Wilstermann volvió a descomponerse en casa


José Vladimir Nogales
Wilstermann insinuó, prematuramente, una nueva dimisión. Como en torneos precedentes, comenzó a desangrarse. Los rivales le drenan puntos, la punta acentúa su lejanía y el equipo repite su cansina (e infructuosa) marcha a remolque, persiguiendo la difusa huella de los líderes, que exhiben la consistencia y regularidad que los rojos no tienen y que nunca tuvieron desde su retorno a la Liga. La agria igualdad con Universitario (1-1) sólo refuerza la tendencia involutiva de un equipo tan incapaz de gestionar partidos en casa como aquél que, en días tan aciagos como éste, tuvo a Néstor Clausen vendiendo las efímeras y vaporosas bondades del invicto. El fracaso es análogo, aunque varíen las formas.


La generosa propuesta de Manuel Alfaro (imponiendo un juego de posesión y colocando mucha gente en ataque) apenas cuajó. Ofensivamente, Wilstermann fue escuálido y sumamente estéril. Y si bien detentó la potestad de la pelota, tanta tenencia insustancial delató nítidas deficiencias (e incapacidades) para resolver atascos como el que propuso Universitario: el fútbol de toque (que da sustancia al juego de posesión) sufre una perniciosa hipertrofia cuando, sin necesidad, se exagera (o abusa) su uso. Podría haberse prolongado el partido hasta la madrugada o hasta el domingo próximo y Wilstermann seguiría tocando la bola por las cuatro esquinas del Capriles, acariciándola horas y horas, pasito a pasito, con el latido regular de un tic-tac. Seguramente, pocos reconocerán en éste equipo de Alfaro el viejo estilo de otras épocas, aquél de juego pausado, paciente y elegante. Este es, además, moroso y banal en ciertos momentos. A veces da la impresión de que Wilstermann elabora tanto que se olvida de que existe la portería contraria, sobre todo cuando, como este miércoles, carece de referencia en el área (Ramallo tendía a retroceder en demasía, vaciando la zona de definición). Lo curioso es que, en la imposición de su estilo, Alfaro recurra a jugadores cuyas competencias no alcanzan a cubrir ciertas exigencias técnicas. Por ejemplo, la alineación de Christian Machado resultó todo un despropósito. Cuando debía acompañar a Belfortti (un hombre que se desplaza con lentitud y verticaliza poco y mal) con un volante que maneje la pelota, el técnico optó por un hombre con reconocidas prestaciones en la recuperación de pelota y escasos atributos para conducirla. El efecto, evidente, fue la pérdida de fluidez en la circulación. Como Machado no conseguía conectarse con Berodia (cercado por los tres volantes que Universitario armó delante de su defensa), Wilstermann exageró en el juego horizontal. Vanos fueron los intentos de profundizar por el centro ante la densidad de la marca y la escasa precisión para establecer conexiones en espacios reducidos. Y como la movilidad colectiva lejos está de constituir una virtud, el movimiento de la pelota seguía rutas fijas y seguras, buscando objetivos estáticos, siempre predecibles, nunca detrás de gente en movimiento, desmarcada y promoviendo una ruptura. En síntesis, Belfortti y Machado no combinaron como se esperaba y, como lógica consecuencia, Wilstermann
no logró mandar con autoridad.

JUEGO

El choque era un pulso entre dos propuestas antagónicas: el fútbol combativo y ruidoso de Javier Vega contra la cadencia y el sigilo de Wilstermann. Universitario intentó imponer su estilo al principio, corriendo, como casi siempre, detrás del estandarte partisano de Saucedo. El ímpetu le duró lo que demoró en toparse con el gol, al minuto y medio de juego (De la Cuesta facturó una grosería de Belfortti).

A partir de ahí, Universitario se mantuvo enchufado. Con la punta del torneo a tiro, se sacudió la modorra y cicatrizó las heridas adquiridas en su visita al infierno de Montero. Con Bejarano enfrascado en las tareas defensivas (inmovilizando a Quero y saliendo rápido de contragolpe), Saucedo tomó el bastón de mando. Cumplieron su tarea. El 4-3-1-2 de Vega cerró todas las rutas por el centro (desconectó a Berodia del circuito) y taponeó las orillas, especialmente la derecha, con doble marca sobre el peligroso extremo de los rojos, cuya eterna soledad favoreció su desactivación. A la contra, la U ensanchó el campo ante una zaga de plastilina. En cuanto abrió el juego por las bandas, Tordoya y Medina perdieron el sitio (sin laterales, ni volantes que retrocedan hasta la línea de Belfortti, los "stopper" deben salir lejos a tomar sus marcas). El asunto fue que la U no supo aprovechar aquél desequilibrio, atacando los espacios generados. Y aunque dispuso de alguna situación a la contra, fue de pelota detenida que pudo ampliar su ventaja (cabezazo de Saucedo en el travesaño).

