Messi deslumbra, Neymar se tuerce
Una exhibición del argentino retrata al Getafe (0-2) tras la lesión de tobillo del brasileño
Faustino Sáez
Madrid, El País
Tres días después de asistir a la gala del Balón de Oro sin tener que dar el discurso de ganador por primera vez en el último lustro, Messi presentó en Getafe su candidatura para retomar el trono del fútbol mundial desde ya. Con la determinación de los elegidos y su secuencia de lesiones olvidada, abusó de su rival azulón, anunció su vuelta a los ruedos con firmeza y su candidatura para ganar la próxima estatuilla luciendo repertorio. El argentino selló el pase del Barça a los cuartos de final de la Copa (donde le espera el Levante) en una noche que se oscureció hasta el pánico para los azulgrana con la lesión de Neymar en el minuto 22. Pareció más grave de lo que anunciaron las primeras exploraciones, pero ni siquiera ese susto monumental ensombreció la noche de Leo. La eliminatoria resultó ser un Messi, 4; Getafe, 0 (6-0 en el global).
Ningún manual de remontadas inverosímiles aclara con fiabilidad dónde se sitúa la frontera entre el trámite y la gesta, pero, en cualquier caso, nadie en el Getafe se animó a explorar ese territorio solo apto para intrépidos tras el 4-0 de la ida. Nadie agitó la utopía. Ni rastro de la hazaña azulona de 2007, cuando los locales borraron del mapa al Barça para alcanzar la primera de sus dos finales coperas. Con un juego tan correcto y ordenado como desapasionado y aséptico, los de Luis García fueron incapaces de encontrar el frenesí que desatara la ilusión y acabaron por rendir pleitesía a Messi.
A igualdad de dibujos, las intenciones marcaron la diferencia de pizarras. Mientras en el Getafe Míchel, Lacen y Juan Rodríguez ejercían de cauteloso trivote de contención, al Barça le bastaba con Song porque había poco que sujetar y sus acompañantes por el centro, Sergi Roberto y Cesc, se animaban una y otra vez a tensar la ofensiva de los visitantes abriendo el juego por las bandas. La apuesta tuvo un claro beneficiado, Neymar. El brasileño comenzó efervescente, hambriento de balón, y a los cuatro minutos ya había servido un pase de gol a Messi, cuyo disparo secó salió rozando el poste ante la mirada de alivio de Codina. El encargado de frenar el vértigo y la filigrana de Neymar era el canterano azulón Carlos Martín Vigaray, que debutaba con picadores ante una de las embestidas más eléctricas. No desentonó el chaval, pero en los primeros minutos no dio abasto para achicar las vías de agua que se abrían por su banda.
Más preocupado por mantener la colocación que por intentar la proeza, apenas se desmelenó el Getafe con un latigazo al contragolpe que no supo resolver Juan Rodríguez. Volvió a insistir el Barça por el carril zurdo. Volvió a encarar Neymar a Vigaray y, en su enésima arrancada, el barcelonismo entero se estremeció. El brasileño apuró su caracoleo hasta la línea de fondo y, en su intento de bicicleta, se dejó el pie izquierdo enganchado en el césped. La torsión que llegó después dejó el tobillo y la rodilla tan desfigurados que se temió lo peor. Salió del campo a la pata coja y con cara de miedo, pero el primer parte médico hablaba solo de esguince.
El episodio dejó destemplado a la grada y a los futbolistas. A todos menos a uno: Messi. El argentino entendió que era su turno y que no había que demorar la resolución del trámite. En la frontera del minuto 45, Cesc volvió a lanzar otro pase diabólico hacia el costado, ahora ocupado por Tello y el extremo lanzó una tensa asistencia para la llegada de Messi que esta vez dio en la diana.
La mitad del 4-0 de la ida lo cosechó Messi en un santiamén. Ese día regresó a los terrenos de juego tras dos meses lesionado, saltó al césped en el minuto 64 y firmó la diferencia entre un resultado holgado y uno concluyente con dos tantos en el 88 y el 92. Anoche, tras ver el comienzo del partido ante el Atlético desde el banquillo del Calderón, el argentino desembarcó en el Coliséum con decisión reivindicativa y redondeó su faena con otro gol maradoniano. Con otro eslalon de fábula. Cogió el balón en la zona de tres cuartos, se puso el traje de luces, sorteó la entrada de Míchel, se filtró entre los centrales, esquivó el intento de Vigaray por parar lo imparable y burló la salida de Codina para marcar el segundo y definitivo tanto. La segunda oreja en una noche de puerta grande. Compartió ovación con Xavi al que el Tata le concedió 20 minutos para que cumpliera su partido 700 con su equipo de toda la vida. Ningún jugador en activo ha disputado tantos encuentros oficiales con un mismo club. Más de tres lustros de academicismo. La excelencia con botas.
