Jesé también apuntala al Real Madrid en la Copa del Rey
Ningún jugador o aficionado se marchó preocupado. Ninguno habrá dejado de dormir por lo ocurrido anoche. Nadie repasará el partido, a excepción de Cristiano, que marcará de madrugada las ocasiones que falló en directo. El Madrid parte con ventaja y Osasuna, aunque sale con la bandera hecha jirones, sigue con vida. Todos contentos o con esperanza. Los sueños alimentan más que el hígado encebollado.
Los goles de Benzema y Jesé fueron los hitos del encuentro y un buen regalo para ambos. Sin embargo, Modric fue el pinchadiscos del guateque. Su ánimo evitó que el partido se detuviera en las cuestas arriba. Pongan un poco de Cristiano y añadan una pizca de Osasuna. Hay cenas con menos sustancia.
Puestos a buscar claves invisibles, diremos que a los quince minutos sucedió un hecho de trascendencia casi metafísica. De pronto, Pedro Jesús Pérez Moreno (PJPM), árbitro de imponentes iniciales, convirtió una jugada cristalina en un jeroglífico. Jesé encaró al portero y Riesgo le quitó la pelota con claridad. Todos lo vieron, pero Pérez Moreno oyó voces. Primero pareció pitar penalti. Después, se ajustó el pinganillo y señaló fuera de juego. Por fin, amonestó a Jesé. Quedaron dudas de si escuchaba a su asistente o sintonizaba Radio Olé.
Estoy por asegurar que Osasuna se distrajo con ese barullo. De repente, dejó de concentrar su atención en la pizarra y se puso a observar el estadio, las mocitas madrileñas, la noche de la capital. Fue un minuto, no más, pero el Madrid lo aprovechó para marcar. Modric sacó una falta y el balón fue un peine en busca de flequillo. La pelota se rascó la espalda con el rapado de Benzema y el anfitrión se puso por delante.
Osasuna no se afligió. Les ocurre a muchos equipos. Cuando visitan el Bernabéu se sienten más cómodos con un marcador natural. Y no hay nada más habitual que perder en Chamartín.
El mérito del visitante no sólo fue mantener la compostura. Osasuna hace un esfuerzo enorme por jugar bien al fútbol, equivalente, para un equipo modesto, a memorizar un poema en ruso. Sufre atrás, pero cuando asoma la cabeza se despliega con alegría y efectivos. Así consiguió acumular hasta tres ocasiones en la primera parte, ninguna tan golosa como la de Oier (cero goles en sus últimas diez temporadas).
Sin embargo, el problema de los rivales del Madrid no es encontrar un antídoto, sino hacer que dure 90 minutos. Pocos lo consiguen. En la segunda mitad el cansancio fue aflojando los cordones y las convicciones de Osasuna. Perdió metros y llegaron los errores. El más grueso fue una pérdida en la proximidad del área que acabó en gol de Jesé, asistido por Cristiano. El canario se retiró luego lesionado y ovacionado, porque siempre deja algo que invita a leer el siguiente capítulo.
La otra novedad, Bale, fue ganando temperatura según avanzaba el partido y si no marcó es porque su mejor tiro tropezó con Cristiano, siempre en boca de gol. El galés lució otras habilidades, pase, toque, energía y, sobre todo, carrera: cuando arranca con campo por delante es un centauro.
Javi Gracia, inasequible al desaliento, dio entrada a José García, 16 años, pequeño gran futbolista. El Madrid acosaba a Osasuna, pero su técnico respondía con más besos a la pelota. No es cierto que el amor lo pueda todo, pero todo lo intenta.
Morata pudo marcar al final y Osasuna dio un último arreón que le llenó de optimismo. De ese modo terminó, con fundido en negro y cartelón con letra enigmática: continuará.