Militares ucranianos en Crimea piden órdenes a sus dirigentes irresponsables
Pilar Bonet, El País
Señores que se proclaman dirigentes de Ucrania. Ustedes no tienen ni un gramo de vergüenza. Lo dicen los oficiales y soldados, los marineros, las tropas de guardacostas, las del interior y otros muchos uniformados que están en la península de Crimea esperando a que ustedes abran la boca, asuman responsabilidades y les digan lo que tienen que hacer. Si como parece, no quieren que se enfrenten a los rusos, ¿qué quieren? ¿qué se rindan? ¿Qué se vayan a sus casas? ¿Qué ofrecen, señores dirigentes, a quienes han estado dispuestos a defenderlos, si ustedes lo hubieran pedido? ¿Qué ofrecen a quienes sufren las consecuencias de su miopía e incompetencia tras haber creído en un país tan rico en oportunidades, ahora perdidas?
En diversas guarniciones y unidades militares ucranianas de Crimea jóvenes desmoralizados han esperado durante días a que ustedes, que se dicen dirigentes de Ucrania y que se preparan para seguir siéndolo, les den instrucciones. Pero todo lo que obtienen son frases convencionales y evasivas. “Tengan paciencia”, “Crimea es y será ucraniana” “Pronto resolveremos su caso”. Son palabras que suenan grotescas a los oídos de esos muchachos que se siente abandonados y que se resisten un día tras otro a pasarse de bando, no ya por patriotismo, no ya porque crean en quienes se dicen líderes de Ucrania, sino por decencia personal, por autoestima, porque han prestado juramento y, para verse liberados de él, necesitan que quienes dicen representar al Estado les exima de las responsabilidades asumidas.
Desde hace varias semanas, los uniformados ucranianos no se enfrentan a las armas de sus colegas rusos, sino a las tentaciones que los rusos ponen ante ellos, si se avienen a jurar lealtad a Rusia: mejores sueldos, posibilidad de quedarse en la península, prestaciones sociales, integración en cuerpos militares que cada vez se sienten más seguros.
Kiev calla, y la Rada Estatal (el parlamento) ha cerrado sus puertas hasta el día 25 sin resolver el problema de sus militares. Son miles. Están en los buques de guerra, en la base de Yepatoria, en Sebastopol, en la base de Perevalna. Algunos no resisten más la presión psicológica y el sentimiento de abandono. El buque insignia Donbás y otros dos buques más acaban de izar la bandera rusa. La principal academia militar de la marina de Ucrania, la antigua academia Najímov, en Sebastopol, se ha transformado ya en una academia de marina rusa abierta a los ucranianos que quieran seguir sus estudios allí.
En Kiev cuentan que los activistas del Sector de Derechas, uno de los grupos radicales que combatieron en el Maidán, no están a gusto en la Guardia Nacional, porque no ven con buenos ojos que les manden los policías profesionales con los que tal vez se enfrentaron durante las refriegas de la capital. Los dirigentes de Kiev tienen tantas dificultades para meter en cintura a los extremistas del Maidán como para dirigir a sus uniformados de Crimea, pero los primeros les ningunean y los segundos aguardan órdenes, las que sean, pero órdenes y las órdenes no son la libertad de usar las pistolas a discreción.
¿Qué puede esperarse de unos jóvenes que han sido abandonados por quienes se dicen los líderes de este país? ¿Qué clase de ciudadanos serán en el futuro? En Sebastópol, un amigo, que fue oficial de la marina ucraniana, está hundido: “Esa es la peor tragedia para Ucrania”, afirma. Mi amigo comparte el dolor de otros ucranianos de Crimea, que juzgan por los hechos y no por las consignas. “Durante años Ucrania no ha trabajado por conservar Crimea. Ucrania es como un hombre que se casara con una mujer bonita y no hiciera nada por retenerla. Así que lo lógico es que ella se vaya”, dice.
Señores que se proclaman dirigentes de Ucrania. Ustedes no tienen ni un gramo de vergüenza. Lo dicen los oficiales y soldados, los marineros, las tropas de guardacostas, las del interior y otros muchos uniformados que están en la península de Crimea esperando a que ustedes abran la boca, asuman responsabilidades y les digan lo que tienen que hacer. Si como parece, no quieren que se enfrenten a los rusos, ¿qué quieren? ¿qué se rindan? ¿Qué se vayan a sus casas? ¿Qué ofrecen, señores dirigentes, a quienes han estado dispuestos a defenderlos, si ustedes lo hubieran pedido? ¿Qué ofrecen a quienes sufren las consecuencias de su miopía e incompetencia tras haber creído en un país tan rico en oportunidades, ahora perdidas?
En diversas guarniciones y unidades militares ucranianas de Crimea jóvenes desmoralizados han esperado durante días a que ustedes, que se dicen dirigentes de Ucrania y que se preparan para seguir siéndolo, les den instrucciones. Pero todo lo que obtienen son frases convencionales y evasivas. “Tengan paciencia”, “Crimea es y será ucraniana” “Pronto resolveremos su caso”. Son palabras que suenan grotescas a los oídos de esos muchachos que se siente abandonados y que se resisten un día tras otro a pasarse de bando, no ya por patriotismo, no ya porque crean en quienes se dicen líderes de Ucrania, sino por decencia personal, por autoestima, porque han prestado juramento y, para verse liberados de él, necesitan que quienes dicen representar al Estado les exima de las responsabilidades asumidas.
Desde hace varias semanas, los uniformados ucranianos no se enfrentan a las armas de sus colegas rusos, sino a las tentaciones que los rusos ponen ante ellos, si se avienen a jurar lealtad a Rusia: mejores sueldos, posibilidad de quedarse en la península, prestaciones sociales, integración en cuerpos militares que cada vez se sienten más seguros.
Kiev calla, y la Rada Estatal (el parlamento) ha cerrado sus puertas hasta el día 25 sin resolver el problema de sus militares. Son miles. Están en los buques de guerra, en la base de Yepatoria, en Sebastopol, en la base de Perevalna. Algunos no resisten más la presión psicológica y el sentimiento de abandono. El buque insignia Donbás y otros dos buques más acaban de izar la bandera rusa. La principal academia militar de la marina de Ucrania, la antigua academia Najímov, en Sebastopol, se ha transformado ya en una academia de marina rusa abierta a los ucranianos que quieran seguir sus estudios allí.
En Kiev cuentan que los activistas del Sector de Derechas, uno de los grupos radicales que combatieron en el Maidán, no están a gusto en la Guardia Nacional, porque no ven con buenos ojos que les manden los policías profesionales con los que tal vez se enfrentaron durante las refriegas de la capital. Los dirigentes de Kiev tienen tantas dificultades para meter en cintura a los extremistas del Maidán como para dirigir a sus uniformados de Crimea, pero los primeros les ningunean y los segundos aguardan órdenes, las que sean, pero órdenes y las órdenes no son la libertad de usar las pistolas a discreción.
¿Qué puede esperarse de unos jóvenes que han sido abandonados por quienes se dicen los líderes de este país? ¿Qué clase de ciudadanos serán en el futuro? En Sebastópol, un amigo, que fue oficial de la marina ucraniana, está hundido: “Esa es la peor tragedia para Ucrania”, afirma. Mi amigo comparte el dolor de otros ucranianos de Crimea, que juzgan por los hechos y no por las consignas. “Durante años Ucrania no ha trabajado por conservar Crimea. Ucrania es como un hombre que se casara con una mujer bonita y no hiciera nada por retenerla. Así que lo lógico es que ella se vaya”, dice.