No es la polio, es chantaje político

Los ataques a vacunadores dejan a 290.000 niños expuestos a una enfermedad que incapacita de por vida
Pakistán es el único país donde suben los casos

Ángeles Espinosa
Dubái, El País
Entre las ocho de la mañana y las cinco de la tarde, la policía acordona el barrio elegido, se interrumpe el servicio de telefonía móvil y queda prohibido viajar de paquete en motos o bicicletas. El objetivo de la operación es proteger a los equipos que vacunan contra la polio, una actividad de alto riesgo en Pakistán. Al menos 26 personas fueron asesinadas el año pasado por colaborar en la tarea y ya van otros 11 en lo que va de éste. El esfuerzo por erradicar esa enfermedad, que además de Pakistán sólo es endémica en el vecino Afganistán y en Nigeria, se ha convertido en rehén del enfrentamiento entre el Gobierno central y los talibanes y otros grupos extremistas.


“Sufrimos muchas presiones, de la sociedad y también personales. Nos da miedo salir a vacunar después de lo que ha sucedido, no podemos realizar nuestro trabajo sin protección especialmente en las áreas donde la seguridad es precaria”, confía por teléfono desde Karachi Fahmida, una vacunadora del programa gubernamental para la erradicación de la poliomielitis.

Fahmida se refiere al asesinato de tres asistentes sanitarios a finales de enero cuando iniciaban la actual campaña de vacunación. Unos hombres que viajaban de paquete en sendas motocicletas dispararon contra ellos en dos barrios de las afueras de Karachi (Sindh). El pasado martes, otro ataque mató a uno de los policías que custodiaban a los enfermeros en Dera Ismail Khan (Khyber Pakhtunkhwa). Su compañero resultó gravemente herido. Las asociaciones de vacunadores de ambas provincias suspendieron el trabajo.

“En la actualidad, 290.000 niños paquistaníes no pueden ser inmunizados debido a las dificultades de acceso”, declara Fadela Chaib, una portavoz de la Organización Mundial de la Salud (OMS).

Justo cuando la Iniciativa Global para la Erradicación de la Polio (GPEI, en sus siglas inglesas) consideraba la desaparición de esa enfermedad al alcance de la mano, han surgido grupos en Pakistán (y en Nigeria) que boicotean el esfuerzo aún a riesgo de que sus niños queden paralíticos de por vida. El primero de esos países es el único en el que aumentaron los casos de polio el año pasado, 93 frente a los 58 de 2012. En lo que va de éste ha habido nueve más. Y lo que es más preocupante, la OMS ha vinculado con una cepa paquistaní el brote que en noviembre último dejó discapacitados a 13 niños en Siria. También el caso aparecido esta semana en Kabul.

Los talibanes creen que la vacuna es una triquiñuela para espiarles

Los talibanes y otros extremistas, sobre todo en las zonas tribales, ven los programas de inmunización como una triquiñuela para espiarles. Tal idea quedó reforzada cuando se reveló que la CIA había utilizado al médico paquistaní Shakeel Afridi para montar una falsa vacunación y poder confirmar la identidad de Osama Bin Laden antes de la operación que acabó con su vida en 2011. Así que fomentan el bulo de que se trata de una conspiración de Occidente para causar infertilidad a sus niños o una treta del Gobierno para controlar la natalidad, y atacan a los equipos médicos y a las fuerzas de seguridad que les protegen.

“La oposición a la vacuna está relacionada con los problemas del país, aunque es algo oscuro. Yo he viajado de Norte a Sur y de Este a Oeste, y no he sentido ese rechazo en ningún sitio. Sin embargo, en cuanto empiezan las campañas, alguien resulta asesinado”, explica Javed Ali, el coordinador médico de Médicos Sin Fronteras en Pakistán. En su opinión, “nadie se opone a la erradicación, el problema es cómo lograrla”.

Ali se muestra convencido de que “la presión occidental para acabar con la polio lleva a un enfoque radical”. Apoya su argumento con el hecho de que “hace poco se ha vacunado de paperas sin resistencia”, algo que atribuye a la diferente estrategia utilizada. Mientras la prevención de esta enfermedad es un servicio rutinario, en el caso de la polio se impone incluso por la fuerza (las consecuencias de contraer esta también son más graves, apunta).

Es una crítica que comparten otros expertos, como Emmanuel Baron y Claire Magone, para quienes “en situaciones de conflicto entre movimientos insurgentes y gobiernos, cuanto mayor esfuerzo despliegan las autoridades para vacunar a todos los niños, más hacen esos grupos para demostrar su poder de influir, positiva o negativamente, en el objetivo de la erradicación, sabedores de que cualquiera que sea su postura recibirán una amplia cobertura mediática”.

Ali es muy crítico con la “militarización” del programa. “Si envías a los vacunadores con escolta armada, provocas el rechazo de comunidades que tienen sus propios señores de la guerra”, afirma. Fahmida admite que “la presencia de los guardias plantea problemas con algunas familias”, pero asegura que entienden que es la única forma de alcanzarles.

El médico subraya, además, que en comunidades que carecen de los servicios básicos, cuando de repente llegan los vacunadores, despiertan recelos. “De ahí que, como sucedió en Waziristán del Norte el año pasado, exijan que les den electricidad a cambio de su cooperación”, señala.

En ese feudo talibán, la imposibilidad de acceso para los sanitarios desde hace 18 meses se ha traducido un brote de polio con 35 afectados el año pasado y 7 en éste. Los defensores de la erradicación recuerdan que mientras existan casos incluso en esas regiones remotas, habrá riesgo de que se extienda la enfermedad al resto del mundo.

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