Las protestas no dan tregua a Maduro
Una oposición venezolana cada vez más beligerante, respaldada por el movimiento estudiantil, redobla en las calles su desafío contra la continuidad del presidente
Alfredo Meza
Caracas, El País
Venezuela está encendida desde hace 15 días y no parece que los manifestantes tengan la intención de recogerse en sus casas. Este lunes el chavismo caminó con los trabajadores del metro de Caracas asediados el fin de semana en las estaciones localizadas en los feudos opositores. Los estudiantes, mientras tanto, se movilizaron hacia la sede de la estatal Comisión de Telecomunicaciones de la capital para pedir que no se siga cercenando la libertad de expresión a través de la televisión.
La ciudad más importante del país está parcialmente colapsada y muestra dos realidades. Calma aparente en el oeste y un margen este y suroeste que funciona a media máquina. Aunque las clases no están suspendidas hay poca asistencia a los colegios. Hay barricadas y alcantarillas atravesadas en las vías en aquellas urbanizaciones de clase media que rechazan en su gran mayoría el proyecto chavista. Muy cerca de la sede del canal estatal Venezolana de Televisión hay tanquetas de la Guardia Nacional obstruyendo el paso de los vehículos.
Es la continuación de una serie de movilizaciones iniciadas hace quince días en el estado Táchira, en la frontera con Colombia, por la violación de una estudiante dentro de una universidad. En los últimos días las protestas se han extendido a buena parte del país. Por lo general comienzan con cierres de vías promovidas por estudiantes universitarios opuestos al Gobierno y culminan con escaramuzas entre encapuchados y la policía antimotines. Unos arrojan piedras, botellas y bombas caseras y otros esparcen gas y agua.
La mira está puesta en dos grandes concentraciones convocadas para hoy. Por un lado un grupo de trabajadores petroleros, favorable al Gobierno, caminará desde Plaza Venezuela hasta el palacio de Miraflores, en el centro de la capital. Por el otro el dirigente Leopoldo López ha llamado a la oposición a acompañarle “hasta cierto punto” para entregarse a las autoridades en la sede del Ministerio del Interior, también en el centro de Caracas. El Gobierno acusa a este dirigente —que en la práctica parece haber desplazado al gobernador del Estado de Miranda y ex candidato presidencial Henrique Capriles del liderazgo de la oposición— de ser el responsable de las tres muertes, los heridos y los destrozos ocurridos el miércoles en ocasión de una manifestación opositora con motivo del Día de la Juventud. Ese día, al final de la concentración, la policía y las bandas parapoliciales chavistas reprimieron a balazos al remanente del grupo que les arrojaba piedras y botellas.
Durante muchos años la dirigencia política evitó que las manifestaciones de los dos bandos ocuparan un mismo espacio. Así, se creó una frontera invisible que era escrupulosamente respetada a la hora de convocar concentraciones. El chavismo en el Oeste, donde están sus tradicionales bastiones, y la oposición en el Este, donde se concentra el mayor rechazo al Gobierno. Pero hoy, sin embargo, ninguno de ellos parecía ceder en su intención de caminar por el centro de Caracas. Durante toda la mañana la preocupación cundió entre simpatizantes de uno y otro bando y entre la dirigencia política menos proclive al enfrentamiento. En la mente de todos está el doloroso recuerdo del 11 de abril de 2002. Fue la última vez que coincidieron en gran proporción los bandos enfrentados por el control del poder venezolano. Ese día Chávez fue derrocado por 72 horas.
Hacia el mediodía, sin embargo, el partido de López, Voluntad Popular, decidió cambiar el sitio de concentración —la emblemática Plaza Venezuela— para no coincidir con el chavismo en el mismo espacio. Se han mudado unos kilómetros más hacia el Este y partirán desde la plaza Brión, en Chacaíto, una comarca en manos de la oposición. Se trata de una estrategia que también busca quitarle al Gobierno el argumento de que López promueve la violencia. Está por verse si podrán cumplir con su propósito. Tanto Maduro como el alcalde del municipio Libertador (el margen oeste de la capital), Jorge Rodríguez, anunciaron que prohibirán a la oposición avanzar hacia el centro de Caracas. “El fascismo no volverá a entrar a Caracas”, aclaró Maduro en una alocución televisada.
La negativa podría provocar una reacción impredecible. El ala de la oposición que lidera estas protestas no parece dispuesta a aceptar que los mantengan confinados en un cantón donde no incomodan al Gobierno. Si hace 15 días el descontento era la expresión de los crónicos problemas de este país —la inseguridad o la inflación— ahora este malestar se ha unido con un supuesto plan de desalojar al chavismo del poder con la protesta callejera encabezado por López, la diputada María Corina Machado y el alcalde de Caracas Antonio Ledezma.