Madrid, El País
Tres días después de asistir a la gala del Balón de Oro sin tener que dar el discurso de ganador por primera vez en el último lustro, Messi presentó en Getafe su candidatura para retomar el trono del fútbol mundial desde ya. Con la determinación de los elegidos y su secuencia de lesiones olvidada, abusó de su rival azulón, anunció su vuelta a los ruedos con firmeza y su candidatura para ganar la próxima estatuilla luciendo repertorio. El argentino selló el pase del Barça a los cuartos de final de la Copa (donde le espera el Levante) en una noche que se oscureció hasta el pánico para los azulgrana con la lesión de Neymar en el minuto 22. Pareció más grave de lo que anunciaron las primeras exploraciones, pero ni siquiera ese susto monumental ensombreció la noche de Leo. La eliminatoria resultó ser un Messi, 4; Getafe, 0 (6-0 en el global).
Ningún manual de remontadas inverosímiles aclara con fiabilidad dónde se sitúa la frontera entre el trámite y la gesta, pero, en cualquier caso, nadie en el Getafe se animó a explorar ese territorio solo apto para intrépidos tras el 4-0 de la ida. Nadie agitó la utopía. Ni rastro de la hazaña azulona de 2007, cuando los locales borraron del mapa al Barça para alcanzar la primera de sus dos finales coperas. Con un juego tan correcto y ordenado como desapasionado y aséptico, los de Luis García fueron incapaces de encontrar el frenesí que desatara la ilusión y acabaron por rendir pleitesía a Messi.
A igualdad de dibujos, las intenciones marcaron la diferencia de pizarras. Mientras en el Getafe Míchel, Lacen y Juan Rodríguez ejercían de cauteloso trivote de contención, al Barça le bastaba con Song porque había poco que sujetar y sus acompañantes por el centro, Sergi Roberto y Cesc, se animaban una y otra vez a tensar la ofensiva de los visitantes abriendo el juego por las bandas. La apuesta tuvo un claro beneficiado, Neymar. El brasileño comenzó efervescente, hambriento de balón, y a los cuatro minutos ya había servido un pase de gol a Messi, cuyo disparo secó salió rozando el poste ante la mirada de alivio de Codina. El encargado de frenar el vértigo y la filigrana de Neymar era el canterano azulón Carlos Martín Vigaray, que debutaba con picadores ante una de las embestidas más eléctricas. No desentonó el chaval, pero en los primeros minutos no dio abasto para achicar las vías de agua que se abrían por su banda.
Más preocupado por mantener la colocación que por intentar la proeza, apenas se desmelenó el Getafe con un latigazo al contragolpe que no supo resolver Juan Rodríguez. Volvió a insistir el Barça por el carril zurdo. Volvió a encarar Neymar a Vigaray y, en su enésima arrancada, el barcelonismo entero se estremeció. El brasileño apuró su caracoleo hasta la línea de fondo y, en su intento de bicicleta, se dejó el pie izquierdo enganchado en el césped. La torsión que llegó después dejó el tobillo y la rodilla tan desfigurados que se temió lo peor. Salió del campo a la pata coja y con cara de miedo, pero el primer parte médico hablaba solo de esguince.
El episodio dejó destemplado a la grada y a los futbolistas. A todos menos a uno: Messi. El argentino entendió que era su turno y que no había que demorar la resolución del trámite. En la frontera del minuto 45, Cesc volvió a lanzar otro pase diabólico hacia el costado, ahora ocupado por Tello y el extremo lanzó una tensa asistencia para la llegada de Messi que esta vez dio en la diana.
La mitad del 4-0 de la ida lo cosechó Messi en un santiamén. Ese día regresó a los terrenos de juego tras dos meses lesionado, saltó al césped en el minuto 64 y firmó la diferencia entre un resultado holgado y uno concluyente con dos tantos en el 88 y el 92. Anoche, tras ver el comienzo del partido ante el Atlético desde el banquillo del Calderón, el argentino desembarcó en el Coliséum con decisión reivindicativa y redondeó su faena con otro gol maradoniano. Con otro eslalon de fábula. Cogió el balón en la zona de tres cuartos, se puso el traje de luces, sorteó la entrada de Míchel, se filtró entre los centrales, esquivó el intento de Vigaray por parar lo imparable y burló la salida de Codina para marcar el segundo y definitivo tanto. La segunda oreja en una noche de puerta grande. Compartió ovación con Xavi al que el Tata le concedió 20 minutos para que cumpliera su partido 700 con su equipo de toda la vida. Ningún jugador en activo ha disputado tantos encuentros oficiales con un mismo club. Más de tres lustros de academicismo. La excelencia con botas.