¿Dónde está el Gago de antes?

Miguel Angel Bertolotto, Clarín
Hoy, Carlos Bianchi no puede arreglar los problemas de Boca. Sigue pagando el costo de los ocho años sin dirigir. No encuentra el equipo (desde que volvió, nunca lo encontró). La pifia con los refuerzos, que más que refuerzos son simples contrataciones. Los jugadores no lo entienden o no le hacen caso. Está harto de las operaciones mediáticas diseñadas -siempre subrepticiamente- por los dirigentes que no lo quieren y que tratan de horadarle el poder.


Hoy, Juan Román Riquelme tampoco puede solucionar la crisis de Boca. Primero, porque no juega. Segundo, porque sus prestaciones -en caso de que esté en la cancha- dependen de modo inexorable de sus respuestas físicas, que cada vez son menores.

Con Bianchi y con Riquelme acosados por sus dilemas y por sus aprietos, Boca dispone de otro referente como para ponerle el pecho a las balas. Ese hombre es Fernando Gago, quien debería ser sobre el césped la bandera, el líder, el tipo que se cargue el equipo al hombro en estas horas de desconciertos mayúsculos y de espíritus flacos. ¿Lo es? No. Al menos, ahora no le da a Boca lo que Boca necesita de él. O se lo da con cuentagotas, de vez en vez, como cuando brilló en las victorias ante Vélez y ante Racing, en el Inicial 2013. Poquito, muy poquito para las esperanzas y las expectativas que se crearon alrededor de su demorada llegada. Se recuerda: para el Torneo Final del año pasado, Bianchi -insólitamente- prefirió a Ribair Rodríguez.

Por las lesiones que lo atormentaron al comienzo, Gago sólo entregó su presente en 11 partidos sobre 21 disputados por Boca. Y en esos compromisos, habló más de lo que jugó. Habló con los árbitros. Habló con los oponentes. Y habló con sus compañeros de una manera que en el barrio se llama mandar en cana y que terminaría a las trompadas. ¿Por qué se destacó Gago estos días? Por opinar diferente que Bianchi sobre la bendita actitud. ¿Y el fútbol para cuándo?

Es imprescindible que Boca cuente con los viejos Bianchi, Riquelme y Gago. Si no, salir del pozo se asemejará a una misión imposible.

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