El nuevo Gobierno ucranio pide el rescate al FMI para evitar el colapso
Rusia garantiza la seguridad del presidente depuesto Víctor Yanukóvich tras la revuelta popular
Silvia Blanco (enviada especial)
Kiev, El País
La tarea que tiene ante sí el nuevo Gobierno ucranio es tan compleja que uno de los ministros, el de Cultura, se ha santiguado al oír su nombramiento y hasta el propio jefe del Ejecutivo, Arseni Yatseniuk, reconoce que formar parte del equipo es de “suicidas políticos”. El Parlamento confirmó el jueves lo que la noche anterior sancionó el Maidán, y Ucrania ya tiene un Gobierno. Esa era la primera condición para solicitar un rescate urgente al FMI que evite la inminente bancarrota, y para dar una señal de estabilidad a un país que amenaza con fracturarse.
El primer ministro Yatseniuk, uno de los líderes políticos de las protestas, del partido de Yulia Timoshenko y dos veces ministro, lanzó un mensaje de compromiso a los futuros acreedores que suponía un anuncio de austeridad a los ciudadanos. “No tenemos más remedio que adoptar medidas extraordinariamente impopulares”, advirtió. Kiev había cifrado en 35.000 millones de dólares (25.000 millones de euros) lo necesario solo para evitar la bancarrota. Yatseniuk dio más pistas sobre las dimensiones del cráter en las finanzas ucranias: “Han desaparecido 37.000 millones de dólares de créditos recibidos”, aseguró. Yatseniuk señaló como responsable al fugado Víctor Yanukóvich —mandó un mensaje desde su escondrijo ruso para decir que el presidente sigue siendo él— y a los suyos: “Ha habido un robo a las arcas del Estado y están vacías”. Moscú anunció el jueves que se comprometía a garantizar la seguridad del presidente depuesto, que este viernes tiene previsto dar una rueda de prensa en territorio ruso.
La directora del FMI, Christine Lagarde, anunció poco después que en los próximos días viajará a Kiev un equipo de expertos para identificar las necesidades de Ucrania e iniciar un diálogo preliminar con las autoridades sobre un rescate.
Aunque el primer ministro no concretó, parece que se avecinan recortes en un país donde el sueldo medio es de 3.283 grivnas al mes, unos 300 euros, antes de que se desplomara la moneda en los últimos días. Ahora son unos 273 euros. El efecto de esas turbulencias se nota en la calle. “Todo está más caro. El litro de leche ha pasado de 7 a 11 grivnas en dos semanas”, se queja Irina, una estudiante de ingeniería de 23 años que trabaja de contable. “De todos modos solo podemos ir a mejor”, añade. Ludmila, de 52 años, comparte esa impresión. “¿Cómo podría ir peor? Veo las fotos de la mansión de Yanukóvich y pienso en la situación de la gente mayor, de los enfermos”, dice indignada. Ella vende calcetines y no le llega para vivir. Está contratada en negro y preocupada por no cotizar. De hecho, el jubilado-empleado es un fenómeno común, ya que la pensión media no llega para vivir en Kiev.
Pese a la desesperada situación que ha pintado el primer ministro, en la calle hay cierto optimismo respecto al futuro. “Todo se estabilizará”, confía Svetlana Derbeda, de 53 años. Dice que ya lleva años viviendo al día. En la tienda donde trabaja abundan los jerséis de leopardo y los bolsos de charol. Está cerca del Maidán, y el impacto de las protestas se nota en que “se ha vendido menos de la mitad” en los últimos tres meses. Pero está convencida de que ha valido la pena: “Todos estábamos en las manifestaciones”.
Horas antes de la votación, cientos de personas se manifestaban por al menos cuatro razones distintas frente a la Rada Suprema (Parlamento), protegida por un perímetro de hombres con traje de camuflaje, escudos de chapa y algún palo. Unos para exigir que los implicados en las muertes de decenas de manifestantes no puedan ejercer cargo alguno; otros, como Olexander Mazera, de 65 años, contra el impuesto de sucesiones. También estaban los ultranacionalistas, y otros, como la asociación de comerciantes, querían apoyar las “auténticas reformas”.
Los ucranios tienen ideas —e intereses— distintos sobre el anhelado cambio del que todos hablan, por eso la presión es grande para este Gobierno de unidad, en el que buena parte de los ministros son políticos —y la mayoría del partido de Timoshenko (Patria)— y otra procede de la calle, como el activista de la organización Automaidán que fue torturado hace un mes, o un médico que salvó la vida de muchos cuando los antidisturbios llenaron de sangre las protestas.
