Irina, mucho más que la novia de CR

Acaparó tantas miradas como Cristiano Ronaldo cuando éste recibió el balón de oro
Es su pareja desde hace cuatro años, pero también una cotizada modelo que gana muchos millones. Y que quiere ser actriz

Mábel Galaz
Madrid, El País
Sorprende que alguien que se deja fotografiar desde hace años con todo lujo de detalles en reportajes de moda íntima, esos en los que solo se esconde lo imprescindible, se oponga de manera tan férrea a hablar de sí misma en público. Pero, para Irina Shayk, una cosa es el trabajo, en el que resulta natural enseñar sin pudor su espléndido cuerpo, y otra, desnudar sus sentimientos. Por eso, de ella conocemos mejor sus largas piernas que sus orígenes o el momento en el que se encuentra su relación con Cristiano Ronaldo, el hombre con quien comparte su vida desde hace casi cuatro años. Eso sí, de un tiempo a esta parte, la pareja ya no se oculta del foco mediático. La última prueba, su presencia en la gala del Balón de Oro, celebrada el pasado lunes en Zúrich, donde la modelo rusa se llevó casi tantos primeros planos de la retransmisión como su laureado y emocionado novio.


Para Irina, los inicios de su relación con Cristiano no fueron fáciles. Solo llevaban unos pocos meses saliendo cuando el futbolista anunciaba al mundo que acababa de estrenar paternidad. Lo contó en un comunicado difundido el 4 de julio de 2010. “Con gran alegría y emoción informo de que recientemente he sido padre de un niño. La madre del bebé y yo hemos acordado, ya que prefiere que su identidad se mantenga confidencial, que mi hijo se quede bajo mi exclusiva tutela. No se dará más información sobre este asunto y pido a todo el mundo que se respete completamente mi derecho a la privacidad (y a la del niño), al menos en temas tan personales como estos”.

No hubo más explicaciones ni sobre la identidad de la madre, de la que se ha llegado a decir que fue un vientre de alquiler, ni sobre cómo Irina recibió la noticia. Pero, cuatro años después, la modelo, el futbolista y su hijo forman lo que la prensa internacional ha denominado estos días “una familia moderna” que se ha fotografiado feliz con el balón de oro en sus manos. Los tres viven juntos en una lujosa mansión de la exclusiva urbanización de La Finca, en Madrid; los tres viajan en el avión privado que el presidente del Real Madrid pone a su disposición, y los tres pasan tiempo de vacaciones en lugares paradisiacos. A ella le atribuyen que Cristiano haya dejado de ser el conquistador de antaño, que cada semana se fotografiaba con una mujer diferente y a quien le gustaba más la fiesta que ir a entrenarse.

Pero si le resultó complicado iniciar una relación con uno de los mejores futbolistas del mundo, también lo fue mantener intacta su carrera de modelo. Irina ya era una profesional cotizada cuando se convirtió en pareja del jugador. Por eso, desde el primer momento, ha luchado por que nadie vinculase su trabajo al de su pareja. “Es una de las grandes, lo es desde antes de que conociese a Cristiano”, advierte Gael Marie, su representante. “En este tiempo hemos trabajado para separar su carrera profesional de su relación personal”. Y añade: “No quiere que se la conozca por ser la novia de Cristiano, sino por su trabajo”.

Marie es una de las personas que más cerca están de la vida personal y laboral de Irina Shayk, a quien conoció cuando se llamaba Irina Shaykhlislamova. La agencia Elite, una de las más prestigiosas del mundo, la misma que descubrió a Naomi Campbell, fue quien la encontró por una calle de una ciudad pequeña de Rusia. “Tenemos ojeadores por todo el mundo. La fichamos cuando tenía 15 años. Uno después ya estaba trabajando en grandes campañas”, recuerda el agente. “Irina es el prototipo de las modelos que nos gustan en la agencia: apostamos por mujeres que se ajustan a los cánones de belleza tradicionales”. Su cotización es elevada. Los expertos aseguran que una profesional como ella puede ingresar al año entre tres y cinco millones de euros.

Tras dejar Rusia se instaló en París, pero su contrato con la agencia Elite la ha llevado a viajar por todo el mundo. En 2007 fue portada de la revista Sports Illustrated. También lo ha sido de Elle, Harper’s Bazaar, Vanity Fair, Vogue... Ha protagonizado campañas publicitarias para Guess, Lacoste y La Perla, y ha sido embajadora de la firma italiana Intimissimi. Ahora, con 28 años, intenta dar un giro a su carrera. “Quiere hacer cine y para ello se prepara”, explica su agente. Acaba de terminar el rodaje de la película estadounidense Hercules: The Thracian wars, basada en el cómic de Steve Moore. Irina interpreta a Megara, la primera mujer de Hércules, caracterizado por Dwayne Johnson. Se estrenará en primavera. “Está muy ilusionada. Además, ya tenemos otros proyectos”. Pero mientras su cuerpo aguante seguirá ante la cámara como modelo. Para ello se cuida corriendo todos los días al menos una hora y media. Dice que no es esclava de las dietas y confiesa llevar siempre en el bolso un tomate.

“Es muy profesional. Muy rápida. Se nota que tiene oficio”, cuenta una estilista que ha trabajado con ella. “No le importa repetir una foto tantas veces como se le diga. Es fácil de trato, pero no habla de su vida. Sí lo hace, por ejemplo, de la política en Rusia. Gran lectora, uno de sus escritores favoritos es Dostoievski”.

A Rusia regresa para ver a su madre, a su hermana y a su abuela. Su padre murió cuando era niña. Ahora vive entre Madrid y Nueva York, donde tiene una casa en el Village valorada en dos millones de euros. Habla casi siempre en inglés, su segundo idioma tras el ruso, aunque se defiende con el francés y cada vez más se atreve con el castellano. Es de religión ortodoxa y muy tradicional. Quiere tener hijos, pero antes, casarse. Le encanta Madrid y cada vez es más habitual verla por la ciudad. Una de las cosas que más le gustan es salir a cenar con su novio. Vestida con un vaquero, peinada con trenza y con la cara sin maquillar se presentó, horas antes de viajar a Zúrich, en uno de los mejores restaurantes japoneses de la capital. Llegó de la mano de Cristiano. Su presencia alborotó la sala, pero ellos, sin inmutarse, se sentaron en una discreta mesa. Durante la cena no pararon de reírse y de hacerse fotos. Parecían una pareja normal, pero no lo son. La fama les acompaña.

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