La guerra siria cumple tres años sin un final cercano
El régimen sienta las bases de unas nuevas elecciones presidenciales
Han muerto más de 140.000 personas, 10.000 de ellas niños
David Alandete
Jerusalén, El País
Tres años de combate. Más de 140.000 muertos, 10.000 de ellos niños. Nueve millones de desplazados, más de una cuarta parte de ellos en el extranjero. Y ni un solo gesto que augure un pronto final a un conflicto estancado, donde la única mediación de potencias extranjeras ha llegado en forma de armas, que Arabia Saudí, Irán y sus aliados han cedido calladamente a los bandos en liza. El proceso de negociación auspiciado por Naciones Unidas murió prácticamente antes de nacer. Y ahora el régimen que gobierna Siria ha puesto ya en marcha la apisonadora política de unas elecciones que le allanarán el camino al presidente Bachar el Asad para perpetuarse, aún más, en el poder.
El balance de la guerra no puede ser más satisfactorio para El Asad en el tercer aniversario del levantamiento, que se cumplió este sábado. La toma de la localidad de Qusair en mayo le reforzó en la frontera con Líbano y le despejó el camino de Damasco a su feudo de Latakia, al norte. Ahora, con refuerzos de la milicia libanesa Hezbolá, las fuerzas gubernamentales cercan Yabrud, otro enclave estratégico que le disputan los rebeldes. En Alepo, mayor ciudad del país y uno de los centros de la insurgencia, el régimen no ha dudado en recurrir a mortíferas armas rudimentarias, como barriles cargados con explosivos lanzados desde helicópteros, que se han cobrado una gran cantidad de vidas y cuyo uso ha condenado la ONU.
Y en ese contexto en que el régimen recobra el terreno perdido a un ritmo feroz, El Asad ha decidido convocar elecciones presidenciales. Las reglas las dejó claras una ley aprobada el jueves: se podrán presentar candidatos mayores de 40 años, que hayan vivido permanentemente en Siria durante al menos 10 años y que no tengan pasaporte de otro país. Quedan excluidos así los líderes de la opositora Coalición Nacional Siria, reconocida por la Liga Árabe y las potencias occidentales como representante legítima de la ciudadanía siria y cuyo centro de operaciones en el exilio se halla en Turquía.
El Asad, cuyo mandato de siete años expira el 17 de julio, aún no ha anunciado formalmente si se presenta a la reelección. Si lo hace, los comicios serán una mera formalidad, con la imposibilidad del régimen de llevar urnas a las zonas disputadas y en asedio, sin contar con los 2,5 millones de sirios que han huido al extranjero. Ya en 2000 el Estado le atribuyó al Presidente una victoria en referendum con el 99% de votos, con una reelección en 2007 por el 97% de las papeletas.
La falta de legitimidad de una convocatoria semejante este año la puso de relieve el mediador especial de la ONU, Lakhdar Brahimi, en una comparecencia del jueves ante el Consejo de Seguridad en Nueva York, antes de la cual dijo a los medios: “Si se celebran elecciones, sospecho que la oposición, toda la oposición, no estarán interesada en dialogar con el Gobierno”.
Fue Brahimi quien logró, con un denodado esfuerzo, sentar al régimen y a los opositores a negociar en Ginebra en enero. El único fruto de esa cumbre, aparte de un breve alto el fuego en el casco antiguo de Homs para evacuar civiles, fue que las partes en liza se hablaran directamente en la misma sala. El régimen llegó con una actitud incendiaria, acusando a sus interlocutores de terroristas y a países como Arabia Saudí y Turquía de entregarle armas a grupos rebeldes afines a Al Qaeda. Los opositores no pudieron reaccionar, faltos de orientación, cada vez más representantes de sí mismos, con las milicias islamistas como el Frente Al Nusra y el Estado Islámico de Irak y Siria comiéndoles terreno en el frente de batalla.
El régimen se ha enrocado en una Siria acantonada. Según el ministro de Información del régimen, Omran Zoabi, unas elecciones ahora “serán un gran avance en la lucha contra el terrorismo y la violencia”. “Son las autoridades sirias las que decidirán si mantienen elecciones o no, y nadie puede impedir el proceso constitucional que hay en este país”, añadió.
Tanta confianza ha recobrado El Asad que el miércoles se aventuró por primera vez en meses fuera de la ciudad de Damasco, que hasta ahora ha sido su búnker. Fue una breve visita a Adra, localidad 20 kilómetros al noreste de la capital que las tropas oficialistas despejaron de rebeldes hace tres meses. La prioridad del Presidente en esa visita, dijeron los medios oficiales, fue “atender a las necesidades de los sirios”. Visto el tipo de referendum que planea, al menos las de aquellos que le apoyan.
