Decepción bajo la lluvia


José Vladimir Nogales
Wilstermann volvió a vivir una experiencia amarga en el Capriles. Es un terreno del que desconfía y vivas muestras dio de ello en los últimos años. Dos centelleantes irrupciones del uruguayo Martínez (casi inédito en la batalla) volcó el balance wilstermanista en los minutos finales. Lo que fue un partido cómodo, lo que era una victoria poco menos que rutinaria, se transformó en un empate indigno (2-2). De nuevo, un cabezazo aislado a segundos del final tuvo el mismo valor que el mayor peso del juego rojo en todo el partido. Dirán que se repitió la historia del año pasado, pero han sucedido demasiados episodios análogos en varios meses como para no admitir semejante conclusión. Un Wilstermann demasiado sensible a cualquier agente externo abandonó el terreno de juego con signos de humillación y, para peor, enérgicamente reprobado por su histérica afición. El entrenador y los jugadores se sintieron ayer lapidados por la gente, que exteriorizó su eruptiva bronca con ampulosos gestos, coléricos silbidos o lacerantes insultos. Wilstermann, que jugó bastante bien, terminó sin juego, de rodillas, excedido en banalidades y criticablemente displicente.


Oriente Petrolero ratificó su condición de equipo batallador en la misma medida que Wilstermann retornó a su cruda realidad. No es cuestión de méritos estratégicos, sino la cruda realidad. Sencillamente, a Wilstermann se le ha visto jugar muchas veces e, independientemente de quién lo conduzca, no sólo se le conocen sus virtudes sino, sobre todo, sus defectos. El primero es que a su defensa, si le echan el aliento, se convierte en un aliado inestimable: sus pérdidas de balón son una invitación al gol y su minusvalía técnica una garantía para el repliegue. La presión de Mojica sobre Medina (que con la última acción redujo a escombros el buen partido que hizo) le garantizó al cuadro visitante el control de la última pelota. Pero también sabía Oriente, como medio mundo, que Wilstermann flaquea por las alturas y, de ese modo, su estrategia involucró directamente a Hugo Suárez (un guardameta ágil, con reflejos, pero que tiene su asignatura pendiente en los cielos) y a sus atornillados defensores. En la última pelota que Mojica colgó sobre el área, Oriente encontró la primera (y única) gentileza. Garzón perdió la posición ante Martínez, ofreciendo floja resistencia a su embestida. Y la pelota acabó en la red. Un par de minutos antes, otro balón aéreo mal conjurado había propiciado el descuento (Martínez embocó tras disparo de Bejarano).

El segundo tanto consumó el naufragio de los rojos, sometidos ya para entonces a la dictadura de Mojica (flojo hasta entonces). El volante más allá de cuestiones de personalidad que le pierden, gusta de comandar tropas. En un santiamén agarró el partido y lo estiró hasta la portería de Suárez, borrando de un plumazo a sus teóricos oponentes.

Wilstermann, condenado en las alturas y por su patógena indolencia defensiva, se quedó sin más argumentos que la velocidad de Gianakis Suárez para convertir alguna pedrada en oportunidad de gol. No quedaba tiempo. El milagro no era factible.

BATALLA

Wilstermann se sintió superior desde el principio porque trabajó más y mejor que su oponente, porque tenía criterio y sentido. Cuando vio la cuesta abajo no se dejó ir y únicamente comenzó a jugar mirando el reloj, desatascando el encuentro y llevando a Oriente a la encerrona de un supuesto ataque. Pese a su abrumador control de pelota, Wilstermann careció de profundidad. Diseminados en la franja central, los rojos gobernaron el choque sólo por su solvente circulación de pelota. Amilcar Sánchez no cogía el sitio, Alonso se perdía en adornos que comprometen su ascendente y Ramallo perdía capacidad ofensiva por su empeño de abandonar el área, quizá obligado a buscar los balones que no le llegan.

No sólo se debate el movimiento de Ramallo (que ha perdido gol). Hay todavía muchos conceptos indefinidos. Queda también por saber qué sitio debe tener Andaveris o, cuanto menos, la función del lateral-volante izquierdo; cómo hay que ocupar y dinamizar los extremos; qué función cumple Alonso y qué más le conviene al equipo en la demarcación de medio centro. Puede que Belfortti, por su físico e indumentaria, intimide más y, puestos a confirmar que el equipo va a veces muy perdido, ofrezca una imagen de omnipresencia en un sector clave de la cancha. El equipo, sin embargo, pierde fluidez, profundidad y salida de balón cuando el argentino no encuentra receptores y se enreda.