Pese al golpe, Wilstermann fue envolviendo a la U, acunándolo en su ritmo plácido, con esa inquebrantable (e intrascendente) languidez que transmite su juego. Y el conjunto de Vega se fue muriendo suavemente, amodorrado por la melodía de su adversario. Sin embargo, a Wilstermann le costó encontrar el gol. Tanto toque, tanto manejo no se traducía en situaciones de gol. Quero desbordaba por la derecha, pero erraba en el centro. Al otro lado no había rastro de Alonso, un futbolista parsimonioso, poco interesado en integrarse al juego. De ahí que el andar de Wilstermann, además de atorado e impreciso, era rengo. Sólo progresaba por la derecha. La banda izquierda sufría la desolación de un cruel abandono.

Antes y después de esa porción a favor de la U, a Berodia se lo notó fuera de sitio, sin movilidad clarificadora (se recostaba sobre la izquierda), como si estuviera ahogado y cansado, fastidioso porque no existían tantos espacios como en otras ocasiones o porque la pelota le llegaba sucia o incómoda (Machado se cansó de errar las entregas). Es verdad: también en esos lapsos de ausencia de Berodia colaboró Universitario y en especial Rivero, presionándolo, encerrándolo y anticipándolo. Justamente esa fue la prioridad de la visista: primero pensó en anular a su rival. No está mal considerando los lejos que está de Wilstermann en cuanto a riqueza de individualidades. Pero atacando el equipo de Vega fue demasiado limitado cuando se refugió en su campo y le costó sostener la pelota.

Fueron muy profundos los baches de Wilstermann en su juego. O arrollaba o nada. Sobre la media hora, cuando nada sugería el éxito de la estéril ofensiva local, Berodia desvió de cabeza un preciso centro de Quero. El balón superó la monolítica oposición de Robledo y golpeó la red, 1-1.

En la reanudación, Wilstermann apretó a Universitario contra su arco. Un bloque de siete hombres defendió como pudo el asedio de un rival que, pese a monopolizar el balón, hacía poco daño con él. Con un Berodia sumamente impreciso, Wilstermann perdió fuego. Lo indisoluble de esa correlación hace mucho que dejó de ser noticia, lo grave es que el equipo carezca de soluciones alternas para no deshilacharse cuando las musas del enganche gocen de asueto. Pero, si la imprecisión del español es coyuntural, estructural resulta la ausencia de opciones que los atacantes ofrecen para sus descargas. Nadie se muestra para recibir, nadie se desmarca para ofrecerse como opción válida, nadie ataca el espacio para trazar una ruta de pase que quiebre la línea defensiva. Todos juegan a lo cómodo. A refugiarse en su hábitat. Gianakis Suárez y Ramallo, por ejemplo, incidieron muy poco en el juego. Y quizá, en gran medida, fueron responsables de la escualidez ofensiva del equipo. Aunque cierto es que escaso fue el suministro que les fue provisto, nada resultó de su conjunción (ambos deambularon, incómodos por la vecindad, repeliéndose como cargas eléctricas del mismo signo). Como Ramallo tendía a salir del área (para entrar en contacto con la pelota), Suárez quedó de punta, desvalido, sin erigirse como referencia para la definición y sin poder explotar su velocidad. Entonces, sin atacantes como referencia, Berodia naufragó (con Andaveris se recuperó algo de la extraviada profundidad). Pero tanto él como Quero se infectaron de un extraño bacilo que les torció todas las decisiones: rematar cuando había que pasar, tirar centros rasantes cuando más adecuado era lanzarlos por aire, tirar el pase atrás cuando mejores opciones se levantaban en paralelo y toda una gama de casos que resulta engorroso describir.