Alfredo Meza
Caracas, El País
Venezuela está encendida desde hace 15 días y no parece que los manifestantes tengan la intención de recogerse en sus casas. Este lunes el chavismo caminó con los trabajadores del metro de Caracas asediados el fin de semana en las estaciones localizadas en los feudos opositores. Los estudiantes, mientras tanto, se movilizaron hacia la sede de la estatal Comisión de Telecomunicaciones de la capital para pedir que no se siga cercenando la libertad de expresión a través de la televisión.
La ciudad más importante del país está parcialmente colapsada y muestra dos realidades. Calma aparente en el oeste y un margen este y suroeste que funciona a media máquina. Aunque las clases no están suspendidas hay poca asistencia a los colegios. Hay barricadas y alcantarillas atravesadas en las vías en aquellas urbanizaciones de clase media que rechazan en su gran mayoría el proyecto chavista. Muy cerca de la sede del canal estatal Venezolana de Televisión hay tanquetas de la Guardia Nacional obstruyendo el paso de los vehículos.
Es la continuación de una serie de movilizaciones iniciadas hace quince días en el estado Táchira, en la frontera con Colombia, por la violación de una estudiante dentro de una universidad. En los últimos días las protestas se han extendido a buena parte del país. Por lo general comienzan con cierres de vías promovidas por estudiantes universitarios opuestos al Gobierno y culminan con escaramuzas entre encapuchados y la policía antimotines. Unos arrojan piedras, botellas y bombas caseras y otros esparcen gas y agua.
La mira está puesta en dos grandes concentraciones convocadas para hoy. Por un lado un grupo de trabajadores petroleros, favorable al Gobierno, caminará desde Plaza Venezuela hasta el palacio de Miraflores, en el centro de la capital. Por el otro el dirigente Leopoldo López ha llamado a la oposición a acompañarle “hasta cierto punto” para entregarse a las autoridades en la sede del Ministerio del Interior, también en el centro de Caracas. El Gobierno acusa a este dirigente —que en la práctica parece haber desplazado al gobernador del Estado de Miranda y ex candidato presidencial Henrique Capriles del liderazgo de la oposición— de ser el responsable de las tres muertes, los heridos y los destrozos ocurridos el miércoles en ocasión de una manifestación opositora con motivo del Día de la Juventud. Ese día, al final de la concentración, la policía y las bandas parapoliciales chavistas reprimieron a balazos al remanente del grupo que les arrojaba piedras y botellas.
Durante muchos años la dirigencia política evitó que las manifestaciones de los dos bandos ocuparan un mismo espacio. Así, se creó una frontera invisible que era escrupulosamente respetada a la hora de convocar concentraciones. El chavismo en el Oeste, donde están sus tradicionales bastiones, y la oposición en el Este, donde se concentra el mayor rechazo al Gobierno. Pero hoy, sin embargo, ninguno de ellos parecía ceder en su intención de caminar por el centro de Caracas. Durante toda la mañana la preocupación cundió entre simpatizantes de uno y otro bando y entre la dirigencia política menos proclive al enfrentamiento. En la mente de todos está el doloroso recuerdo del 11 de abril de 2002. Fue la última vez que coincidieron en gran proporción los bandos enfrentados por el control del poder venezolano. Ese día Chávez fue derrocado por 72 horas.
Hacia el mediodía, sin embargo, el partido de López, Voluntad Popular, decidió cambiar el sitio de concentración —la emblemática Plaza Venezuela— para no coincidir con el chavismo en el mismo espacio. Se han mudado unos kilómetros más hacia el Este y partirán desde la plaza Brión, en Chacaíto, una comarca en manos de la oposición. Se trata de una estrategia que también busca quitarle al Gobierno el argumento de que López promueve la violencia. Está por verse si podrán cumplir con su propósito. Tanto Maduro como el alcalde del municipio Libertador (el margen oeste de la capital), Jorge Rodríguez, anunciaron que prohibirán a la oposición avanzar hacia el centro de Caracas. “El fascismo no volverá a entrar a Caracas”, aclaró Maduro en una alocución televisada.
La negativa podría provocar una reacción impredecible. El ala de la oposición que lidera estas protestas no parece dispuesta a aceptar que los mantengan confinados en un cantón donde no incomodan al Gobierno. Si hace 15 días el descontento era la expresión de los crónicos problemas de este país —la inseguridad o la inflación— ahora este malestar se ha unido con un supuesto plan de desalojar al chavismo del poder con la protesta callejera encabezado por López, la diputada María Corina Machado y el alcalde de Caracas Antonio Ledezma.