crimea, Serguéi Axiónov, al que calificó como “un comerciante y uno de los bandidos”, evidenciando así que las relaciones entre los grupos prorrusos de Crimea están lejos de ser ideales.
Axiónov había pedido a Putin que garantizara la seguridad de la península y su llamamiento ha sido oído, posiblemente incluso antes de que llegara a formularse. “Esto es puro teatro para consumo de los corresponsales occidentales. Todos sabemos aquí que los uniformados son rusos y todos sabemos que las decisiones del Soviet Supremo se han tomado con total desprecio de los procedimientos, porque no hubo suficiente quórum y los diputados que han votado por el referéndum han usado de forma fraudulenta las tarjetas de voto de sus compañeros”, afirmaba una funcionaria del Parlamento de Crimea, que, desde el jueves, no ha podido acudir a su trabajo. La web del Parlamento está bloqueada. Los enmascarados armados que tomaron el Parlamento de Crimea el jueves son miembros de las Berkut, según había dicho uno de ellos, pero también puede haber otros contingentes entre los asaltantes.