Oriente no pasó de la medular de la misma forma que Wilstermann casi no pisó el área durante todo el primer tiempo. Visto que no conseguía aclarar el campo contrario, vivió el cuadro local atado al toque corto. Por momentos, la excesiva horizontalidad del juego indujo a la intrascendencia, tanto como la estilística premisa del toque, aun banal, llevó a restringir la profundidad. Quizá parte del problema resida en el perfil técnico de Daniel Alonso, reciente adquisición de los rojos. El español exhibe características creativas similares a las que consagraron el fútbol de Berodia, factor que, en teoría, debería incrementar el bagaje técnico del conjunto. De hecho lo hace. El equipo exhibe mayor caudal de recursos, pero no una adecuada conjunción de sus vértices creativos. Sus talentos no sumarán, no aumentarán el valor del producto, si no se complementan. Y entre ambos, la analogía de características y función tiende a neutralizar o deformar el efecto. ¿Por qué? Los pasadores necesitan receptores, gente que se mueva, que vaya a buscar el balón. Si Berodia y Alonso no se desdoblan alternativamente, yendo a buscar, sólo se multiplican los pases burocráticos, aquellos de curso horizontal y fútil, que no rompen la línea rival. Además, la adición de un pasador en potencia resta, en la misma medida, a un posible receptor, ahora dominado por el estatismo funcionarial de la misión creativa. En parte, fue por esa razón que Wilstermann resultó escasamente vertical, pero también porque nadie ensayó movimientos de ruptura (marcar el pase y picar al vacío). Ramallo retrocedía mucho para participar del circuito y dejaba al equipo sin referencia en el área, Andaveris trepó poco y sin sorpresa por el carril izquierdo y Quero (el más desequilibrante) se recluyó en su banda, si trazar las diagonales requeridas.

Oriente tampoco dijo nada durante todo el partido. Pareció un equipo bien concebido (armó un 4-2-3-1 con García y Meleán en el doble pivote, Quero y Zabala en los extremos, Mojica de media punta y Duk como único atacante). Nada más. Tuvo un buen surtido de recursos defensivos. Ofensivamente no dio ni fe de vida.

En el linde de la primera parte, el partido transcurría en una llanura. No había nada en el horizonte salvo algún adorno de Berodia, cómodamente instalado entre líneas. Wilstermann había adoptado una actitud paciente, más pendiente de no descomponerse que de colocar a su rival en dificultades. El balón era de propiedad local, como suyo era el dominio y buena parte del territorio, cedido generosamente por Oriente, dispuesto a no tomar la iniciativa desde que del cielo empezaron a caer baldazos de agua. Sus acciones merecían también el silencio del público, consciente de la diferencia que separaba a sus contendientes. El tiempo transcurrió sin prisa, entre algún que otro error de Ramallo, que tardará tiempo en entender cómo fue posible que fallara todos sus debates con el portero. De la nada, Félix Quero rescató un balón huérfano (rechace corto de Brau) y sacó un disparo que ascendió ondulante como el humo y se precipitó de súbito, como un obús, a espaldas de un sorprendido Arias. 44 minutos, 1-0.

COMPLEMENTO

Para el complemento, Oriente ingresó con otra predisposición. Agregó un delantero (Martínez) y transmutó el medroso 4-2-3-1 de la primera mitad en un 4-4-2 más flexible, con Mojica flotando sobre la derecha y con Juan Quero amenazando desde la banda izquierda. Sin embargo, su fútbol no mejoró. Si bien tomó la potestad del balón, lo usó mal. Se infectó de imprecisión, lo que conspiró contra sus posibilidades de progresar a partir de la posesión. Mojica acertó pocas entregas (con el equipo largo y el campo resbaladizo) y Quero debía arreglárselas solo.

Sin renunciar a la iniciativa que Oriente discutía, el juego de Wilstermann comenzó a prosperar con las apariciones de Berodia, explotando los claros que el adelantamiento del rival ofrecía. Al cuarto de hora, una jugada que comenzó de forma corriente: toque de Sánchez hacia el interior, la entrega a Berodia, situado como eje y, de repente, la luz: un pase rapidísimo, lleno de belleza, hacia de Ramallo, que cortaba como un tiro por el área. El pase era para el mano a mano con el portero y así sucedió, pero Arias derribó al atacante cuando éste había sobrepasado su posición. Penal. Berodia colocó el balón contra el palo derecho, 2-0. El giro del partido se hizo evidente. Wilstermann había unido sus piezas. Defendía con el rigor que le había faltado en los últimos partidos, se aseguraba la pelota y los volantes de ataque daban señales de vida. Sólo le faltaba el empujón para liquidar el partido.