Silvia Blanco (enviada especial)
Kiev, El País
La tarea que tiene ante sí el nuevo Gobierno ucranio es tan compleja que uno de los ministros, el de Cultura, se ha santiguado al oír su nombramiento y hasta el propio jefe del Ejecutivo, Arseni Yatseniuk, reconoce que formar parte del equipo es de “suicidas políticos”. El Parlamento confirmó el jueves lo que la noche anterior sancionó el Maidán, y Ucrania ya tiene un Gobierno. Esa era la primera condición para solicitar un rescate urgente al FMI que evite la inminente bancarrota, y para dar una señal de estabilidad a un país que amenaza con fracturarse.
El primer ministro Yatseniuk, uno de los líderes políticos de las protestas, del partido de Yulia Timoshenko y dos veces ministro, lanzó un mensaje de compromiso a los futuros acreedores que suponía un anuncio de austeridad a los ciudadanos. “No tenemos más remedio que adoptar medidas extraordinariamente impopulares”, advirtió. Kiev había cifrado en 35.000 millones de dólares (25.000 millones de euros) lo necesario solo para evitar la bancarrota. Yatseniuk dio más pistas sobre las dimensiones del cráter en las finanzas ucranias: “Han desaparecido 37.000 millones de dólares de créditos recibidos”, aseguró. Yatseniuk señaló como responsable al fugado Víctor Yanukóvich —mandó un mensaje desde su escondrijo ruso para decir que el presidente sigue siendo él— y a los suyos: “Ha habido un robo a las arcas del Estado y están vacías”. Moscú anunció el jueves que se comprometía a garantizar la seguridad del presidente depuesto, que este viernes tiene previsto dar una rueda de prensa en territorio ruso.
La directora del FMI, Christine Lagarde, anunció poco después que en los próximos días viajará a Kiev un equipo de expertos para identificar las necesidades de Ucrania e iniciar un diálogo preliminar con las autoridades sobre un rescate.
Aunque el primer ministro no concretó, parece que se avecinan recortes en un país donde el sueldo medio es de 3.283 grivnas al mes, unos 300 euros, antes de que se desplomara la moneda en los últimos días. Ahora son unos 273 euros. El efecto de esas turbulencias se nota en la calle. “Todo está más caro. El litro de leche ha pasado de 7 a 11 grivnas en dos semanas”, se queja Irina, una estudiante de ingeniería de 23 años que trabaja de contable. “De todos modos solo podemos ir a mejor”, añade. Ludmila, de 52 años, comparte esa impresión. “¿Cómo podría ir peor? Veo las fotos de la mansión de Yanukóvich y pienso en la situación de la gente mayor, de los enfermos”, dice indignada. Ella vende calcetines y no le llega para vivir. Está contratada en negro y preocupada por no cotizar. De hecho, el jubilado-empleado es un fenómeno común, ya que la pensión media no llega para vivir en Kiev.
Pese a la desesperada situación que ha pintado el primer ministro, en la calle hay cierto optimismo respecto al futuro. “Todo se estabilizará”, confía Svetlana Derbeda, de 53 años. Dice que ya lleva años viviendo al día. En la tienda donde trabaja abundan los jerséis de leopardo y los bolsos de charol. Está cerca del Maidán, y el impacto de las protestas se nota en que “se ha vendido menos de la mitad” en los últimos tres meses. Pero está convencida de que ha valido la pena: “Todos estábamos en las manifestaciones”.
Horas antes de la votación, cientos de personas se manifestaban por al menos cuatro razones distintas frente a la Rada Suprema (Parlamento), protegida por un perímetro de hombres con traje de camuflaje, escudos de chapa y algún palo. Unos para exigir que los implicados en las muertes de decenas de manifestantes no puedan ejercer cargo alguno; otros, como Olexander Mazera, de 65 años, contra el impuesto de sucesiones. También estaban los ultranacionalistas, y otros, como la asociación de comerciantes, querían apoyar las “auténticas reformas”.
Los ucranios tienen ideas —e intereses— distintos sobre el anhelado cambio del que todos hablan, por eso la presión es grande para este Gobierno de unidad, en el que buena parte de los ministros son políticos —y la mayoría del partido de Timoshenko (Patria)— y otra procede de la calle, como el activista de la organización Automaidán que fue torturado hace un mes, o un médico que salvó la vida de muchos cuando los antidisturbios llenaron de sangre las protestas.