Los escándalos de corrupción erosionan al poder comunista

El enriquecimiento de las élites aumenta el malestar ciudadano al crecer los escándalos
153 diputados figuran entre los 1.000 chinos más ricos

El País
En el lado norte de la plaza Tiananmen, en Pekín, un retrato gigante de Mao Zedong preside la entrada a la Ciudad Prohibida, hogar de los emperadores durante casi 500 años. El cuadro —objeto de veneración de toda una generación de chinos, educados desde la infancia en el culto al líder y el Partido Comunista Chino (PCCh)— es utilizado de fondo en las fotografías que millones de turistas nacionales y extranjeros se hacen cada año cuando acuden como peregrinos a visitar la más famosa de las plazas del país.


Poco queda hoy de la herencia ideológica y las teorías del fundador de la República Popular China, creada en 1949 tras vencer los comunistas de Mao en la guerra civil a los nacionalistas de Chiang Kai-shek. El Gran Timonel murió en septiembre de 1976, y su sucesor, Deng Xiaoping, desmontó con habilidad y pragmatismo la herencia maoísta y embarcó a China en un proceso de apertura y reformas, que desencadenó una de las mayores y más veloces transformaciones que ha experimentado un país en la historia de la humanidad.

El Pequeño Timonel implantó la economía de mercado socialista, basada en el llamado socialismo con características chinas, que sustituyó a la economía central planificada soviética imperante con Mao, y exhortó a sus compatriotas a trabajar por el progreso chino con la famosa frase "Hacerse rico es glorioso", que se convertiría en el mantra de un país deseoso de dejar atrás la pobreza.

Pero con el salto al capitalismo y la reestructuración de la economía llegó el rápido enriquecimiento de un sector de la población, gracias, en muchos casos, a sus relaciones con el partido y a la corrupción, una lacra que afecta en la actualidad a todas las capas de la sociedad, pero que ha alcanzado su máximo entre representantes de las élites políticas y empresariales, hasta el punto que los propios dirigentes han reconocido que supone un serio peligro para la supervivencia del PCCh.

El mundo de Mao —aquel de la sociedad igualitaria, la eliminación de las clases adineradas y la supresión de la propiedad privada— es ya solo un recuerdo nostálgico entre los mayores, muchos de los cuales ven con enojo los excesos de una parte de la clase dirigente y añoran los tiempos en los que la gente creía en una casi religión llamada comunismo y no solo en "hacerse rico".

En mayo del año pasado, la inclusión de Kong Dongmei, nieta de Mao Zedong, en una lista de las personas más acaudaladas del país provocó una oleada de críticas y acusaciones de hipocresía en las siempre activas redes sociales chinas, a pesar de que muchos de los internautas nacieron cuando el Gran Timonel era ya un cuerpo embalsamado expuesto en su mausoleo de Tiananmen. Kong, de algo más de 40 años, y su marido, Chen Dongsheng, ocupaban la posición 242 de la clasificación de la revista financiera Nueva Fortuna, con una riqueza estimada en 5.000 millones de yuanes (605 millones de euros). Kong abrió en 2001 una librería en Pekín con publicaciones sobre Mao, después de haber estudiado en Estados Unidos. En 2011, se casó con Chen, que controla una compañía de seguros y una casa de subastas, entre otros negocios.

Algunos internautas chinos acusaron a Kong de traicionar la posición de "gran maestro de la revolución proletaria" de su abuelo. "La descendiente del presidente Mao, quien nos condujo a la erradicación de la propiedad privada, se casó con un capitalista", criticó Luo Chongmin, un consejero gubernamental.

La nieta de Mao es solo una entre los muchos casos de familiares y personas próximas a los héroes de la revolución y empresarios que se han enriquecido hasta extremos insospechados en las tres décadas transcurridas desde el inicio de las reformas, gracias a sus conexiones con el poder.

