“La Legión, como la entendíamos, debería ser eliminada”
Félix Alarcón fue víctima del pederasta Maciel y dirigente de la congregación religiosa
Juan G. Bedoya
Madrid, El País
“No le pidas a un pobre cura que juzgue al Papa. Solo sé que quería mucho a los legionarios”. Así habla Félix Alarcón cuando se le pide un juicio sobre la culposa pasividad de Juan Pablo II y del cardenal Joseph Ratzinger ante las denuncias contra el pederasta Marcial Maciel. Alarcón fue secretario general de los Legionarios de Cristo y secretario personal de Maciel. Además, fue una de sus víctimas. Cuando dijo basta a los abusos sexuales de su superior, fue exiliado a Estados Unidos, donde finalmente ejerció el sacerdocio a las órdenes de un obispo bondadoso. Antes, había acabado sus estudios en la Universidad Pontificia Gregoriana de Roma, con notas extraordinarias. Más tarde, se convirtió en uno de los ocho denunciantes del fundador pederasta. Fue calumniado, marginado, perseguido. Con saña, sin cesar.
“Acabo de leer un libro de investigación que refleja que el Vaticano tiene 240 documentos que evidencian que la situación se conocía mucho antes de que se reconociese. Nuestra carta (de denuncia) es del año 88, y mientras Ratzinger estuvo de cardenal, se pasaban esta terrible patata caliente unos a otros, sin tomar ninguna medida”, recuerda ahora en su casa de Madrid.
A punto de cumplir 80 años, cuida a una hermana enferma que en mayo cumplirá 94. “Soy su enfermero, cocino, friego, no me separo de ella”, cuenta en conversación con EL PAÍS la víspera de Navidad. Es su manera de disculpar que no conceda una entrevista ese día. Da permiso, en cambio, para volver a hablar “cuando pasen los Reyes”. Entre ambas conversaciones se ha producido un hecho que le ha emocionado. El 28 de diciembre, el secretario general de los Legionarios, Jaime Rodríguez, acudió a casa de Alarcón para hablar del sufrimiento pasado y del futuro. Y una sorpresa más agradable: traía de Roma una invitación para que vaya a hablar ante el Capítulo general que comenzó ayer.
“Me pareció un gesto esperanzador”. Pero no quiso aceptar. “No me siento con fuerzas”. Entonces, recibió otra oferta, igualmente honrosa: que grabase un mensaje al Capítulo. Lo hizo en el teléfono móvil de Rodríguez. En dos minutos, el padre Alarcón pide a los 61 padres capitulares que “abracen la verdad para poder tener futuro”.
Félix Alarcón recordó ante el enviado por Roma lo mucho que ha sufrido. “Estos jóvenes legionarios son gente valiosa que no ha sufrido lo que vivimos nosotros. Aunque no pueden pagar un precio desorbitado, es de justicia que recobren la memoria histórica, que pidan perdón, que purifiquen el pasado, por muy doloroso que sea. Pero, desde mis experiencias, creo que la Legión tal como la entendíamos debería ser eliminada. Las congregaciones religiosas se sostienen en el carisma del fundador. Si miras al fundador de los legionarios lo que ves es un misterio terrorífico”.
Finalmente, no hubo entrevista larga sino dos conversaciones por teléfono de unos pocos minutos cada una. Sugiere que recojamos sus palabras de la entrevista que concedió a Religión Digital el 16 de diciembre pasado. “Ahí dije todo lo que creí que debo decir ahora”. Lo publicado en Religión Digital ha tenido un eco enorme en el universo eclesiástico porque son palabras de uno de los primeros legionarios, cofundador que abrió casas de la Legión en muchos países.
Los abusos han sido permanentes, en todos los sitios. ¿Cómo pudo soportarlos? “Éramos muy jovencitos y el padre Maciel tenía un carisma impresionante. Nos enfrentábamos con el misterio de compaginar los abusos y su condición de fundador. Cuando todo esto se ha puesto boca arriba, cada uno de nosotros ha tenido una reacción distinta. ¿Pero también a ti te pasó aquello? Pensabas que eras tú solo. De ahí surgía la vergüenza y el sentido de esconderte. Descubrimos que la cosa fue mucho más perversa de lo que creíamos. Me enfrenté al padre, pero me costó mucho, porque el abuso psicológico era mucho mayor que el sexual. Yo cantaba muy bien y me llevaban a cantar a las abadías, me hacían cantar para los cardenales cuando venían de visita, me usaban para eso. Mi familia había pasado tanta tragedia... Mi padre y mi hermano estaban enterrados en Paracuellos, fusilados en la Guerra Civil. No tenía a nadie a quien pudiese llamar padre. Y el padre Maciel lo era. Pero rápidamente dejó de serlo”.
