La escuela de Yale toma la Reserva Federal con la llegada de Yellen

El empleo será la prioridad de la nueva presidenta del banco central de Estados Unidos
La sustituta de Bernanke forma parte de un grupo de economistas progresistas

Sandro Pozzi
Nueva York, El País
Promover el máximo empleo, la estabilidad de precios y un sistema financiero seguro y estable. Esos son los tres pilares sobre los que se sustenta la acción de la Reserva Federal. Pero para Janet Yellen, hay un mandato que puede más: la misión última del banco central es “servir a todos los ciudadanos”. Por eso, considera que la institución debe actuar en consecuencia, para asegurar que todo el mundo tiene la oportunidad de trabajar duro y prosperar. El Senado de Estados Unidos ha aprobado el nombramiento de Yellen (56 votos a favor, 26 en contra y18 abstenciones) como sustituta de Bernanke al frente de la Reserva Federal.


A la espera de su toma de posesión, que se producirá el próximo 31 de enero, el breve discurso que dio Yellen aceptando la nominación a la presidencia de la Fed es muy revelador sobre cuál es su prioridad. En este momento, lo que más le preocupa son los estragos por los que siguen pasando millones de familias de EE UU, seis años después de comenzar la Gran Recesión. “Hay gente que no es capaz de encontrar un trabajo y preocupada por cómo pagar las facturas y llegar a final de mes”, dijo ante Barack Obama.

Así defiende que se dé más peso a la creación de empleo si la inflación lo permite. Es una línea de pensamiento que coincide con la de otros economistas progresistas de la escuela de Yale, que se distancia de la que profesó Alan Greenspan, partidario de dejar a los mercados hacer lo que quieran. Y Ben Bernanke, otro conservador, no tuvo otra opción que utilizar todo su conocimiento sobre la Gran Depresión para evitar una hecatombe similar.

Yellen no tiene secretos ni pasiones ocultas. Tampoco se le considera una ideóloga. Es una observadora. Su opinión se basa puramente en hechos, y gracias a su apertura al diálogo busca siempre soluciones en su entorno. Sin embargo, también se puede decir que se formó en la escuela de economistas que defiende la intervención del Gobierno frente a los grandes problemas que afectan al país, como el paro de larga duración.

Es el intervencionismo que también profesa Joseph Stiglitz, su antiguo profesor en Yale. El Nobel de Economía es también uno de sus más cercanos amigos. No ve los datos de empleo y de paro como números en tablas estadísticas. Trata de entender el coste humano que hay detrás de esas cifras. Por eso, en su forma de pensar, la acción de la Fed es necesaria, porque el mercado laboral no es perfecto, como tampoco el mercado financiero.

“¿Pueden las economías capitalistas operar a pleno empleo en ausencia de una intervención rutinaria?”, se preguntaba en 1999. Respondió con un no rotundo, a lo que añadió que cualquier desviación de ese objetivo crea un “problema social”. Es su forma de decir que hay recetas políticas para responder a las grandes cuestiones a las que se enfrenta la economía. Una filosofía opuesta a la de la escuela de Chicago.

Yellen sucedió a Stiglitz al frente del consejo de asesores económicos de la Casa Blanca. Aunque el gran mentor de la presidenta de la Fed fue el economista James Tobin, uno de los principales seguidores de John Maynard Keynes. El también galardonado con el Nobel le convenció para estudiar en Yale, donde conoció a Ted Truman, y fue el que le despertó el interés por estudiar el impacto social del desempleo.

Aunque quizás el gran referente de Janet Yellen es George Akerlof, que compartió el Nobel con Michael Spence y Joseph Stiglitz. Es su marido. Le conoció en la Fed. Juntos formaron una de las parejas de economistas más influyentes. Elaboraron un estudio en el que explicaban cómo los empleados mal remunerados eran menos productivos. Cómo con el paro de larga duración, eso supone una pérdida de recursos para la economía.

Pero de nuevo, intenta darle un giro a la teoría económica para entender el coste humano. Es esta visceralidad hacia el problema del paro por lo que no se espera que como presidenta de la Fed vaya a estar cruzada de brazos, esperando a que problemas como la desigualdad se resuelvan solos. Pero pese a su activismo, Yellen también es consciente de que el estímulo artificial a la economía no es infinito y que prolongarlo puede conllevar riesgos.

El gran reto, por tanto, para Yellen como presidenta de la Fed, y la amenaza de paso para el activismo de la vieja escuela de economistas de Yale, es que el intervencionismo masivo de los últimos cinco años se demuestre incapaz de sacar a la economía de esta especie de estancamiento permanente que sufre. Si eso sucede, su influencia en el debate interno dentro del organismo y, por extensión, en Washington, se verá limitada.

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