Barcelona: Una debacle de las de antes
Un gatito paralizado en medio de la autopista viendo venir de frente los focos de un camión de seis ejes. Eso fue el Barça ayer en Anoeta, donde el Barça perdió el honor y la vergüenza ante una Real Sociedad estupenda, bien armada y que superó al equipo blaugrana en todos los aspectos del juego. El 3-1 no sólo es un resultado justo, sino que incluso parece corto teniendo en cuenta los méritos de uno y otro equipo.
Más allá de perder de manera absolutamente irresponsable, tal y como había advertido Martino en la previa, lo peor no fue el resultado, que de por sí es nefasto. Y más a estas alturas de la temporada. Lo peor fue la sensación de apatía, de descontrol, de ligereza, de imprevisión y de tanto me da ocho que ochenta que ofreció el equipo blaugrana que regaló el partido desde la charla táctica del entrenador, que se pegó el tiro en el pie más monumental que se recuerda desde hace tiempo.
Desde el inicio de la segunda vuelta, Martino insistió una y otra vez en que no había ya margen de error y cada vez que lo decía, el Barça volvía a equivocarse. Pareció remontar el vuelo en Sevilla, en la Copa ante la Real y, especialmente, en Manchester, pero este sábado se le cayó el maquillaje. El Barça vivió una debacle de las de antes.
Un desastre en toda regla porque en la sucesión de acontecimientos no queda nadie incólume. De entrada Martino, quien después de decir que se habían acabado las rotaciones porque ahora es cuando empezaba lo serio y asegurar que no estaba dispuesto a trabajar para las selecciones, actuó en contra de toda lógica cambiando a más de la mitad del equipo que ganó en Manchester (seis jugadores) confeccionando una alineación que fue un desastre en toda regla.
La inclusión de Song como mediocentro desplazando a Busquets a la posición de interior fue probablemente la mayor cafrada de la noche, porque en un simple movimiento de piezas desvirtuó todo el espíritu del equipo. De entrada, ese ataque de entrenador parecía peligroso, de salida, se confirmó que era un suicidio.
Pero no fue ése el único pecado táctico. La alineación de Neymar también tuvo delito. Las ganas de volver a juntar a la pareja mediática Neymar-Messi pudo más que la prudencia que Martino había demostrado en otros casos como Iniesta o el propio Leo. El Tata llevó al brasileño al matadero.
Y si a este caos le unes un rival como la Real, que llegó al partido ultra motivada, centrada, trabajada y sabiendo cada uno de sus jugadores lo que tenía que hacer (todo lo contrario que pasaba en el bando blaugrana), pues el resultado no podía ser otro que la victoria local.
Aún así, una genialidad de Messi dio al Barça la posibilidad de engancharse al partido y empatarlo a uno tres minutos después de que Song se marcara el tanto en propia puerta. La nave blaugrana hacía agua por todas partes, pero Messi, como siempre salía al rescate. El tanto de Messi no amilanó a la Real, que acabó la primera parte encerrando al Barça en su área. Martino pedía el descanso a gritos fuera de sí. Tanto, que le expulsaron en el túnel de vestuarios en la media parte.
Con el equipo en manos de Pautasso, el naufragio se consumó a lo grande en medio de un baile de la Real que sentenció el partido a la contra con goles de Griezmann y Zurutuza. Pudieron ser más. En el banquillo local, euforia, en el visitante la parálisis más absoluta que llevó a no agotar los cambios y a dejar a Xavi sin jugar un minuto. Al Barça se le va la Liga.