Han muerto más de 140.000 personas, 10.000 de ellas niños
David Alandete
Jerusalén, El País
Tres años de combate. Más de 140.000 muertos, 10.000 de ellos niños. Nueve millones de desplazados, más de una cuarta parte de ellos en el extranjero. Y ni un solo gesto que augure un pronto final a un conflicto estancado, donde la única mediación de potencias extranjeras ha llegado en forma de armas, que Arabia Saudí, Irán y sus aliados han cedido calladamente a los bandos en liza. El proceso de negociación auspiciado por Naciones Unidas murió prácticamente antes de nacer. Y ahora el régimen que gobierna Siria ha puesto ya en marcha la apisonadora política de unas elecciones que le allanarán el camino al presidente Bachar el Asad para perpetuarse, aún más, en el poder.
El balance de la guerra no puede ser más satisfactorio para El Asad en el tercer aniversario del levantamiento, que se cumplió este sábado. La toma de la localidad de Qusair en mayo le reforzó en la frontera con Líbano y le despejó el camino de Damasco a su feudo de Latakia, al norte. Ahora, con refuerzos de la milicia libanesa Hezbolá, las fuerzas gubernamentales cercan Yabrud, otro enclave estratégico que le disputan los rebeldes. En Alepo, mayor ciudad del país y uno de los centros de la insurgencia, el régimen no ha dudado en recurrir a mortíferas armas rudimentarias, como barriles cargados con explosivos lanzados desde helicópteros, que se han cobrado una gran cantidad de vidas y cuyo uso ha condenado la ONU.
Y en ese contexto en que el régimen recobra el terreno perdido a un ritmo feroz, El Asad ha decidido convocar elecciones presidenciales. Las reglas las dejó claras una ley aprobada el jueves: se podrán presentar candidatos mayores de 40 años, que hayan vivido permanentemente en Siria durante al menos 10 años y que no tengan pasaporte de otro país. Quedan excluidos así los líderes de la opositora Coalición Nacional Siria, reconocida por la Liga Árabe y las potencias occidentales como representante legítima de la ciudadanía siria y cuyo centro de operaciones en el exilio se halla en Turquía.
El Asad, cuyo mandato de siete años expira el 17 de julio, aún no ha anunciado formalmente si se presenta a la reelección. Si lo hace, los comicios serán una mera formalidad, con la imposibilidad del régimen de llevar urnas a las zonas disputadas y en asedio, sin contar con los 2,5 millones de sirios que han huido al extranjero. Ya en 2000 el Estado le atribuyó al Presidente una victoria en referendum con el 99% de votos, con una reelección en 2007 por el 97% de las papeletas.
La falta de legitimidad de una convocatoria semejante este año la puso de relieve el mediador especial de la ONU, Lakhdar Brahimi, en una comparecencia del jueves ante el Consejo de Seguridad en Nueva York, antes de la cual dijo a los medios: “Si se celebran elecciones, sospecho que la oposición, toda la oposición, no estarán interesada en dialogar con el Gobierno”.
Fue Brahimi quien logró, con un denodado esfuerzo, sentar al régimen y a los opositores a negociar en Ginebra en enero. El único fruto de esa cumbre, aparte de un breve alto el fuego en el casco antiguo de Homs para evacuar civiles, fue que las partes en liza se hablaran directamente en la misma sala. El régimen llegó con una actitud incendiaria, acusando a sus interlocutores de terroristas y a países como Arabia Saudí y Turquía de entregarle armas a grupos rebeldes afines a Al Qaeda. Los opositores no pudieron reaccionar, faltos de orientación, cada vez más representantes de sí mismos, con las milicias islamistas como el Frente Al Nusra y el Estado Islámico de Irak y Siria comiéndoles terreno en el frente de batalla.
El régimen se ha enrocado en una Siria acantonada. Según el ministro de Información del régimen, Omran Zoabi, unas elecciones ahora “serán un gran avance en la lucha contra el terrorismo y la violencia”. “Son las autoridades sirias las que decidirán si mantienen elecciones o no, y nadie puede impedir el proceso constitucional que hay en este país”, añadió.
Tanta confianza ha recobrado El Asad que el miércoles se aventuró por primera vez en meses fuera de la ciudad de Damasco, que hasta ahora ha sido su búnker. Fue una breve visita a Adra, localidad 20 kilómetros al noreste de la capital que las tropas oficialistas despejaron de rebeldes hace tres meses. La prioridad del Presidente en esa visita, dijeron los medios oficiales, fue “atender a las necesidades de los sirios”. Visto el tipo de referendum que planea, al menos las de aquellos que le apoyan.