DEFECCIÓN

Aunque futbolísticamente el encuentro continuaba perteneciendo a Wilstermann, a nivel psicológico giraba a favor de la U, con más fe en sus posibilidades. La ansiedad le podía al local (a falta de fluidez, el pelotazo entró en escena), tan perseverante y ambicioso como estéril porque los jugadores corrían más que la pelota. Era muy evidente que le faltaba claridad en el centro del campo, allí donde Belfortti y Machado venían a ser redundantes, dependientes ambos de que a Berodia se le encendiese una luz. Desde la perspectiva wilstermanista, el partido estaba para Amilcar Sánchez, que guardaba su turno en el banquillo. Alonso, en cambio, tenía todos los boletos para salir (hizo un partido anónimo por flagrante incomparecencia futbolística), pero Alfaro no lo sacó. Claro, no podía hacerlo. Sería delatar a su recomendado y reconocer, de facto, la grosería de su error. Alonso era el peor del campo, merecedor de todo reproche y, sin embargo, conservó su sitio, aún navegando en una perniciosa nadería. El técnico seguirá confiando en él. Alguna virtud debió detectar en su perfil técnico. Cualesquiera que sea, quedó escondida en el oscurantismo de una actuación etérea.

En la U, Vega dio entrada a Diego Riveri para que ocupara el espacio dejado por Saucedo, pero en una posición mucho más defensiva. Pinedo, muy desacertado, se quedó solo arriba. Solo y sin puntería. De la Cuesta fue el más punzante de su equipo, aprovechando las carencias del local para taparle (nadie ocupa los laterales para defender). Sus envíos, sin embargo, se quedaron sin el rematador esperado. En parte porque Lucas Ojeda (que ingresó en la reanudación y salio 30 minutos después) daba síntoma de cansancio, harto de bregar con una nube de defensores.

Con el juego colectivo deshilachado (perdido el toque, ausente la conjunción y nula la coordinación), Wilstermann se suele entregarse a la inspiración de los pocos futbolistas desequilibrantes con los que cuenta y nadie hay más desequilibrante en esa plantilla que Quero. Su velocidad y verticalidad pueden romper la defensa más organizada y su presencia se antoja ahora todavía más fundamental. El problema es que el español necesita más receptores para sus desbordes. Y aún así necesita elegir mejor. Porque del mismo modo que es capaz de desequilibrar a los rivales, puede desquiciar a sus compañeros.

Es tan poco consistente este Wilstermann que contra equipos con un buen nivel táctico como la U no le conviene otra cosa que plantear encuentros alocados, sin control, de un constante ida y vuelta. Es ahí donde más rendimiento es capaz de sacar a sus virtudes porque se maneja con rapidez y disfruta de espacios. Si el rival le niega los espacios y mete presión sobre la salida, los rojos se extravían. Nada extraño, sin embargo. Es la tara de siempre. No importa el técnico, el estilo o los jugadores, el problema es insoluble.

Wilstermann falleció en la orilla tras su esfuerzo, una forma de maquillar sus enormes carencias. Nadie podrá discutirle su empeño, sí su arqueológica puesta en escena. A día de hoy, no da para más. Está en urgencias. El coraje ya no le basta. Necesita cirugía. En los despachos y el banquillo.

Wilstermann
Jornada 6 - 20.02.2014 20:00 - Finalizado
Universitario

ALINEACIONES
1 Hugo SUAREZ   
25 Carlos Hugo TORDOYA   
2 David Osvaldo MEDINA   
14 Sergio Daniel GARZON   
6 Felix QUERO   
29 Daniel ALONSO    SALE84′
30 Martin Rodrigo BELFORTTI   
15 Cristhian MACHADO   
10 Gerardo GARCIA Normal30′   
18 Rodrigo Luis RAMALLO    
17 Gianakis SUAREZ    SALE68′
...................
21 Dennis CARTAGENA   
3 Mauro Andres ZANOTTI   
8 Amilcar Alvaro SANCHEZ    Entra84′
5 Christian Israel VARGAS   
11 Ignacio Awad GARCIA   
20 Roger ESPINOZA   
9 Augusto ANDAVERIS    Entra68′
 Amarilla88′  Juan Marcelo ROBLEDO 1
   Jorge Ignacio CUELLAR 3
   Ezequiel Nicolas FILIPETTO 36
   Ramiro Daniel BALLIVIAN 21
   Jorge Enrique FLORES 19
   Rolando RIBERA 5
   Alejandro Rene BEJARANO 30
  Normal2′  Ruben DE LA CUESTA 10
 Sale83′   Mauricio SAUCEDO 8
   Gustavo PINEDO 18
 Sale45′ Amarilla18′  Martin Adrian PALAVICINI 25
...................
   Raul Artruro CANO 12
   Rolando BARRA 26
   Carlos Oswaldo CAMACHO 32
   Federico SILVESTRE 14
 Entra83′   Diego Gabriel RIVERO 17
 Entra76′   Luis Angel GUEVARA 37
 Entra45′ Sale76′   Lucas Ramon OJEDA 7


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