¿Quien manda en el Barça?

Barcelona, EP
“El fútbol es mañana, no ayer”. Esta frase, simple y que puede sonar vacía, es una de las que dijo Johan Cruyff en agosto de 1994 para argumentar la salida de Jon Andoni Goikoetxea. Tres meses antes había iniciado la renovación del vestuario del Barça llevándose por delante a Zubizarreta o Julio Salinas y un año después fue el turno de Koeman, Eusebio o Begiristain. Sin entrar a valorar el acierto de esa renovación en los nombres de quienes ocuparon su lugar, Cruyff, como ya hizo a su llegada en 1988, pretendió regenerar el vestuario para mantener la excelencia.


No fue muy diferente de lo que ocurrió en el verano de 2008. A Guardiola no le tembló el pulso a la hora de decidir renovar la plantilla y prescindir de futbolistas emblemáticos como Ronaldinho o Deco, que dejaron el Barça junto a Zambrotta, Edmilson o Thuram. Considerado suicida por el atrevimiento, el tiempo dio la razón con mayúsculas al intervencionismo directo de Pep, quien un año después, y a pesar de los títulos, forzó la marcha de un ídolo como Eto’o.

Seis años después, la situación se aventura tan similar como diferentes son quienes deben, o deberían, tomar las decisiones de vestuario. A Cruyff nadie le tosía, a Guardiola nadie le discutía. Ajenos a los asuntos propios de la plantilla, fueron ellos los que decidieron el camino a tomar y no les tembló el pulso a la hora de convertir en mártires a vacas sagradas. Hoy nada es igual. Mejor o peor, será el tiempo el que lo dirá.

Puyol decidió este martes apearse del tren como lo hizo Víctor Valdés (por razones muy distintas) hace meses. Dándose por hecho que el portero tiene ya sucesor, el del central sigue en el aire y no se observa en el club un mando indiscutible capaz de tomar determinaciones que el entorno, con más o menos vehemencia, va exigiendo. Aquello que en el pasado decidían los técnicos parece que hoy lo sentencian los propios futbolistas, quienes han tomado el timón de las operaciones dejando en un segundo plano a quien se supondría por encima de ellos.

Del equipo tipo que ganó la Liga en la temporada 1998-99 no quedaba ni un solo jugador en la temporada 2004-05 y apenas Xavi permanecía en la plantilla. Del Barça de esa temporada 2004-05 al de la 2008-09 habían desaparecido Belletti, Van Bronkhorst, Oleguer, Deco, Ronaldinho o Giuly, amén de Silvinho, Larsson, Gerard, Motta, Edmilson o el breve Albertini. Del Barça que ganó el Mundial de clubes en 2009 al que cerró la pasada campaña 2012-13 la foto seguía mostrando a ocho futbolistas indiscutibles, de entre los cuales media docena ya habían sido protagonistas de excepción en la temporada 2005-06.

Sea cierto o mentira que Guardiola no pudo, no se atrevió o no quiso ser quien decidiera la renovación a fondo del vestuario en 2012, lo que muestran las fotografías oficiales de la plantilla del Barça de los últimos años es que el núcleo duro de la plantilla se ha asentado en el tiempo de manera absoluta, y que con el argumento máximo de los títulos se ha hecho tan fuerte que no aparece nadie capaz de romper ese mando.

Si la urgencia ha estallado con Puyol, no se contempla un heredero próximo que tome el relevo de Xavi ni se sospecha quien pudiera hacer competencia a Iniesta. Son ellos, personajes capitales en la mejor época del club, quienes han decidido, porque así se lo han permitido, imponer los plazos que en el pasado estaban en poder de otros por encima suyo. Así, Thiago (con el evidente apoyo del tema económico) entendió que su papel como futbolista de referencia debía estar lejos de casa. Así se observan las dudas de Rafinhas o Deulofeus, dudosos de regresar a la vista del papel residual de los Bartra o Sergi Roberto y también así se puede interpretar la dificultad de fichar a no pocos futbolistas que, quizá, no se muestran tan ávidos de sumarse a una plantilla con roles tan definidos.

Si Gerardo Martino está de paso o está para quedarse se sabrá en junio, pero lo que se sabe hoy, ya, es que su ascendente a la hora de decidir el futuro de la plantilla es poco menos que nulo. El entrenador trabaja con lo que tiene con la única visión del presente y sin ocuparse de un futuro que amenaza con atropellar al mejor equipo de la historia. Porque de tanto mirarse al espejo, se corre el riesgo de que, con Zubizarreta al frente, este espejo acabe por decirle al Barça que no solo no es el mejor, sino que hay varios que le han superado.

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