Con un Oriente adelantado y desacertado con la pelota, Wilstermann generó y dilapidó varias situaciones. En ese tramo del encuentro las dos áreas estuvieron prohibidas. Wilstermann, porque no la aprovechó; Oriente, porque no lograba encontrarla. Pero entre los dos equipos había una diferencia sustancial: los rojos tenían menos el balón pero lo usaban mejor y exhibían superioridad en todas las facetas del juego. Sus problemas eran de indefinición. La defensa jugaba con autoridad, los volantes recuperaban con facilidad y vertían mucho caudal hacia adelante. Pero desde ahí se producía una disolución que se hacía más evidente cuanto más cercana estaba la frontera del área. Ramallo no se enganchaba al partido y los dos extremos -Quero y Andaveris- funcionaban sin claridad ni precisión. En el aspecto defensivo había una fractura monumental en la banda derecha local, tomada al asalto por Juan Quero, que estuvo de viaje durante toda la lluviosa noche. Iba tiraba una ración de dinamita en el área de Suárez y regresaba a sus cuarteles. El asunto se hizo tan previsible que extrañó la ausencia de contramedidas de Wilstermann para cerrar el agujero. Cuando lo hizo, fue para peor. El técnico Alfaro decidió erradicar el mal reconfigurando la formación: primero quitó a Alonso para reforzar la contención en mitad de campo con Luis Carlos Paz (una misión imposible) y luego colocó a Christian Vargas como lateral derecho (para taponear a Quero), rearmando una línea de cuatro defensas. Pero Paz no contribuyó a mejorar la obstrucción en mitad de campo (dejando toda la tarea a un Belfortti lento y que se dispersa cuando es amplio el terreno por patrullar) y el equipo perdió manejo en mitad de campo con la proscripción de Almilcar Sánchez sobre la raya izquierda, donde su aporte se difuminó.

Aún sin recuperación en mitad de campo y menor índice de control, Wilstermann se bastaba para minimizar a un Oriente chato, que apenas inquietaba a una defensa de virtual solidez, que mostrábase granítica desde la precaria perspectiva productiva de atacantes desvalidos, mal abastecidos y abandonados a la intemperie.

Wilstermann, que se paró para liquidar de contragolpe, cometió los mismos errores del curso precedente: maneja muy mal los conceptos de las réplicas. No se mueve con rapidez, no genera superioridad numérica, se mueve mal y ejecuta peor. La consecuencia, bastante obvia, es que su apuesta no fructifica y se expone a otros padecimientos. Quizá con el propósito de mejorar las ejecuciones, el técnico de los Rojos realizó una última modificación: Gianakis Suárez (jugador hábil y veloz) por el errático Ramallo. Otro grosero despropósito conceptual que redujo a la nada la anémica eficacia ofensiva. ¿Por qué? Porque Wilstermann perdió referencia en el área. Hubo desbordes de Quero y del mismo Gianakis Suárez que no encontraron a un definidor, a alguien que concluya las jugadas. Y, de ese modo, los ataques se tornaron baldíos, aislados, infructuosos. Para jugar sin un punta de área, es imperioso la llegada de la segunda línea, de volantes que pisen el área. La cadena de aproximaciones inconclusas dejó con suficiente aire a Oriente para intentar la heroica. Bastaron dos fogonazos para romper la noche. Una noche lluviosa que, de súbito, se tornó aún más fría.

Wilstermann
Jornada 4 - 09.02.2014 18:00 - Finalizado
Oriente Petrolero
ALINEACIONES
1 Hugo SUAREZ   
14 Sergio Daniel GARZON   
2 David Osvaldo MEDINA   
22 Edward Mauro ZENTENO   
6 Felix QUERO Normal41′   
30 Martin Rodrigo BELFORTTI   
8 Amilcar Alvaro SANCHEZ   
29 Daniel ALONSO  Amarilla10′  SALE64′
10 Gerardo GARCIA Penal59′   
18 Rodrigo Luis RAMALLO   Amarilla73′  SALE73′
9 Augusto ANDAVERIS    SALE68′
...................
21 Dennis CARTAGENA   
17 Gianakis SUAREZ    Entra73′
24 Luis Carlos PAZ    Entra64′
5 Christian Israel VARGAS    Entra68′
11 Ignacio Awad GARCIA   
16 Michael Fernando CASTELLON   
20 Roger ESPINOZA   
 Amarilla58′  Carlos Erwin ARIAS 1
 Amarilla50′  Mariano Sebastian BRAU 6
   Ronald RALDES 16
   Miguel Angel HOYOS 2
   Marvin Orlando BEJARANO 17
 Sale45′   Ronald Lazaro GARCIA 5
 Sale45′   Wilder ZABALA 13
 Sale73′   Alejandro MELEAN 15
 Amarilla29′  Gualberto MOJICA 14
 Amarilla13′  Juan QUERO 7
 Amarilla47′  Yasmani Georges DUK 18
...................
   Oscar Luis ANTELO 12
   Ronny Fernando MONTERO 21
   Gustavo OLGUIN 3
 Entra45′   Carlos Augusto SERRANO 24
 Entra73′   Fernando Javier SAUCEDO 10
   Rodrigo Mauricio VARGAS 20
 Entra45′  Normal89′ Normal90+1′  Eduardo Federico MARTINEZ 9

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