Ancelotti se une a Casillas y no aprueba la teoría de la conspiración arbitral
Madrid, AFP
Las palabras de Cristiano Ronaldo y Sergio Ramos después del Clásico frente al Barça siguen dando de qué hablar. Y lo hacen en un debate interno sobre la idoneidad o no de haber hecho público el malestar merengue con Undiano Mallenco, colegiado del encuentro.
EcoDiario.es desveló este martes como Iker Casillas, capitán del equipo blanco, no era favorable a hacer públicas estas sensaciones, pero sus dos compañeros decidieron ejercer de capitanes ante los micrófonos y, obviando el consejo de su compañero, siguieron el impulso al que también le animaban el resto de sus compañeros y parte de la directiva blanca.
Porque la zona noble del Santiago Bernabéu echaba humo tras caer ante los culés. Muchos de sus miembros, al igual que muchos aficionados, miraron directamente al colegiado para justificar la derrota. Volvía la teoría de la mano negra y la conspiración contra los merengues.
Un discurso que, al menos públicamente, no comparte Casillas y tampoco un Carlo Ancelotti no del todo contento con el revuelo que se ha organizado a partir de las declaraciones de sus dos jugadores. Ya en sala de prensa el preparador italiano dejó claro que no, que el partido no se había perdido por culpa del árbitro.
Ayer, de nuevo ante los medios, insistió en su teoría con ciertos matices. ¿Fue importante el colegiado? Sí, pero no en un sentido negativo, sino en un sentido descriptivo.
Esto es, de no haberse pitado el penalti de Ramos a Neymar y haber visto la roja, quizá la cosa hubiera terminado con triunfo blanco. Pese a ello, Ancelotti no se ha lanzado en ningún momento a criticar al colegiado ni a valorar si la acción era merecedora de penalti y expulsión. No.
De hecho, 'Carletto' afirmó que le daba igual quien le pitase de ahora en adelante y sólo se paró a valorar la acción de Busquets sobre Pepe (pisotón en la cabeza), pero no para criticar al colegido, sino para destacar que el debate mediático suscitado al respecto ha sido mucho menor que el que se habría organizado si hubiera sido Pepe el agresor.
El transalpino, por el contrario, incidió en la autocrítica blanca, en los errores que cometió su equipo y, sobre todo, en vender la idea de que el Real Madrid no estuvo tan mal como las crónicas pintaron. Un juego brillante por momentos que pudo arrollar al Barça y que de poco importa ya. Todo quedó sepultado por el lío arbitral. Sea para bien. Sea para mal.
Ancelotti cree que centrarse en los árbitros de forma obsesiva, lejos de ser positivo, puede lastrar el rendimiento de los suyos, distrayéndoles de la competición y ayudándoles a perder la concentración si un partido se pone complicado por una decisión en contra.
Además, no ayuda a fomentar el ambiente tranquilo y relajado que ha querido proponer desde el primer día que llegó a Valdebebas. Fue entonces cuando, según reveló ayer Marca, el técnico pidió a los suyos que se olvidaran de los árbitros.
Que no hablaran de ellos y que lo suyo era jugar al fútbol. De poco ha valido un discurso que también defiende Casillas, pero que en las últimas temporadas de Mourinho en el Real Madrid parece haberse impuesto con ímpetu.
Las palabras de Cristiano Ronaldo y Sergio Ramos después del Clásico frente al Barça siguen dando de qué hablar. Y lo hacen en un debate interno sobre la idoneidad o no de haber hecho público el malestar merengue con Undiano Mallenco, colegiado del encuentro.
EcoDiario.es desveló este martes como Iker Casillas, capitán del equipo blanco, no era favorable a hacer públicas estas sensaciones, pero sus dos compañeros decidieron ejercer de capitanes ante los micrófonos y, obviando el consejo de su compañero, siguieron el impulso al que también le animaban el resto de sus compañeros y parte de la directiva blanca.
Porque la zona noble del Santiago Bernabéu echaba humo tras caer ante los culés. Muchos de sus miembros, al igual que muchos aficionados, miraron directamente al colegiado para justificar la derrota. Volvía la teoría de la mano negra y la conspiración contra los merengues.
Un discurso que, al menos públicamente, no comparte Casillas y tampoco un Carlo Ancelotti no del todo contento con el revuelo que se ha organizado a partir de las declaraciones de sus dos jugadores. Ya en sala de prensa el preparador italiano dejó claro que no, que el partido no se había perdido por culpa del árbitro.
Ayer, de nuevo ante los medios, insistió en su teoría con ciertos matices. ¿Fue importante el colegiado? Sí, pero no en un sentido negativo, sino en un sentido descriptivo.
Esto es, de no haberse pitado el penalti de Ramos a Neymar y haber visto la roja, quizá la cosa hubiera terminado con triunfo blanco. Pese a ello, Ancelotti no se ha lanzado en ningún momento a criticar al colegiado ni a valorar si la acción era merecedora de penalti y expulsión. No.
De hecho, 'Carletto' afirmó que le daba igual quien le pitase de ahora en adelante y sólo se paró a valorar la acción de Busquets sobre Pepe (pisotón en la cabeza), pero no para criticar al colegido, sino para destacar que el debate mediático suscitado al respecto ha sido mucho menor que el que se habría organizado si hubiera sido Pepe el agresor.
El transalpino, por el contrario, incidió en la autocrítica blanca, en los errores que cometió su equipo y, sobre todo, en vender la idea de que el Real Madrid no estuvo tan mal como las crónicas pintaron. Un juego brillante por momentos que pudo arrollar al Barça y que de poco importa ya. Todo quedó sepultado por el lío arbitral. Sea para bien. Sea para mal.
Ancelotti cree que centrarse en los árbitros de forma obsesiva, lejos de ser positivo, puede lastrar el rendimiento de los suyos, distrayéndoles de la competición y ayudándoles a perder la concentración si un partido se pone complicado por una decisión en contra.
Además, no ayuda a fomentar el ambiente tranquilo y relajado que ha querido proponer desde el primer día que llegó a Valdebebas. Fue entonces cuando, según reveló ayer Marca, el técnico pidió a los suyos que se olvidaran de los árbitros.
Que no hablaran de ellos y que lo suyo era jugar al fútbol. De poco ha valido un discurso que también defiende Casillas, pero que en las últimas temporadas de Mourinho en el Real Madrid parece haberse impuesto con ímpetu.