Juan G. Bedoya
Madrid, El País
“No le pidas a un pobre cura que juzgue al Papa. Solo sé que quería mucho a los legionarios”. Así habla Félix Alarcón cuando se le pide un juicio sobre la culposa pasividad de Juan Pablo II y del cardenal Joseph Ratzinger ante las denuncias contra el pederasta Marcial Maciel. Alarcón fue secretario general de los Legionarios de Cristo y secretario personal de Maciel. Además, fue una de sus víctimas. Cuando dijo basta a los abusos sexuales de su superior, fue exiliado a Estados Unidos, donde finalmente ejerció el sacerdocio a las órdenes de un obispo bondadoso. Antes, había acabado sus estudios en la Universidad Pontificia Gregoriana de Roma, con notas extraordinarias. Más tarde, se convirtió en uno de los ocho denunciantes del fundador pederasta. Fue calumniado, marginado, perseguido. Con saña, sin cesar.
“Acabo de leer un libro de investigación que refleja que el Vaticano tiene 240 documentos que evidencian que la situación se conocía mucho antes de que se reconociese. Nuestra carta (de denuncia) es del año 88, y mientras Ratzinger estuvo de cardenal, se pasaban esta terrible patata caliente unos a otros, sin tomar ninguna medida”, recuerda ahora en su casa de Madrid.
A punto de cumplir 80 años, cuida a una hermana enferma que en mayo cumplirá 94. “Soy su enfermero, cocino, friego, no me separo de ella”, cuenta en conversación con EL PAÍS la víspera de Navidad. Es su manera de disculpar que no conceda una entrevista ese día. Da permiso, en cambio, para volver a hablar “cuando pasen los Reyes”. Entre ambas conversaciones se ha producido un hecho que le ha emocionado. El 28 de diciembre, el secretario general de los Legionarios, Jaime Rodríguez, acudió a casa de Alarcón para hablar del sufrimiento pasado y del futuro. Y una sorpresa más agradable: traía de Roma una invitación para que vaya a hablar ante el Capítulo general que comenzó ayer.
“Me pareció un gesto esperanzador”. Pero no quiso aceptar. “No me siento con fuerzas”. Entonces, recibió otra oferta, igualmente honrosa: que grabase un mensaje al Capítulo. Lo hizo en el teléfono móvil de Rodríguez. En dos minutos, el padre Alarcón pide a los 61 padres capitulares que “abracen la verdad para poder tener futuro”.
Félix Alarcón recordó ante el enviado por Roma lo mucho que ha sufrido. “Estos jóvenes legionarios son gente valiosa que no ha sufrido lo que vivimos nosotros. Aunque no pueden pagar un precio desorbitado, es de justicia que recobren la memoria histórica, que pidan perdón, que purifiquen el pasado, por muy doloroso que sea. Pero, desde mis experiencias, creo que la Legión tal como la entendíamos debería ser eliminada. Las congregaciones religiosas se sostienen en el carisma del fundador. Si miras al fundador de los legionarios lo que ves es un misterio terrorífico”.
Finalmente, no hubo entrevista larga sino dos conversaciones por teléfono de unos pocos minutos cada una. Sugiere que recojamos sus palabras de la entrevista que concedió a Religión Digital el 16 de diciembre pasado. “Ahí dije todo lo que creí que debo decir ahora”. Lo publicado en Religión Digital ha tenido un eco enorme en el universo eclesiástico porque son palabras de uno de los primeros legionarios, cofundador que abrió casas de la Legión en muchos países.
Los abusos han sido permanentes, en todos los sitios. ¿Cómo pudo soportarlos? “Éramos muy jovencitos y el padre Maciel tenía un carisma impresionante. Nos enfrentábamos con el misterio de compaginar los abusos y su condición de fundador. Cuando todo esto se ha puesto boca arriba, cada uno de nosotros ha tenido una reacción distinta. ¿Pero también a ti te pasó aquello? Pensabas que eras tú solo. De ahí surgía la vergüenza y el sentido de esconderte. Descubrimos que la cosa fue mucho más perversa de lo que creíamos. Me enfrenté al padre, pero me costó mucho, porque el abuso psicológico era mucho mayor que el sexual. Yo cantaba muy bien y me llevaban a cantar a las abadías, me hacían cantar para los cardenales cuando venían de visita, me usaban para eso. Mi familia había pasado tanta tragedia... Mi padre y mi hermano estaban enterrados en Paracuellos, fusilados en la Guerra Civil. No tenía a nadie a quien pudiese llamar padre. Y el padre Maciel lo era. Pero rápidamente dejó de serlo”.