Una investigación hecha pública en junio de 2012 por la agencia de noticias estadounidense Bloomberg reveló que, a medida que el hoy presidente Xi Jinping ascendía en el escalafón del Partido Comunista Chino, miembros de su familia, tanto directa como política, expandieron sus intereses empresariales con participaciones en compañías de los sectores minero, inmobiliario y de telecomunicaciones. Según documentos a los que tuvo acceso la agencia, esos intereses incluyen inversiones en firmas con unos activos de 275 millones de euros, una participación indirecta del 18% en una empresa de tierras raras con 1.268 millones de euros en activos, y un holding de 14,8 millones de euros en una compañía cotizada. Ninguno de los bienes estaba ligado a Xi, su esposa —Peng Liyuan— o su hija, ni había indicios de que Xi hubiera actuado para favorecer las operaciones de sus familiares o que él o sus familiares cometieran delito alguno.

Los documentos mostraron que la familia tenía al menos siete propiedades en Hong Kong; entre ellas, un chalé valorado en 23,1 millones de euros. La mayoría de los activos de la familia eran propiedad de la hermana mayor de Xi Jinping, Qi Qiaoqiao; su marido, Deng Jiagui, y la hija de Qi, Zhang Yannan. Xi ascendió a secretario general del PCCh en noviembre de 2012 y a presidente de China en marzo de 2013.

Otra investigación, llevada a cabo por The New York Times y publicada en octubre de 2012, reveló que familiares del que fuera primer ministro entre 2003 y 2013, Wen Jiabao, entre ellos, su madre, hijo, hija, hermano menor y cuñado, se hicieron "tremendamente ricos" durante el tiempo de Wen en el poder. "Un examen de los registros empresariales y regulatorios indica que los parientes del primer ministro, algunos de los cuales tienen facilidades para llevar a cabo negocios, incluida su esposa, han controlado unos activos de 2.700 millones de dólares (1.980 millones de euros)", señaló la investigación.

La información sobre la familia Wen fue elaborada a partir de los registros existentes en corporaciones y organismos regulatorios entre 1992 y 2012. Las inversiones abarcan desde el sector bancario a complejos turísticos, telecomunicaciones, el negocio de las joyas y proyectos de infraestructuras. Los nombres de los propietarios de los activos fueron ocultados a menudo mediante la utilización de vehículos offshore o estructuras empresariales complejas. La mayoría de la fortuna se amasó desde que Wen fue nombrado viceprimer ministro en 1998. El diario no encontró ningún grupo de compañías a nombre del propio Wen.

Los resultados de la investigación, publicados tres semanas antes de que se produjera la renovación de la cúpula del partido, con la llegada al poder de Xi Jinping y los otros seis miembros del Comité Permanente del Politburó (el máximo órgano de poder), desató la ira de Pekín y supuso un duro golpe para la credibilidad de Wen Jiabao, que había cultivado con mimo durante su mandato una imagen de hombre austero, cercano al pueblo y reformista, que luchaba contra los abusos y la corrupción dentro del partido.

Como publica hoy EL PAÍS, tanto familiares de Xi como de Wen han recurrido a paraísos fiscales a través de empresas creadas por ellos mismos o su participación en otras ya constituidas, según revelan los archivos obtenidos por el Consorcio Internacional de Periodistas de Investigación (ICIJ, en inglés). Es el caso de Deng Jiagui —cuñado de Xi—, y el hijo y el yerno de Wen Jiabao —-Wen Yunsong y Liu Chunhang, respectivamente.

La nobleza roja y las élites empresariales se han enriquecido y beneficiado de su posición privilegiada, en medio del desencanto y el resentimiento de una parte de la población, que, da por sentado, que han logrado el éxito gracias a sus buenas conexiones y relaciones, término conocido en China como guanxi. Las disparidades entre los ricos y los pobres en el país asiático se encuentran entre las mayores del mundo, algo que desde hace años intentan solucionar los líderes sin mucho éxito. Mientras en las calles de las grandes ciudades como Pekín y Shanghái abundan coches deportivos Ferrari, Lamborghini o Porsche, conducidos por los hijos de grandes empresarios y la nomenclatura, en las zonas rurales aún hay pueblos sin agua corriente, calles asfaltadas o servicios sanitarios.

