Casillas, Diego López y la guerra sorda

Fran Guillén
Madrid, Zoom News

En un talión sin fin, defensores y detractores de los dos porteros del Real Madrid enardecen cada semana el fuego de una hoguera que no tiene visos de apagarse mientras ambos compartan vestuario.
Confesaré un secreto: se puede criticar a Diego López sin ser amigo de Iker Casillas. El domingo, sin ir más lejos, entre Sergio Ramos y el gallego se hicieron un ovillo y Pedro López, que pasaba por ahí, casi se encuentra en una papelera un billete de quinientos euros. Digo esto sin tener más cercanía con Casillas que la que, de cuando en cuando, me dan las zonas mixtas. Jamás he ido a comer con él. Nunca, por supuesto, hemos salido de copas. No recibo órdenes veladas en mi móvil para que torpedee maquiavélicamente a su compañero con cada twit que escriba. No hablo en la radio a su dictado. Simplemente, veo, escucho y opino. Como todos, supongo.


No tengo ningún interés en que a Diego López le vaya mal. Fui un absoluto admirador de su exuberancia en Villarreal y era de los que asumía que terminaría en Inglaterra haciéndole sombra a muchos delanteros con su porte de espiga. Era y es portero para un grande. Su único pecado es ser el Kaladze de Maldini, el Mannari de Van Basten, el Yevtushenko de Belanov. Ser coetáneo de un fenómeno que, como el terremoto de Valdivia en los sesenta, es inmensurable. Pese a los esfuerzos de algunos por zarandearlo como tal, Iker no es un cualquiera. Y no hay un ápice de partidismo en esto. Vayan a Liverpool y pregunten si Dalglish era un jugador corriente.

Se puede criticar a Diego López sin ser amigo de Iker
Tan complicado es desmarcar el mourinhismo de Diego López como el delbosquismo de Iker Casillas. Agua y aceite. Dos corrientes futbolísticas enfrentadas por el guerracivilismo dadá en el que vive el Real Madrid, con los voceros de ambos bandos empecinado en usar a los porteros como arma arrojadiza de sus frustraciones. Por el camino, vigas maestras del equipo puestas en el paredón por esos que piensan que una Champions League vale menos que una comida en el Txistu. O que unas supuestas filtraciones.

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Porque lo del topo son las caras de Bélmez del madridismo. Un fenómeno absurdo que, por repetido, terminó calando. Si aquello hubiese sido baloncesto, Casillas no habría estado ni en el quinteto titular de filtradores del club en las últimas tres temporadas. Pero los hay que encontraron la excusa perfecta. “¡Ha dicho Jehová!”. Como en La vida de Brian. Y todos a apedrear, ocultos tras sus barbas postizas.

Que esto no sirva para desprestigiar a Diego López, que está siendo un Sísifo como yo no he visto otro
Iker no es un bendito. Se ha equivocado, cómo no. No se le dio nada bien disimular todo lo que debió dolerle verse en el banquillo. Y vivió aletargado un tiempo, como intentando asumir el golpe y levantarse tras el guantazo, con todo dándole vueltas y el Bernabéu haciéndole chiribitas. Se le había caído la casa encima. Pero es un portero formidable. Que esto no sirva para desprestigiar ni por un instante a Diego López, que está siendo un Sísifo como yo no he visto otro en nuestro fútbol, luchando contra todo el oleaje que levanta un tipo del calado social del mostoleño.

Se equivocan los que ahora atacan a Iker con la misma violencia que ellos denuncian cuando es Diego el destinatario. Se ponen en evidencia los que enaltecen hasta el paroxismo cada estirada de Casillas. Uno no necesita de los forofos. El otro no necesita de los palmeros. Todos necesitamos, eso sí, que alguien acabe con esta disparatada guerra sorda.

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