El Atleti sana en cuatro minutos


Madrid, AS
Si imaginaba Simeone un partido perfecto, era éste. Dos goles nada más empezar y a descansar. Así se disipan las dudas. Así se gasta lo justo antes de la esperadísima cita de Milán. Así se sigue en cabeza una semana más. No está mal la recompensa por cuatro minutos de inspiración. El Atleti, sin necesidad de exprimirse, avasalló a un Valladolid que ni siquiera tiró a puerta. Courtois podría haberse tomado unos días más para recuperarse y nadie se habría dado cuenta. Tal vez, los rumores sobre la muerte del equipo rojiblanco fueran precipitados. El Atleti sigue muy vivo.


Espoleados por una semana leyendo sus propias necrológicas, los del Cholo salieron como un tornado. A los 50 segundos, Diego Costa hizo el primer remate y a los tres minutos, la pizarra del Simeone y Burgos fabricó el primer gol. En una falta escorada, Koke y Gabi juguetearon con la pelota como dos novios quinceañeros al teléfono: cuélgala tú; no tú, tonto; venga, va, centra tú. Y no centró ninguno. Con todo el Valladolid esperando el balón al área pequeña, Gabi pasó raso a la frontal y allí apareció Raúl García para disparar a la red. Perfecta ejecución, bonito gol y el navarro que mete goles como los demás miramos a la gente guapa: sin darnos ni cuenta.

Antes de que el Valladolid entendiese lo que había sucedido, el Atleti le noqueó definitivamente. Estupendo pase en profundidad de Raúl García, Diego Costa que se come a Mitrovic como si fuera un sugus y Mariño que le abre la puerta de par en par con la clásica salida a ninguna parte. Ya me lo decía mi padre, ante la duda es mejor no salir. Con el portero indefenso, el goleador rojiblanco no tuvo ningún problema en superarle por encima y lograr su vigesimoprimer gol de la Liga, a uno del pichichi Cristiano. Era el minuto 4 y el partido se había acabado.

Casi por inercia, el Atleti aún tuvo un cuarto de hora más de euforia antes de echar el freno de mano definitivamente. Con Diego en el banquillo, Arda volvió a sentirse amo y señor en uno de esos días que se levanta artista. Con semejante talento, es sólo cuestión de tiempo que afine su dúo con el brasileño. Koke también se sintió más cómodo en su viejo papel de mano derecha del turco. El Valladolid, eso sí, no se ganó consideración de examen demasiado significativo. Veremos en San Siro.

El Atleti dedicó el resto del primer tiempo a contemplar el paisaje. Godín y Alderweireld, de largo el suplente fijo más fiable del Atleti, convirtieron a Javi Guerra en un hombre infeliz y el tiempo fue pasando plácido y lento, como una buena siesta de sábado.

Tras el descanso, el Valladolid hizo un leve amago de justificar su viaje a Madrid y Javi Guerra pudo ponerle algo de emoción a la tarde con una volea en posición favorable que se le marchó fuera. El leve susto fue suficiente para que Godín decidiera que bastaba de bromas. Como si jugase a la videoconsola, decidió que ya había superado la fase de defensa y atacó la de delantero. También la pasó. Avisó con un cabezazo que paró Mariño y, después de que Mario Suárez rematase al larguero, sentenció con otro testarazo en un córner sacado por Diego. Y pudo hacer un doblete en una arrancada marca de la casa, de área a área, que remató mal. Día redondo del central. Otro más.

La última media hora sirvió para que el trío Arda-Diego-Koke dejase señales de lo que puede llegar a ser y para que reapareciese Villa. También para que el árbitro obviase, para sorpresa general, un penalti clarísimo por mano de Valiente. Por suerte, con 3-0, no influyó, pero... Y así, con solvencia, el Atleti le metió tres al Valladolid y a las dudas. Toca San Siro y esa será otra historia. Una mejor y más grande.

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