Según la lista Hurun de los Mil Más Ricos de China de 2013, publicada en septiembre pasado por el instituto de investigación del mismo nombre, sito en Shanghái, el número de milmillonarios en dólares ha pasado de ninguno hace una década a 64 en 2012, y a 315 en 2013. El más rico de esta clasificación, que elabora el empresario británico Rupert Hoogewerf, es el magnate inmobiliario y del ocio Wang Jianlin, con una fortuna estimada en 16.132 millones de euros. Wang, de 59 años, y propietario de la compañía Wanda, es dueño del mayor número de salas de cine del mundo. La media de edad de los 10 más ricos es de 52 años. De los integrantes de la lista, 153 son miembros de la Asamblea Popular Nacional o de su órgano consultivo.

Algunos de los potentados lo son gracias a la corrupción. La lista de empresarios y políticos investigados en los últimos años por lo que la prensa oficial llama de forma eufemística "violación de la disciplina del partido y la ley" ha crecido sin cesar. Entre otros, destacan Bo Xilai, exsecretario del partido en la municipalidad de Chongqing y exmiembro del Politburó, y Liu Zhijun, exministro de Ferrocarriles. China figura en el puesto 80 de 177 países y territorios en la clasificación de corrupción de Transparencia Internacional de 2013. Una posición más alta indica un sector público más limpio.

Muchos de quienes se han enriquecido durante el auge económico chino se han llevado la fortuna fuera del país. Funcionarios corruptos sacaron de China 124.000 millones de dólares (90.929 millones de euros) procedentes de desfalcos u obtenidos ilegalmente en un periodo de 15 años, según un informe del banco central chino publicado por Financial Times en 2011. Alrededor de 17.000 miembros del partido, funcionarios judiciales y ejecutivos de empresas estatales abandonaron China entre mediados de los años 1990 y 2008, año en el que fue redactado el informe. El estudio fue publicado en la página web del departamento de lucha contra el blanqueo de dinero del banco central chino en junio de 2011, pero fue retirado rápidamente después de que empezara a causar reacciones de protesta.

La nueva generación de líderes, llegados al poder en el congreso quinquenal del PCCh en 2012, ha emprendido una cruzada contra la corrupción, ante la amenaza que supone para la supervivencia del partido. Así lo ha vuelto a recordar recientemente Xi Jinping. "Evitar que el Partido sea corrupto en el gobierno a largo plazo del país es una misión política fundamental. Y debemos hacerlo de forma correcta", dijo el lunes de la semana pasada en una reunión de la Comisión Central de Inspección de la Disciplina del PCCh. Xi prometió tolerancia cero con los sobornos y dijo que castigaría con dureza a los implicados. "Cada funcionario del PCCh debe tener en mente que todas la manos sucias serán atrapadas".

La prensa oficial ha respaldado en tromba la campaña de Xi. El Diario del Pueblo —órgano oficial del partido— ha publicado editoriales en los que ha advertido a los funcionarios que "el culto al oro y las posesiones materiales" son una vía hacia la ruina.

Pekín comenzará este año a realizar comprobaciones aleatorias sobre los activos y otras informaciones personales que deben proporcionar los funcionarios al partido, y castigará a aquellos que oculten bienes, ante la presión pública para que se incremente la transparencia. Las declaraciones no son hechas públicas, y en el pasado la falta de supervisión ha reducido en gran parte el sistema a una formalidad.

La decisión de Deng Xiaoping y sus más allegados de salvaguardar la supremacía del PCCh les llevó a poner a sus familias al frente de la apertura y la reforma, lanzada en 1978, lo que tuvo como resultado la concentración de riqueza y poder en manos de unos pocos. En la década de 1980, muchos fueron elegidos para dirigir los conglomerados estatales. El proceso de desarrollo se puso en marcha y ha sacado a cientos de millones de chinos de la pobreza. Pero con este vino la corrupción y el enriquecimiento desmesurado de una parte de la población. La sociedad igualitaria dejó de serlo.

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